Admirador Secreto (2/3)

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"...nada me haría más feliz que conocerte, pero debo reconocer que aún no me siento lista para dar ese paso. Que te parece si seguimos conociéndonos por este medio, y así, algún día podremos vernos y tomarnos esa tan esperada taza de café... estoy más cerca de ti de lo que tú crees"

Esto rompía el corazón de Adam nuevamente, no podía entender tanta maldición en el rubro sentimental. Aun así, poco le duró el sabor amargo del rechazo, pronto sus latidos lastimeros cambiaron por fuertes pulsaciones que reventaban su pecho, tanta fue su concentración en las letras que no reparó en pequeños detalles que daban un toque macabro a la entrega de esta última carta. Ahora que la serenidad volvía a sus sentidos, se cuestionó lo siguiente:

– ¿Quién entró a mi domicilio y puso la carta en el comedor?

-¿Quién entrega correspondencia en altas horas de la noche?

Asumía que el sobre había sido colocado recientemente en la mesa por encontrarse aun húmedo. Con angustia buscaba alguna pista que diera respuesta a tan aciaga sorpresa, cuando en una reacción de vil asombro, Adam me relató el sentimiento horrido de su piel erizándose ascendentemente, al ver marcas de lodo que daban forma a la suelas de unas botas saliendo del closet de su sala-comedor. Pisadas con dirección hacia la puerta principal, hacia la salida del departamento. Alguien había pasado parte de la noche en el closet, observando, esperando el momento justo para dejar la carta. Adam recordó haberse levantado a orinar en una hora indeterminada. Pudo haber sido en ese momento en que el visitante se haya escondido al escuchar ruidos. Pero ahora se cuestionaba con pasmo y enojo: ¿Cómo pudo entrar?

Recibí su nerviosa llamada al amanecer y entramos en alerta, no me presenté a trabajar alegando malestar y me dirigí a toda prisa a su departamento, aún quedaban unas débiles marcas de las suelas sobre la alfombra. Me acerqué al closet y lo abrí de par en par, los ganchos con ropa estaban corridos hacia los costados. El que estuvo dentro había separado las prendas para hacer espacio. Adam me miró con ojos saltones, le pedí calma y le acompañe a sentarse, llamé a la policía y pronto fueron al lugar. Se entrevistaron con los posibles sujetos que pudieron irrumpir en el domicilio.

El portero alegó no percatarse de nada extraño esa noche, la lluvia tampoco le permitía moverse con facilidad de su sitio. Afirmaba con vehemencia no haber visto a nadie entrar durante las sombras; aunque, después de ejercer presión los oficiales, confesó haberse quedado dormido de 1:00 a 2:00, 2:15. Rogó no ser delatado. Se entrevistaron con conserjes e inclusive el dueño del edificio. Nadie dio respuesta aclaratoria. Los policías prometieron estar alertas y dar rondines en la zona, sus palabras conciliadoras fueron que no pasó a mayores. Antes de irse los oficiales, le preguntaron a mi amigo acerca de la carta. ¿Quién la había enviado? La respuesta de Adam fue "mi madre", habrá dicho esto para evitar la engorrosa y embarazosa explicación de las cartas por correspondencia, o por querer proteger la identidad de Madelyn. Los azules se encogieron de hombros y se retiraron con una sospecha de tomadura de pelo.

Lo miré inquisitivamente y el silencio fue su respuesta. Le pedí salir del departamento para platicar del tema, lo cuestioné tratando de hacerle ver el peligro que esto acarrea, nadie sabía con exactitud si Madelyn era una loca de atar, o peor aún, si era otra persona. Era evidente que a Adam le costaba trabajo aceptar esa idea. Le pedí se mantuviera alejado de cualquier posibilidad de contacto con su misteriosa amiga por correspondencia.

Ocupamos el resto del día en distraernos de su agitado comienzo, visitamos lugares que nos devolvían a nuestra juventud y evocaban viejas anécdotas que parecían olvidadas; reímos con fuerza como hacía mucho tiempo no lo hacíamos. A ratos, y cuando parecía que los nervios se destensaban, tratábamos de adivinar la identidad del remitente de las cartas; por alguna extraña razón pensamos coincidentemente en el portero, su raro comportamiento y posibles tendencias homosexuales lo hacían un blanco fácil para pensar que este estaba obsesionado con mi amigo, además de la facilidad de tener acceso a todos los departamentos del edificio. Este tipo de comentarios hacían sentir un poco culpable a Adam, pues pese a que el tipo no era de nuestro agrado, nunca pensamos que él sería capaz de realizar un acto de tan mórbida índole. Estoy seguro que cuando Frederick hacia sus prolongados silencios, pensaba inevitablemente en Susan.

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