Todos los días al salir de la universidad mi corazón latía más rápido, mis manos sudaban, mis piernas temblaban solo de recordar lo que pasaría al cerrar puerta de mi cuarto. Tenia miedo, acaba de cumplir dieciocho años, hablar de esto con mis padres u otras personas significaría una visita urgente a un psiquiatra. Era consiente de que todo lo que pasaba desde hace dos meses era un delirio, me negaba a aceptar, siendo una persona racional y escéptica, que el hombre que me visitaba a diario, que tocaba mi cuerpo día tras día fuera una mera alucinación.
Aunque tal vez mi mente enferma se aferraba a él.
...
Todo comenzó una noche en que mis histriónicos padres salieron por una semana romántica a parís, nosotros vivimos desde siempre en Italia.
−¿Segura que estarás bien sola?−mi madre se despedía de mi, mientras mi padre dejaba las maletas dentro del auto.
−Claro que sí, Mamá−rodé los ojos−Ya no soy una niña, maldición.
−Ese vocabulario−se quejó dándome un pequeño golpe con los nudillos en la frente.
−Lo siento, espero que disfruten mucho en París−dije abrazándola con fuerza.
−Vamos a extrañarte mucho−sonrió separándose de mi.
−Yo igual, Mamá−nunca había estado tanto tiempo lejos de ellos, a pesar de mi edad y de las muchas salidas con mis amigos, amaba estar cerca de ellos, después de todo tendría mucho tiempo para estar sola cuando fuera una exitosa doctora.
−Muy bien, Sakura, esperemos que cuando vuelva la casa este donde la dejamos−mi padre se paró frente a mi para carcajearse en mi cara.
−Eres cruel conmigo, Papá−hice pucheros y crucé mis brazos. El lograba hacerme parecer como una niña malcriada cada vez que podía.
−Tu Padre está bromeando, ¿no querido? −suspiré al ver como pellizcaba "discretamente" uno de sus costados para después enfrascarse en unas de sus típicas discusiones que más parecían riñas de jardín de niños.
−Deberían apresurarse, podrían perder su vuelo−interrumpí.
Después de eso y de llenarme de rápidos besos, el auto de mis padres desapareció en el horizonte, entré a mi casa y todo se sentía tan silencioso sin ellos que asustaba, encendí la televisión y me dispuse a ver lo primero que encontré en la televisión. La verdad, no deseaba ver nada, pero el ruido de voces menguaba la ausencia de mis ruidosos padres.
Fui al refrigerador para coger algunas botanas y me recosté en el sillon frente al televisor, al hacerlo algo vibró en mi espalda haciendo que saltara un poco de mi lugar. Era mi celular, no dejaban de llegar mensajes del grupo de la Universidad, al ser el primer año todos querían conocerse entre si y organizar fiestas cada vez que podían.
Respondí algunos mensajes que eran más académicamente importantes y a Ino y Naruto, ellos eran mis mejores amigos desde siempre, estar en la misma universidad era un sueño para mi. Aproveché para invitarlos a casa, pero Ino estaba comprometida en algo con su novio Sai, claro tener sexo salvaje era mejor panorama que comer helado de un valde con tu mejor amiga y Naruto tenía entrenamiento de Jiu-jitsu.
Resignada comencé a poner atención en las imágenes del aparato frente a mi, al parecer se trataba de la típica invasión alienígena de suspenso, yo no creía para nada que eso fuera posible, de todas las galaxias y mundos dentro de ellas, la tierra no me parecía especial como para ser visitada.
No me di cuenta cuando todo estaba oscuro a mi alrededor y la película había terminado, me quedé dormida sobre el sofá. Suspiré de cansancio, la ultima semana había sido de exámenes y quemé mis pestañas día y noche para ser la mejor. De nueva cuenta me dirigí a la cocina por un poco de agua para llevar a mi habitación.
−No veo nada−encendí la luz de la cocina y llené uno de los vasos, volteé perezosamente y fue cuando lo vi, un extraño parado al medio de la habitación. El vaso que traía entre manos calló haciendo añicos y derramando agua. Grité tan fuerte que mi garganta dolió. −¿Q-qué haces aquí? Llamaré a la policía.
−Esto es agua−afirmó agachándose para tocar el charco del piso.
Por mi parte corrí al teléfono ubicado en unas de los estantes de la cocina.
−No te esfuerces, bloquee la señal a entrar aquí−le devolví la mirada y él no parecía inmutarse siquiera, matenia una inescrutable mirada de indiferencia, sus ojos eran negros como la noche al igual que su desordenado cabello, su nariz era recta acompañadas de una piel blanca que contrastaba, además con una vestimenta completamente negra.
Sin poder creérmelo levanté el teléfono y efectivamente no tenia tono de marcar. Recordé dejar mi celular en el sofá y fui por el intentando no darle la espalda en ningún momento. Encendí las luces de la sala y busqué el bendito aparato, pero no estaba por ninguna parte, maldije mi suerte, maldije a mis padres por dejarme sola y a mi misma por no acceder a las clases de defensa personal de Naruto.
−El dispositivo que buscas está en tu bolsillo, Sakura Haruno−grité otra vez al escuchar su grave voz tras de mi.
Tanteé los bolsillos de mis jeans y ahí estaba, sin duda ese psicopata era bastante observador, quise llamar, sin embargo estaba muerto al igual que el teléfono fijo.
−Bloquee toda señal, es inútil−repitió, su voz monótona me daba escalofrios.
−Si quieres dinero hay una caja fuerte en la habitación de mis padres, es la del fondo del pasillo arriba, te daré la convinacion−con un poco de suerte podía darle con un botella en la cabeza cuando estuviera distraído.
−No estoy aquí por vanidades, Sakura−mi respiración se hacia cada vez más superficial, era la segunda vez que decía mi nombre ¿Cuánto tiempo estuvo espiándome? ¿Cómo puede bloquear señales telefónicas? Mi lado paranoico me decía que era parte de una confusión de la mafia o del gobierno, ya que, por supuesto mi familia era honrrada.
−Entonces ¿que quieres?−susurré esperando lo peor.
−Cumplir mi mision−en un parpadeo estaba a unos centímetros mi, tanto que sentía el calor de su cuerpo.
−Por favor−supliqué−No me hagas nada.
−Solo por esto estoy aquí−lo próximo que sentí fue un golpecito en la frente, fuera de contexto seria tierno, pero con eso logró que todo mi cuerpo se sintiera como gelatina.
Un calor agradable rodeaba toda mi piel y mi vientre cosquilleaba, tarde unos segundos en asimilar que lo que sentía era excitación.
−¿Qué me hiciste? Me drogaste...−reclamé, el puso una de sus manos en mi cintura y gemí, estaba sensible y receptiva.
−No tengo tiempo para el ritual que suele hacer para unirse carnalmente y somos demasiado civilizados como para forzarte a nada−no pude comprender a que se refería, mi mente cada vez tomaba más atención en sus labios, su cuello, sus dedos haciendo círculos en mi cadera.
−¿Vas a violarme?−las lagrimas hicieron acto de presencia, después mi lado racional decía que todo eso era producto de alguna droga muy efectiva y a la mañana siguiente despertaría desnuda y sin recordar nada.
−Tomaré tu cuerpo, pero te gustará, vas a gemir y gritar de placer, pedirás más y más−el todo de su voz seguía igual de impersonal, pero de todas formas me calentó escucharlo.−Empezaré por aquí.
Gemí al sentir su mano acariciar mi entrepierna, me aferré a su playera negra con fuerza, tal vez fuera efecto de una droga, pero me sentía en el cielo.
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Escepticismo
Teen FictionEra consiente de que todo lo que pasaba desde hace dos meses era un delirio, me negaba a aceptar, siendo una persona racional y escéptica, que el hombre que me visitaba a diario, que tocaba mi cuerpo día tras día fuera una mera alucinación.