Me perdí completamente

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   Me sequé las lágrimas mientras me miraba en el espejo más cercano que podía tener a mi alcance. Me miraba. No podía parar. No me gustaba lo que veía. Me asusté. ¿Desde cuándo me permití llorar por tantas horas seguidas? ¿Desde cuando dejé que mi cara llegue a tal grado de hinchazón? ¿Por qué permito que mis ojos no dejen de arder? ¿Cómo pude permitir que una persona maneje mi estabilidad emocional? Quizá nunca pueda saberlo. Quizá duerma todas las noches con la misma duda en mi cabeza. Girando a mi alrededor. Retrocediendo. Avanzando. Volviendo a retroceder.
   Pienso. Me revuelco muy seguido en mis pensamientos. Me lanzo al vacío en ellos, sin importar qué tan malos sean para mí. No sé qué me faltó. No sé qué cualidad me faltó desarrollar. No sé cuánto sabor faltó en mis besos, ni mucho menos en mis palabras. Me creo insignificante y lo más probable es que tenga razón en sentirlo. ¿Cómo es que no puedo lograr que la persona que más amo me ame? ¿Cómo puedo permitir tantas cosas sólo por un amor que ni siquiera debería llamarse así?
   Recuerdo. El ser humano recuerda. Tiende a recordar en todo momento pero siempre resaltan los recuerdos positivos, por lo que siempre creemos que ese amor fue el mejor del mundo, pero, si nos ponemos a pensar en lo negativo ya no quedan ganas de seguir. Quedan ganas de tirar por completo la toalla. Sólo quedan lágrimas y un dolor en el pecho de verte pasar y ver todos tus esfuerzos en destruirme cada día un poquito más. Sólo queda eso. Sólo queda un corazón roto esperando que, algún día, llegues a sanarlo, porque si no lo sana el que lo rompió ¿quién más? Me decaigo, me levanto, y vuelvo a tropezar. Cada esquina tiene nuestro nombre. Cada rincón de mi casa tu imágen. Cada parte de mí tiene tu presencia. No se puede caminar por la ciudad y no ver una calle que no haya sido transcurrida por nosotros. Las veo y pienso en lo feliz que fuimos, o que tan sólo fuí yo. Las veo y recuerdo. Recuerdo las tardes, los helados, las meriendas, las películas, las siestas, los besos y, lo más importante, los abrazos. Quiero que alguien me abrace como vos me abrazabas. Quiero ser algo. Quiero ser ese alguien que vos para mi eras. Quiero volver a ser parte de vos, pero no. Cuando una relación se llena de mentiras y engaños, de desgastes físicos y emocionales, no queda nada. Nada positivo. Queda desesperación, desilusión, tristeza y agonía de saber que la persona que más feliz te hacía, ya no está.
   No sé qué sigue. No sé cómo se continúa. No sé como se huele un perfume igual y que no sea el de tu cuerpo. No sé cómo conocer una boca que no sea la tuya. No sé a quién contarle mis días y mis mambos. Ya no sé nada. Perdí todo. Siempre supe lo que quise para mí y mi vida, pero perdí esa virtud al seguirte el juego cuando nunca supiste lo que querías. Me perdí a mí completamente. Mi personalidad quedó en el olvido. Nos perdimos. Por más que digas que no, sé muy bien que me perdiste y que vas a tardar en llegar a encontrar un amor tan sincero como el mío y unos ojos que te miren como si fueras la única persona que existiese en la tierra, y la más hermosa. Sé que no vas a encontrarla tan fácil, pero tampoco quiero que lo hagas. Aunque,  ¿qué importa lo que quiero y pienso yo? Realmente el desgaste y las ganas de tenerte son tan fuertes que inclusive me ciego y me olvido de todo lo que me hiciste. De cómo me lastimaste. De cómo me humillaste. De cómo me mentiste y de cómo me perdí en un juego en el que creía que sólo ganaba.
   Quizás algún día ya no queden palabras por escribir, pero, ¿cómo no tenerlas? Si fuiste lo más cercano al cielo que, nunca, pero nunca voy a estar. Ahora solo quedo yo y un sentimiento que curar.

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