Pasan varios días, y la tristeza de Luhan se desvanece con lentitud gracias a la contagiosa alegría de Sehun. Durante un mes entero, ambos se regocijan con los efectos de las dos semanas que pasaron juntos, riéndose constantemente de los dulces recuerdos.
El museo en donde Luhan permaneció tercamente de pie frente a una obra de arte moderno en un vano intento por "entender lo que representa, porque honestamente parece un nugget de pollo". Aquel día cuando almorzaron en un restaurante tradicional, donde Sehun y Sehyun se comieron más de 400 Yuan de comida por su cuenta.
Aquella tarde cuando la madre y el hermano de Sehun fueron a algún lugar y Sehun no quiso ir, así que él y Luhan se quedaron en casa jugando videojuegos, como los geeks que son por dentro. Aquella tienda donde compraron una camiseta de su banda favorita. (Bueno, en realidad no es la favorita de Sehun, Luhan lo sabe. Pero también sabe que el joven la compró para complacerlo, y está agradecido por ello.)
Y como mil otras cosas más.
Luhan siente algo florecer dentro suyo nuevamente, una cosita que había olvidado hace mucho: el romanticismo. Mientras que creció acostumbrado al hecho de que el amor no es tan mágico y perfecto como dicen, que las relaciones a distancia no funcionan y que ver a alguien que te gusta no siempre te hace sentir mariposas, ahora comienza a creer en cosas tontas como las almas gemelas, la armonía y la pasión. El amor de Luhan extiende sus alas como una paloma y emprende vuelo.
Cuando vuelven a hablar sobre las próximas vacaciones, Sehun le dice con un guiño que debería ir comprando su boleto de avión. Luhan menciona un cuarto de hotel que va a rentar, pero el chico de cabello oscuro sacude su cabeza.
―Claro que no. Te quedarás en casa ―dice. Luhan se sonroja con felicidad y le agradece mil veces, y a la señora Oh también.
Como un experto, visita varias páginas en modo de navegación privada para evitar pagar precios ridículos y, un par de horas más tarde, imprime su boleto electrónico con su caprichosa impresora que siempre mancha las esquinas de las hojas con pequeñas gotitas de tinta. Pero no tiene el suficiente dinero como para comprar una nueva (y no quiere tampoco). Le muestra el boleto a Sehun con orgullo, y se ponen tan impacientes que casi empiezan a saltar en sus respectivas sillas.
Las dos semanas que separan a Luhan de su viaje pasan terriblemente lento; reptan eternamente como si quisieran hacerlo morir de ansiedad. Incluso sabiendo que no funciona así, Luhan desea que sus vacaciones transcurran con la misma lentitud. Sin embargo, aprovecha esas dos semanas, tomándose su tiempo para empacar y elegir qué ropa llevar o no con él, para asegurarse de no olvidar nada, incluso cuando siempre se le olvida algo.
Pero igual lo intenta: su iPod, sus auriculares, su película favorita (que espera avergonzado que Sehun quiera ver con él), el trozo de tela agujereada que le gusta abrazar por las noches (no, claro que no, no es un hombre de veintiún años con un juguetito para abrazar); en resumen, cada cosa a la que se siente apegado.
Dos días antes de su despegue, Luhan se da cuenta de que no está para nada preparado; pero el tiempo, por supuesto, de pronto se acelera, y tiene que apresurarse para terminar de preparar su neceser. La noche antes de su vuelo, Luhan no duerme. Se queda girando en su cama, maldiciéndose porque tendrá ojeras y se verá horrible; está sudando un poco y seguramente su asiento quedará sucio; bostezará a cada rato...
Pero al menos, se levanta de la cama antes de que salga el sol y logra llegar al aeropuerto a horario. Bueno, un poco temprano. Pero cuatro horas, eso no es demasiado, ¿no? Luhan pasa sus doscientos cuarenta minutos holgazaneando en un cómodo asiento en medio de una gran sala, con sus manos en un vaso de limonada que perdió sus burbujas hace tiempo.
Su corazón se acelera dentro de su pecho cuando una tranquila y eléctrica voz anuncia por los altoparlantes que "todos los pasajeros del vuelo 3827 comenzarán el abordaje pronto". Con su pequeña mochila (dejó su maleta en la zona apropiada del aeropuerto hace mucho), se apresura hacia las compuertas, le muestra sus papeles a una mujer y, tras caminar ansiosamente por un largo corredor, se sube al avión.
El vuelo transcurre sin problemas, a pesar de que una molesta niñita estuvo la mayor parte del viaje quejándose y llamando a su madre con voz chillona. Con una apocalíptica ligera migraña, Luhan desciende del avión, espera hasta poder recuperar su valija y luego abandona el aeropuerto. Sehun se había ofrecido para irlo a recoger, pero él lo había rechazado cortésmente.
Llama a un taxi y le dice la dirección de Sehun. Resulta que está ubicada exactamente en el otro extremo de Seúl. El viaje será largo. Y la radio del taxi está transmitiendo música de piano, así que Luhan se duerme apenas dos minutos más tarde. El conductor lo despierta algo incómodo, habiendo ya bajado su valija del baúl. El rubio parpadea y le paga, avergonzado, y luego se voltea. Está en una calle tranquila.
Torpemente, levanta su maleta del pavimento (una de las rueditas ya no gira) y camina por la calle hasta encontrar el número doce. Mira hacia la casa de Sehun. Es bella, con paredes blancas y flores por aquí y por allá. Luhan no sabe bien qué hacer ahora. Incluso buscándolos, no encuentra ningún timbre o portero eléctrico, y no se atreve a abrir la elegante puerta negra.
Así que pasa el peso de un pie a otro incómodo, mirando hacia las ventanas de la casa y tratando de vislumbrar a alguien. Tras unos cinco minutos, sin embargo, la puerta frontal se abre y Sehun da unos pasos hacia afuera, caminando en puntas de pie para evitar ensuciar sus medias, ya que no está usando zapatos. Llega hasta Luhan con una sonrisa y frena justo frente a él. El mayor baja la vista, con sus mejillas sonrojándose intensamente.
Su corazón está latiendo con tanta fuerza que puede escucharlo sin problemas. Una vez más, Sehun está a su lado. Físicamente a su lado. Luhan siente una sensación extraña en el estómago, y por un segundo teme que vaya a vomitar porque todo su interior está sintiéndose extraño.
―Debiste haber entrado ―dice Sehun suavemente. Luhan mantiene la cabeza gacha, y torpemente murmura algo de no saber, un timbre y flores.
Pero Sehun lo sujeta por el mentón y lo eleva con cuidado para darle un dulce beso. Luego se aparta y sonríe. Luhan se sonroja. Sehun permanece en silencio por un minuto, y luego toma un hondo aliento.
―Bienvenido a Corea. Espero que disfrutes tus vacaciones ―dice con lentitud, orgulloso, en chino. El corazón de Luhan da un vuelco. Sehun acaba de hablar en su lengua natal y, honestamente, está haciendo que su corazón se derrita. Incluso aunque tenga un acento extraño, que le da a sus palabras la torpeza de un niño que se tropieza con una piedra, casi cae al suelo, consigue recuperar el equilibrio y comienza a correr nuevamente, estallando en risas.
Luhan sonríe, conteniendo unas lágrimas que habrían sido ridículas, y entierra su cabeza en la curva del cuello de Sehun.
―Gracias.
Beben una taza de té y comen con alegría una torta hecha por la madre de Sehun, mientras sonríen en silencio. El final de la tarde transcurre en calma, y juegan juegos de mesa en la habitación de Sehun. Ésta es bastante amplia, y es obvio que ha pasado horas también ordenándola. Tiene una cama con sábanas blancas ubicada en un rincón del cuarto, entre el calentador y la ventana. Le explica felizmente que han puesto un colchón extra para Luhan a su lado. Sí. Un suave, grueso y mullido colchón. Y una manta tibia.
Luego de cenar con Sehyun y la señora Oh, quien, tal como Luhan había cocinado una comida china, cocinó una comida coreana, van al baño uno luego del otro. Antes de regresar ambos al dormitorio, la señora Oh les dice que mañana irán a la ciudad si lo desean. Luhan sonríe. Conversa con Sehun, acostado en su "cama" en la oscuridad, escuchando el sonido de las risas del chico que se ven sofocadas por su almohada.
Sin embargo, cuando deciden que es hora de dormir, se da cuenta de que simplemente no puede. Sus ojos no se cierran y no siente cansancio. Así que permanece silencioso e inmóvil. Sehun está aparentemente dormido ya. Su respiración es audible pero delicada, como el sonido de olas en la distancia, llevado por el viento. Luhan lo escucha. Pasan los minutos. Sus ojos están fijos en el reloj fluorescente ubicado en la biblioteca de Sehun. Pasan una, dos horas. No se duerme. Se preocupa. Rueda en el colchón con nerviosismo. Solloza en silencio por un rato.
―¿Luhan? ¿Estás bien? ―susurra Sehun, sonando preocupado. Su voz es aún más suave por su sueño. Luhan se muerde el labio.
―Sí... No. No puedo dormir ―confiesa. Traga y se quedan en silencio por un par de segundos.
―¿Tienes frío o algo? ―pregunta Sehun―. ¿Quieres otra manta?
―No, no, no te preocupes ―le responde el muchacho rubio. De verdad no quiere molestarlo―. Tengo un poco de frío, sin embargo, sí ―miente, con voz tímida. No siente nada de frío, pero espera que Sehun haga lo que quiere que haga...
Las sábanas emiten un suave sonido cuando Sehun las aparta y sale de su cama. Se agacha y busca a tientas el colchón de Luhan. Cuando lo encuentra, levanta la manta y se desliza dentro, justo contra Luhan. Éste sufre un mini infarto. Sehun está tibio. Ahora siente mucho calor, pero se siente tan agradable que no se atreve a moverse. Sehun es mucho más atrevido que él, piensa.
Tímidamente, se acurruca contra el más joven.
―¿Estás mejor ahora? ―pregunta Sehun lentamente. Luhan asiente.
―Gracias ―murmura. Cierra los ojos en paz. No se duerme enseguida por arte de magia, pero habría sido una lástima si pasaba porque no habría podido disfrutar totalmente de Sehun envolviéndolo con sus brazos o abrazándolo fuerte. Pero cuando finalmente siente que sus pensamientos se vuelven extraños y confusos, le da la bienvenida al sueño con los brazos abiertos.
El corazón de Sehun está latiendo muy cerca de él.
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WebCam.
FanfictionLuhan se queda observando la pantalla; su corazón está completamente callado. Seguramente ha dejado de latir. Permanece inmóvil frente a la computadora durante varios minutos. Es como si, al haber apagado la webcam, hubiera hecho desaparecer a Sehun...