Admirador Secreto (3/3)

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Ninguno de los dos se animaba a dar un paso, tuve que reaccionar y para tranquilidad de mi invitado me puse a revisar en todos los rincones de la casa, hasta hacerle ver que estaba seguro ahí. Aproveché también para telefonear a un buen amigo neurólogo, sabía que no tendría complicación con la hora tardísima de la llamada y agendar cita con para que le diera espacio a Adam al día siguiente; ese momento en que me ocupé, Adam lo aprovechó para ver el contenido de la carta: – "¿Que te pareció mi hogar? Prometo pagar la visita." Estaba escrito con letras grandes y erráticas.

Temprano en el consultorio, el doctor Philip Argon, revisaba a Adam, su sistema nervioso estaba quebrado, las duras y fuertes emociones por las que había pasado, habían hecho de él un conejillo enfermizo. La mirada ausente de Frederick chocaba contra los títulos y fotografías abstractas que colgaban en las paredes de su consultorio. Pude ver su rostro demacrado reflejado contra la luz de la lámpara pupilar, su piel clara tomaba tonos amarillos y sus pómulos sobresalían. Parecía que su rostro colgaba, dándole un efecto fantasmagórico, la falta de sueño cobraba cara renta a su semblante. Philip recetó a su nuevo paciente lexatin, un fuerte fármaco para hacerle dormir, me ofrecí para estar al pendiente de él. Temíamos una fuerte recaída e inclusive el doctor me mencionó casos de suicidio en situaciones de paranoia extrema.

Adam necesitaba reposo, veía como en el asiento de copiloto su figura encorvada hacía enmarcar los huesos de sus vertebras, no comía, no dormía, vivía bajo un fuerte estrés, sentí compasión por él. Me pidió ir a su departamento, quería dormir en la comodidad de su cama, no reparó más en los funestos sucesos acontecidos en su hogar.

Por el retrovisor me percaté de la compañía de los oficiales, nos seguían de cerca y en el asiento trasero viajaba alguien más que no pude enfocar con claridad. Con un chillar de sirenas me pidieron estacionar mi vehículo.

Los dos policías calvos bajaban de la unidad, acercándose con una aire déspota y autoritario. Observaba por el espejo lateral su grotesca figura a un lado de mi puerta, del lado del copiloto, estaba el otro oficial, al fin pude ver sus nombres bordados en sus uniformes, McKeenan y Carlol. Me preguntaban por el estado de Adam, quien a todas luces se veía deslucido; esta vez parecían más preocupados y empáticos, fijé mi mirada de nuevo en el retrovisor. Una silueta negra se mantenía en el asiento trasero de la patrulla, nunca pude divisar su rostro por más que agudizaba la vista. No puse mucha atención a la posible letanía judicial, ni mucho menos a la retahíla de preguntas, solo contestaba mecánicamente, estaba distraído por el misterioso sujeto en la parte trasera. Cuando por fin decidieron marcharse, el oficial McKeenan soltó.- "No se preocupe por el tipo de la unidad, es un delincuente asalta-casas". La unidad pasó a un lado y ni así pude ver el rostro del ladrón, sentí su mirada pero jamás vi sus ojos. Adam estaba perturbado, pues estos síntomas que describo son los que vivió Frederick, contados por mí. Comenzaba a tener episodios agudos de paranoia.

Continuamos nuestro viaje hacia su departamento, le ayudé con mucho trabajo a subir las escaleras, el portero no se encontraba (como regularmente sucedía) por lo que tuve que batallar solo en el ascenso de mi amigo a su piso. Adam arrastraba los pies y estaba más desconectado de la realidad a cada paso que avanzábamos. Algunos metros antes de la puerta de entrada, me pidió con sus últimas fuerzas, un encarecido favor que no pude rechazar. Me pidió imprimir las fotos del rollo encontrado en la casa abandonada. Una sonrisa amable fue mi respuesta justo antes de buscar la copia de la llave de su apartamento dentro de una maceta para plantas de sombra.

Una vez que entramos, todo estaba en orden. Había un olor a humedad que se te metía hasta la garganta, seguramente se debía a la falta de limpieza y al clima lluvioso reciente. Recosté a Adam en su cama, le acerqué un vaso con agua y su medicamento, al poco tiempo había caído en profundo sueño. Verlo en esa calma me hizo recordar la paz que solía irradiar antes de estos terribles eventos.

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