Capítulo 1: Nueva vida

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Los primeros meses de vida de Clara fueron de lo más extraño que había vivido nunca. Ser madre me había creado sensaciones y sentimientos nuevos. Los miedos cada vez se me hacían mayores si tenían relación con Clara, era como si parte de mí estuviese en peligro.

Cuando salí del hospital nos fuimos a casa y yo me cogí una baja por maternidad para poder cuidarla mientras pudiese. Mientras tanto, Natalia seguía estudiando e intentando sacarse la carrera que ya le faltaban sólo dos añitos para ello. Yo creo que para ella fue difícil poder combinar su vida de estudiante con la familia que le esperaba en aquella casa, pero ella lo intentaba.

Los primeros días después de volver a casa no dormía mucho la verdad. Estaba preocupada por no saber cómo cuidar a mi hija, por no afectar a los exámenes de Nat, por cuidarme a mí misma sin que me entrase ansiedad, por pensar en cómo nos iba a ir todo aquel primer año, ...

Después de varias semanas levantándome por la noche cuando oía a Clara llorar e intentando que Nat no se despertase, esta me sorprendió. Aquella noche en la que me desperté y me levanté para ir a buscar a Clara y ver lo que le pasaba, vi que mi chica no estaba en la cama. Entonces pensé que estaría estudiando o incluso en el baño, cuando me la encontré en la habitación de Clara sosteniéndola en sus brazos. Entré por la puerta y me acerqué a ella muy lentamente. La cogí de la cintura y le di un beso en la mejilla antes de preguntarle por qué no estaba durmiendo. Me respondió que el siguiente día tenía fiesta y que yo necesitaba descansar un poco de todo aquello que estaba haciendo. La miré y le pregunté si le apetecía que nos fuésemos las tres a nuestra habitación y que durmiésemos allí juntas. Me respondió que sí y cuando nos acostamos, no tardé nada en quedarme dormida mirando hacia ellas.

Al día siguiente me desperté hacia las doce del mediodía. Aquello fue estupendo, pude dormir y descansar un poco de aquel ajetreo que hubo en casa las primeras semanas. Me levanté y vi que Nat y Clara no estaban en la habitación. Fui hacia el salón y me las encontré allí. Natalia estaba sentada en el sofá y sostenía a Clara sobre su pecho. Me acerqué a ella y me senté a su lado después de darle un beso a cada una, y dándole las gracias a la mayor por lo que había hecho.

Dejamos a Clara en su cuna mientras dormía y nos quedamos las dos solas en el sofá de nuestro salón. Nat me recostó a su lado mientras me abrazaba junto a ella. Volví a sentirme como cuando nos teníamos la una a la otra sin nadie más y se me cayó una lágrima. Ella se percató y me preguntó por lo que me ocurría. Yo le respondí – Nat, no llevamos más que un par de semanas con Clara y estoy sintiendo que ya no es lo mismo; que ya no estamos como antes, y tengo miedo... – me miró y me abrazó todo lo fuerte que podía en aquel momento – Lo siento, cariño, estas semanas he estado con los exámenes y te he dejado sola con todo, no me he dado cuenta hasta que me he fijado en lo cansada que estabas por llevarlo todo tú sola; te prometo que todo volverá a ser como antes –. Me quedé allí con ella durante un buen rato hasta que nos preparamos para salir a dar un paseo aquella mañana. Nos vestimos y nos fuimos a pasear con el carrito con capota amarilla de Clara.

Mientras paseábamos por el parque que estaba cerca de nuestra casa, recibí una llamada. Era María. Decía que iba a venir a visitarnos un día de aquellos y me preguntó si podía quedarse en casa. Le dije que aquello no necesitaba una respuesta, que podía venir cuando quisiese. Nos sentamos en unos bancos que había en el parque y saqué a Clara para cogerla en brazos. Me di cuenta de que la gente que pasaba por allí se quedaba mirándome. Se lo comenté a la morena y ella me dijo que estuviese tranquila que era porque éramos muy jóvenes, nada más. Pero a mí lo que me preocupaba no era que me mirasen, era cómo lo hacían.

Entonces escuché a una chica mientras pasaba – Mira esa que se habrá tirado al primer tío que haya visto en una juerga, a las dos de la mañana en un baño y ahora tiene regalito para toda la vida –. Nat se dio cuenta y me miró para ver la reacción que tenía hacia aquello. La miré y le sonreí sutilmente para que creyese que era fuerte y que aquello no me afectaba.

Cuando volvimos a casa del parque acosté a Clara y le dije a Natalia que me iba a duchar para entrar en calor de aquel frio de invierno. Esta me dijo que me relajase en la ducha y yo la besé antes de irme. Entré al baño y dejé la puerta abierta por si ocurría algo. Ya me había acostumbrado a dejar la puerta del baño abierta desde que vivía allí con Natalia. Tras entrar a la ducha y pasar allí unos minutos escuché abrirse la puerta.

Era ella. Venía directa a la ducha. La miré y le pregunté por lo que hacía cuando me dijo – Te he prometido que íbamos a estar como antes, y eso es lo que voy a hacer – añadió – Así que ven aquí y quítame la ropa como tú quieras, guapa –. Le pregunté si estaba loca mientras me acercaba a ella aún mojada. Le acaricié la cara y la besé. Me cogió de le cintura y me acercó a ella abrazándome y besándome tras esto. Sentí que le daba igual mojarse con mi cuerpo. Con mucho cariño le quité la ropa que llevaba puesta y estaba humedecida por haberme abrazado en aquel momento. Llegué a su ropa interior y me quedé mirándola.

Nat no había cambiado nada desde que la conocía. Seguía siendo aquella misma chica morena a la que le brillaba la mirada cuando me veía. Sonreí y la volví a abrazar. Ella me besó y cuando se quedó desnuda se metió a la ducha llevándome con ella del brazo. Pasaron los minutos y nosotras seguíamos allí en la ducha cuando recordé lo que aquella chica dijo en el parque y me paralicé. Ella lo notó y me abrazó nada más darse cuenta. Entonces me preguntó por lo que ocurría y le dije – Nat, pensaba que era más fuerte, pero no puedo aguantar más las miradas de la gente creyendo que me he tirado al primero que ha pasado por delante; no puedo más –.

Salí de la ducha y me coloqué la toalla. Volví a mirarla y me giré, dándole la espalda. Me puse las manos sobre la cara y empecé a llorar. No podía más con aquel sentimiento, aunque quisiera con toda mi alma tanto a Natalia como a Clara. Nat salió de la ducha y ni siquiera se puso la toalla cuando se lanzó sobre mí dándome un abrazo. Me giró y me volvió a achuchar entre sus brazos. Entonces me dijo dirigiéndose hacia la puerta - Ey, Albi, vamos a hablarlo en la habitación más tranquilas, ven. - se puso la toalla, salimos del baño y nos fuimos a la habitación. Allí me dijo que estuviese tranquila, que ella me iba a cuidar y apoyar en todo, aunque me llamasen lo que quisieran. Yo aquello ya lo sabía, pero me seguía afectando lo que me decía la gente.

Estuve varios días conaquella sensación hasta que llegó el lunes y tuve que volver a cuidar de Clarayo sola. Aquello me cansaba mucho, durante la semana no tenía casi ningún apoyopara que me quitase parte de la carga. Ni siquiera tenía apoyo emocional, parecíaque viviese sola con Clara. Yo entendía que Natalia tenía que estudiar mucho enla carrera, pero a mí se me hacía demasiado lo de cuidar sola de mi hija. Cadadía estaba más cansada, pero seguía intentando dar lo mejor de mí a diario.

Nuevas sensaciones - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora