Hace tres años
Si había algo que Fingon no soportaba era relacionarse con la gente. Realmente le gustaría hacer amigos, pero por más que lo intentaba sólo acababa aburriéndose inmediatamente en cualquier clase de reunión social que sus compañeros de clase sugiriesen, por lo que terminaba en alguna esquina viendo su celular con interés. Estaba llegando al punto que su madre estaba enfadada porque su hijo, a sus tiernos quince años, no tenía más que amigos casuales, mucho menos una novia. ¿Cual era su problema? Él seguía intentando y lo único que ella hacía era criticar.
Esa misma mañana había mentido diciendo que se juntaría después de clase con unos compañeros, pero simplemente se paseó por el mall y se sentó en una cafetería a pasar el rato hasta que dieran las seis... y apenas eran las dos de la tarde. ¡No tenía nada interesante que hacer!
-¿No tienes amigos con quienes ir?-preguntó la mesera mientras recogía la cuenta y su propina.
Fingon hizo una mueca.
-No.
-Lo siento por ti, chico.
Con desgano, recogió su mochila y salió a dar otra vuelta, quizá soñar un poco con la ropa que vendían en las tiendas más caras. Que patético debía verse; un jovencito en uniforme escolar vagando sólo por ahí.
Se detuvo frente a una llamativa tienda, mirando con anhelo el vestido que portaba un maniquí, y encogiéndose de hombros, decidió entrar, fingir que tenía dinero, y probárselo. Y si al final no resultaba tan caro, más tarde podía poner la excusa ante su madre de que le había tocado a él pagar por el almuerzo o alguna tontería.
Sin mirar el precio, buscó la talla correcta y se encerró en el probador, deshaciéndose del incómodo pantalón gris y la camisa rígida. El vestido no sólo era bonito, si no también fresco y suave contra la piel. Salió unos momentos, decidido a verse en el espejo que estaba en el pasillo, y se topó de lleno con alguien. Sin sus zapatos, sus calcetines lo hicieron resbalar en el suelo de madera reluciente, y de no ser porque la otra persona reaccionó a tiempo, se habría dado un buen golpe contra el piso.
-Mis disculpas, estaba distraído.
Santa mierda— ok, Fingon tenía que admitir: jamás en toda su existencia había conocido o visto a un hombre tan guapo en sus miserables quince años de existencia. Jamás.
Cabello rojo (¿como se puede no ser sexy con cabello rojo?), ojos grises, alto y ataviado con un elegante traje que a simple vista parecía costar lo mismo que su matrícula escolar. El desconocido dejó salir una suave risa, seguramente por la cara de estúpido que tenía en ese mismo momento, y lo colocó de nuevo en balance gentilmente.
-Perdón por la molestia-reiteró.
-Yo... está bien,..-logró decir con un hilo de voz, y se maldijo internamente.
Entonces su pie rozó contra algo y bajó la mirada, sintiéndose regresar a la realidad cuando notó que había dejado caer al suelo su maldito teléfono —otra vez esa semana— y se apresuró a recogerlo. Nop, ya estaba hecho para siempre: pantalla rota en mil pedazos. Ya más tarde le recriminaría a su padre por dejarle su viejo celular en vez de comprarle uno nuevo como la gente decente hace.
-¡Oh, no era mi intención...!
Fingon se ruborizó, avergonzado.
-N-No pasa nada, y-ya estaba así antes.
El apuesto pelirrojo no pareció convencido pero asintió, y a continuación lo miró de arriba a abajo. El chico se sintió morir, ¿que acaso este hombre quería acabar con él con cada una de sus acciones?
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Babyboy
Fanfiction[Silmarillion modern AU/ russingon] ⚠️ temática BDSM, por favor, mantener respeto. Fuera de las miradas la pareja perfecta esconde un secreto que muy pocos saben.