Capítulo Uno:Del olimpo a la olvidada tierra

119 20 15
                                    

El olimpo, hogar de dioses que alguna vez fuero alabados, queridos, y temidos por sus seguidores, que ya hace más de diez siglo que no daban tributo a sus dioses... Y con el tiempo, estos desaparecieron... Pero, no todos los dioses se volvieron polvo, Umi, la diosa de la guerra, conocida por los mortales como "Ares" seguía con su deber de cuidar el Olimpo, sentada frente la puerta que llevaba hacia la tierra de los mortales, sin ya esperanza alguna de que algo pasara.

Ya había pensado más de una vez en abandonar su deber, pues por las noches su soledad la consumía, y libraba sus penas con alcohol que de una vasija en una se iban acabando... Pues solo hací conseguía librar su alma de la soledad, y conseguir el sueño.

Durante mucho tiempo deseo estar acompañada, como en los días que las oraciones se podían oír sin parar, y ella podía buscar una mujer para pasar las noches de penumbras.
Sin temer a la soledad...

Y hací en ella nace el valor para dejar el Panteón, con la idea de bajar al mundo de los mortales y revivir eso tiempos que ya solo son recuerdos.

Umi abandono su posición para cambiar su ropaje, dejando su armadura, espada y escudo por una túnica, no sabia que era lo que le esperaba, tenia muchas preguntas en mente.

-¿Habrán mortales todavía?, ¿acaso se llevara acabo una guerra? -Pensaba dudosa mientras daba forma a su vestimenta.

Y al terminar, decidió llevarse una navaja para su protección, tenia dudas sobre sí el mundo estaba en paz, y prefirió ir preparada y atenta.
Tomó una pequeña bolsa de tela e introdujo en ella una túnica extra y algunas manzanas para comer.

Ya lista para partir dio vuelta a su cabeza para ver una vez más el Olimpo, la que fue por años su hogar, y su martirio.

Creyendo que hací superaría la soledad, se fue... Apareciendo en el paso de un puede de madera, que atravesaba un pequeño río no muy profundo, el agua apenas llegaría a sus rodillas si estuviera en medio del río.

Se sintió perdida al ver a su alrededor, no tenia idea de donde se encontraba, era un lugar tranquilo, pero al mirar más allá, lo que parecía ser un bosques era en realidad un parque, no era consciente de esto y al ver que a lo lejos avían grande construcciones, se sintió intimidada, con un nudo en la garganta camino hasta llegar al final del puente, y se mantuvo a una distancia media del muro buscando el final de este, escuchando ruidos extraños y desconocidos para ella, además de alguna voces al otro lado.

Mientras caminaba pensó que no debían dejar que se supiese quien es en realidad, tendría que ocultarse para no levantar sospechas, pero las personas de el lugar donde apareció eran diferente a las que imaginaba.

Umi siguió caminando con poca confianza, de estar en un lugar donde lo único que se oía era su respirar, a ser bombardeada con ruidos que nunca imaginó... Y un ruido familiar llamo su atención.

-¿Risas...? -Cuestiono buscando quienes producían ese nostálgico ruido.

Recordando una de sus peores memorias...
-Padre... -Dijo enojada haciendo unos ruidos de disgusto, sin notar que los pasos se acercaban.

Dos chicas se le acercaron preguntándole donde había comprado su ropa, Umi no tomó sus palabras en cuenta, bajando la mirada.

-No tengo tiempo. -Dijo enojada, pasando entre las dos jóvenes.

Camino con una paso acelerado sin tomar en cuenta que fue grosera, llegando por fin a la entrada del parque, alzando la mirada, observó las calles, las personas, la ciudad... Se sorprendió mucho de todo lo que veía, a pesar de que hubieran tantas personas... ¿Ninguna les daba una ofrenda?, la ira de Umi crecía cada vez más, se olvidaron de ellos aun cuando les dieron lo mejor para vivir...
Dio un suspiro, y siguió caminando, viendo la ciudad con desprecio, sin animo alguno de seguir explorándola. Los autos eran algo desconocido para ella, al igual que los aparatos electrónicos, se sentía incómoda con todas esas cosas por todos lados...

Umi se las arreglo para pasar de una calle a otra, pues ver a los autos con personas dentro le parecía muy inquietante. No tenia paz en ningún lado en esa gran ciudad, que de momento no sabia su nombre, ni su ubicación.
Ella pensaba que la ropa que llevaba no era la adecuada para andar por esa ciudad, todos hacían comentarios de ella o trataban de hablarle, ella no lo sabia, pero trataban de tomarse fotos con ella, pensando en que iba disfrazada, pensó en buscar algún lugar donde obtener ropa para cambiarse.
Pero no sabia de que forma se pagaban.

-¿Y si cambio una túnica? -Pensó Umi buscando con la mirada un lugar donde ofrecerla.

Vio un lugar donde tenían ropa, y fue allí esperando aceptaran su propuesta, se acerco a la encargada para hablar con ella, Umi sabia que sus túnicas no estaban echas de una simple tela, y esperaba que la encargada también viese eso, después de que la encargada reviso la túnica extra que llevaba Umi, llamo a una mujer más grande de edad, y ella acepto la propuesta de Umi, intercambiando una de sus túnicas por dos conjuntos de ropa, y trato de vender la otra, la mujer se negó, y dijo que eso era lo único que aceptaría.

Umi comprendió la decisión de la  mujer y pidió solo que la dejara cambiarse, la mujer le permito eso, y Umi cambio su túnica por una playera blanca con una linea roja en horizontal, un pantalón de mezclilla color azul oscuro, al terminar de cambiarse salio de la tienda sin rumbo fijo, la noche no parecía estar cerca, pero no tenia un lugar donde quedarse ni dinero.
Era necesario que de alguna forma consiguiera un lugar para pasar la noche, pero no se quedaría quieta, había estado por muchos años sin poder ir a algún lugar nuevo, estar sin nada que hacer no era una opción.

Empezó a deambular por todas las calles solo yendo por las que menos aparatos tenían, trataba de encontrar un lugar para cubrirse y pasar la noche...

Veía pocas personas por donde iba, y trataba de recordar la última vez que estuvo en el mundo de los mortales... Ya había pasado mucho desde esa ocasión, y no era un recuerdo claro para ella, por más que trataba, no lograba recordar cuando y que hizo en aquella ocasión...
Siguió caminando sin un lugar en concreto al cual dirigirse, escuchando un tenue cantar, acompañado de un piano, Umi se sobre salto, y trato de encontrar de donde salía la música, llegando a calles escondidas donde sorprendentemente habían personas, vestidas con trajes de oficina y bien arreglados, que hablaban en murmullos muy tenues, haciendo que Umi volviera a ser notada por las personas que se encontraban en aquella alejada calle.

Umi siguió buscando la fuente de la música, llegando a una cafetería bastante amplia, entró, y vio un numeroso publico acomodado en distintas mesas, todos le prestaban atención a la pianistas, que cantaba melodiosamente mientras tocaba un piano sobre el escenario, Umi quedó perpleja al ver a la pianistas, tenia el cabello no muy corto, llegando un poco más abajo de sus hombros, de color rojo y tes blanca, con unos ojos purpura que te pedían a gritos mirarlos... Umi la veía atenta, prestando toda su atención a aquella hermosa joven.
Que llevaba un vestido negro muy elegante, y unos guantes negros que llegaban hasta antes de sus codos.

—Sus ojos, esa voz... Debe ser ella, es perfecta. —Dijo decidida, Umi venia buscando compañía, y no se rendiría hasta que la joven pelirroja la acompañara durante las noches de soledad.

Olvido sus problemas, y solo pensó en tener a la joven a su lado, ya nada era más importante... Que enamorarla...

Soledad Divina: Burlas Entre Guerras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora