JASON. (DEADEYES). II

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—Jason–

—¡YAA MATENME DE UNA VEZ POR FAVOR! –
Grite mientras entraba en llanto.

—ten cuidado con lo que pides niño, ¿no crees que si quisiera matarte ya lo hubiera hecho?–
Hablo con una sonrisa maquiavélica.

—¿nno?–
Dije mientras intentaba limpiarme las lágrimas.

—No niño, tu te vienes con nosotros–
Dijo antes de que me taparan la cara con un pañuelo y me desmayara.

Al despertar pude escuchar varias voces hablando, estaba en una cama, pero no era un hospital, intente recorrer todo el lugar con la mirada, buscando las posibles vías de escape, era una habitación, habían muchos recuadros con pinturas del hombre de la cresta roja y el tatuaje facial de la luna, ese símbolo también estaba en todas partes.

De forma repentina la puerta se abre y entra el mismo sujeto de la cresta roja, intente cerrar los ojos para que el crea que yo aun no había despertado.

—No te hagas el dormido, ya te vi–
Exclamó el hombre mientras se sentaba en un costado de la cama.

—¿Como dijiste que te llamabas?–
Pregunto el hombre apenas abrí los ojos.

—Jason–
Respondí seriamente intentando averiguar que quería el de mi y porque no me ha matado aun.

—¿Sabes a cuantos de mis hombres mataste con tus malditas flechas?–
Pregunto el hombre con tono de enojo.

—Nno lo sse, ssolo quería esccapar–
Respondí tartamudeando e intentando no llorar.

—¡Mataste a 14 de mis hombres!, pero yo no soy tan malo, eres el único sobreviviente de el campamento y ya los dieron a todos por muertos, ¿sabes lo que significa eso?–
Explico el hombre mientras me mostraba la primera plana del periódico de hoy.

—Significa que nadie me va a buscar porque no existo...–
Entendí mi situación muy rápido, me resigne a que en cualquier momento moriría y nadie lo sabría, ni mis padres, ni amigos.

—Exactamente, pero cambia esa cara, tengo planes para ti...–
Exclamo con una sonrisa mientras se levantaba de la cama y me hacia señal de que lo siguiera.

Apenas me levanto de la cama el saca un arma y me apunta a la frente.

—¿Sabes que es esto?–
Preguntó mientras afincaba la fría arma de metal en mi frente.

Cerré los ojos con fuerza y dije.
—¡Un arma!–
Al abrirlos de nuevo porque el no me disparo, me doy cuenta de que volteo el arma hacía el.

—Exactamente,  y ¿sabes usarla?–
Preguntó mientras la colocaba en mis manos y apuntaba hacia el.

—¿Me quieres matar?–
Pregunto el hombre con una sonrisa maquiavélica.

—¿Y si lo hago que?, ¿luego tus amigos mataran a mi?–
Respondí a su pregunta con otra, sin dejar de apuntarle.

—Tienes bolas y también piensas, me caes bien, por cierto me llamo Viktor–
Respondió muy relajado mientras yo seguía apuntándole.

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