▪ Padre ▪

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Lograron llegar vivos a casa, Mercedes no entendía porque tenía un montón de ramas en sus trenzas mientras que Gabo estaba impecable, por ello se sentó en un tronco (usado como silla) que tenían en el porche a murmurar su enojo mientras él entregaba los recados.

La señora Ana se sentó a su lado mientras le sacaba ramitas del cabello, estaba feliz al ver de mejor ánimo a su niña, luego su hijo llegó dándoles rebanada a cada una de un pastel.

—¿Qué hicieron en la ciudad? Noto a mi tierna Merce muy sonriente, estaba preocupada porque estabas seria y temía que fuese por lo de la batalla de panes.

—Gabriel me llevó a la pastelería de Rose, me dio algunos consejos. Además estoy empezando a sentirme muy cómoda aquí, en el instituto estaba todo el tiempo muy seria obviamente, ahora ya puedo relajar mi cara.

—¡Es excelente! Y tienes razón todo lleva su tiempo, has pasado de una rutina estricta por tantos años, a estar en un ambiente de calma, debes estar incrédula ante tanta paz —dijo esto sacándole la última de las ramitas de su cabellera, para luego abrazarla y frotar su mejilla con la de ella, Anita era experta siendo cariñosa.

Estaban contándole a la señora lo sucedido en la ciudad,y lo terriblemente despistadas que eran Rose y Merce al no reconocerse, cuando llegó un aviso del portero, había llegado un coche negro y el cochero solicitaba la precensia de la señora.

—¿A mi? ¿Estás seguro? —Ante la pregunta el portero afirmó —Que extraño... usualmente sólo buscan a Humberto por asuntos de trabajo ¡Ya regreso muchachos! Parece que soy famosa y me solicitan.

Gabriel que tenía muy buena vista para ver a lo lejos, le describía todo lo que ocurría a Mercedes. Al parecer la señora vio a través de la ventana quien era el visitante y subió alegremente al coche, y así, este emprendió a subir la colina por el camino zigzagueante para ir a la casa. Al llegar, la primera en bajarse fue Anita que se hizo junto a Merce a sostenerla del brazo mientras le decía que había llegado alguien muy especial. Esa persona era el Señor Ferrec, padre de Mercedes.

Él era un hombre alto y muy delgado por pérdida de peso, sus cabellos eran rizados negros siendo peinados hacia un lado, y sus ojos tristes tenían el mismo color que su hija, se caracterizaba por mantener un gesto serio que dominaba a los demás y una mirada escrutadora. Portaba un traje elegante, bufanda y sombrero de copa que se retiró al bajar del coche. Todos le conocían como "El honesto" por su total transparencia en sus pocos años de estadista, para luego dedicarse al negocio textil que era de su difunta esposa.

Mercedes le miraba atónita, estaba a punto de correr hacia él llena de alegría, cuando él se le adelantó y le abrazó, le dio un beso en la mejilla y la tomó de los hombros mientras veía aquellos ojos que eran idénticos a los suyos y que él nunca pudo intimidar con su mirada.

—¿Te has portado bien, Mercedes?

—S...si, señor ¿Cómo han estado sus asuntos?¿Los ha resuelto?

—La gran parte... ¿Estuvo bien el viaje?¿Mucho mareo?

—Sentémonos y le cuento.

Hablaron allí sentados en el porche sobre el viaje de Merce y los negocios de Ferrec, Anita le contaba mientras se reía, todo el suceso de la llegada de la joven. Pero luego lo que para Merce era el inicio de momentos llenos de felicidad y sonrisas sinceras como le dijo a Rose, se tornó de frustración al oír la noticia de su padre. Al parecer debía marcharse nuevamente, este si era un viaje prolongado, debía entablar conversaciones con los obreros sobre peticiones que estaban estableciendo e instalar las nuevas mejoras de la fábrica, eran muchos los asuntos por resolver, sólo había ido a Ciudad Naciente para ver a su hija y recibir una importante visita.

Revelándome a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora