Capítulo 4: El corcho

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Nat y yo entramos por la puerta y María saltó del sofá cuando nos vio. Se la veía muy preocupada, llevábamos muchas horas fuera de casa sin avisarla a ella de nada.

Vino corriendo hacia la puerta y nos abrazó. Le devolvimos el abrazo y le pregunté por Clara inconscientemente. Me dijo que estaba durmiendo pero que hace un rato parecía que tenía hambre y que no había sabido qué darle. Le di las gracias de todos modos por cuidar de ella y le pedí perdón por haberme olvidado de llamarla cuando encontré a la morena.

Entonces me dijo – Casi me da algo cuando he visto que han pasado casi cuatro horas desde que te fuiste y no sabía qué hacer –. Entonces escuché – ¿Cuatro horas? – era Nat, estaba flipando en colores y me dijo – Me has dicho que llevarías un par de horas buscándome, no cuatro –.

La miré y le dije que no había llevado la cuenta que sólo me importaba haberla encontrado. Me abrazó y nos sentamos en el sofá todas. Empezamos a hablar de lo que había pasado aquel día que se me hizo eterno y discutimos sobre cómo podíamos intentar que no volviese a ocurrir. En aquel momento Mari dijo – A ver, estas dos semanas yo os puedo ayudar, pero el resto yo creo que deberíais ayudaros la una a la otra; es decir, Natalia tú le ayudas a Albita con Clara porque la pobre ya no da para más con todo – añadió – Y tú le puedes ayudar a la modelo con sus exámenes, como hacíamos antes, ¿te acuerdas? –.

Le respondí que sí y me quedé mirando a Nat sin decir nada. Ella me acercó a su lado y me acurruqué junto a ella en aquel sofá. Entonces dijo – Cariño, yo voy a intentar cambiar mi actitud y voy a intentar ayudarte con lo que pueda; si yo estuviese haciendo todo lo que tú haces en un día estaría más agobiada que en la universidad –.

Nos reímos de lo que había dicho, pero la verdad era que realmente solía tener ataques de ansiedad, aunque no comenté nada para evitar preocuparlas. Estuve en el sofá un rato hasta que Natalia se ofreció a prepararnos algo para cenar. Eran casi las doce de la noche, pero aquel día la única que había cenado fue ella. Nos preparó una tortilla de champiñones y una sopa que estaba muy buena. Durante la cena estuvimos hablando de las cosas que echábamos en falta de nuestra relación anterior y me di cuenta de que aquella relación que tuve con Nat antes del bebé fue maravillosa.

Terminamos de cenar y fuimos a sofá de nuevo. Estaba cansada, pero no quería ir a dormir todavía. Pusimos la televisión y dejamos la película que estaban echando en el primer canal que apareció. Me recosté con Nat en un lado del sofá mientras Mari estaba tumbada en el otro.

Ni siquiera llevábamos media hora de película cuando escuché llorar a Clara y me levanté corriendo cuando dije – Joder, no le he dado de comer desde las seis de la tarde o más –. Fui a donde estaba Clara, la cogí en brazos y la intenté calmar mientras iba hacia el salón.

Entonces Mari habló – Alba si quieres le doy yo de comer y descansas un rato –. Entonces le dije mientras me reí – Pues mira, es un poco difícil, pero si encuentras la manera de que te cambie mi pecho... – nos miramos las tres y nos reímos. Le dije agradecida por su gesto – Mari, antes le he dado el biberón y si se despierta por la noche se lo daré también así que ahora toca darle el pecho, pero muchas gracias –.

Me senté en el sofá al lado de Nat y me volví a acurrucar con ella, lo único que cambiaba era que llevaba a Clara en mis brazos. Me quité el jersey que llevaba y una manga de la camiseta para poder estar más cómoda. Me negaba a llevar esos sujetadores de premamá o no sé ni cómo se llaman, me parecían horribles. Así que me quité un lado del brallette que solía llevar normalmente y también la protección que utilizaba por si se me salía algo de leche.

Miré a Clara y vi cómo me miraba, tenía mucha hambre y yo me había olvidado de ella. Me sentía fatal por aquello. Le empecé a dar el pecho y noté el hambre que tenía la pobre. Llevaba más de un mes dándole el pecho, pero aún no me había acostumbrado a aquella sensación. Mientras Clara seguía comiendo escuché que me hablaban – Albi, ¿no es rara la sensación cuando le das el pecho? – era Mari preguntándome.

Nuevas sensaciones - ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora