Pasaron los días e incluso varias semanas mientras recibía mensajes de Natalia a diario. A veces los leía y se los dejaba en leído, pero a veces estaba tan enfadada con ella que los ignoraba y pasaba del tema.
Me cansé tanto de sus mensajes, que cambié la foto de perfil que tenía con ella y puse una que me hice con Clara tras la bronca. Yo seguía fatal, pero ver cómo Clara crecía sonriendo me hacía feliz. Pensaba en ella casi todos los días, y muchas noches lloraba pensando en cómo estaría; pero no fui capaz de llamarla, ni de contestarle ni una sola vez.
Llegó el verano y me dieron unas semanas de vacaciones antes de volver en septiembre. Yo era profesora y daba clases a niños y niñas de secundaria, por lo que tenía bastante tiempo libre en verano antes de empezar a trabajar.
Por las mañanas me había acostumbrado a ir al parque de al lado de casa a caminar con el carrito de Clara. Solía ir hacia las nueve de la mañana para no tener mucho calor durante el paseo. Dábamos una vuelta por allí y nos sentábamos en un banco a la vuelta para que nos diese el sol, ya que a Clara le gustaba.
A las tardes solía quedar con gente que había conocido, otras madres de la guardería de Clara o incluso compañeras de trabajo que eran mis amigas. Pasé así unas semanas mientras además de aquello empecé a aprender a tocar la guitarra, ya que me venía bien para acompañarme mientras cantaba. No mucha gente sabía que me gustaba cantar y tampoco lo hacía del todo mal.
Nat era una de ellas. De vez en cuando componía alguna tontería y se la cantaba a Clara para que se durmiese y parecía que funcionaba. Cuando vi que le gustaba que le cantase, le compuse una canción para dormir que se la cantaba cuando la necesitaba.
Un día cuando volví del paseo en el parque con Clara y nos sentamos en el banco de siempre, empezó a llorar. Clara ya tenía seis meses para entonces y había aprendido a tranquilizarla la mayoría de las veces, pero esta vez me era imposible. Estuvo así más de un cuarto de hora hasta que decidí cantarle la canción que le cantaba en casa.
Me daba mucha vergüenza cantársela allí porque sólo lo hacía en casa, pero ya no sabía qué más hacer para conseguirlo. Empecé a susurrarle la canción a la niña y vi cómo se iba calmando poco a poco. Para cuando terminé se consiguió dormir, por fin había parado de llorar. Entonces escuché que alguien se dirigió a mí diciendo – Es preciosa la canción, bueno y tú también lo estás –.
Me sonaba mucho esa voz y cuando recordé de quién era me di la vuelta para mirar detrás del banco donde se situaba ella. Giró y se acercó a mí colocándose en frente de donde me sentaba.
Estaba flipando. Era Nat. Después de dos meses, era ella. Preciosa, como siempre. No sabía qué hacer, ni qué decir; me había quedado en blanco cuando dije muy seca – Gracias –.
Me preguntó si podía sentarse a mi lado y yo asentí. No la había superado aún, pero me parecía un poco tontería el hecho de que no se pudiese sentar allí. Se acercó a mí en el banco y me puso su mano en la mejilla mientras decía – Estás muy guapa con el pelo corto – la miré a los ojos y respondí – Tú también estás guapa Natalia – continué – Supongo que estarás informada de todo por lo que suelo hablar con tu hermana; sigue siendo parte de mí – ella asintió y me preguntó sobre Clara.
Le dije que estaba bien, que había ido aprendiendo cómo relajarla con el tiempo y que cada día estaba más guapa. Me preguntó con cara de necesidad – Albi, ¿puedo verla, cogerla por un minuto?, por favor... –.
Me quedé pensando en aquello, pero vi que lo necesitaba y asentí cogiendo a Clara del carrito. La cogí en brazos y la acaricié antes de cedérsela. Cuando la cogió vi que se le saltaron unas lágrimas de los ojos. La abrazó contra su pecho cuando dijo – Clara, cariño, ¿te acuerdas de mí? – continuó – Soy mami Nat, que guapa eres, te quiero cariño –.
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Nuevas sensaciones - ALBALIA
أدب الهواةSegunda parte de "Ni imaginarlo". Porque tener un bebé no es fácil pero, tenerlo con esa edad aún menos...