Parte 3. Siempre hay alguien

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Su refugio era la casilla del tío Toto. Ahí nomás, cerca la suya. No era en realidad su tío, pero se comportaba como tal.


Dale, comé nene, que tenés que crecer fuerte, era el mensaje.


Lo cuidaba siempre cuando su madre iba a trabajar al taller clandestino para esas marcas tan famosas o cuando se enfrentaba a cualquiera que le quisiera hacer daño.


-Si lo tocás, te entierro el puñal hasta destriparte, amenazaba Toto , y siempre funcionaba.


Era el refugio de Lauchita, la calidez, la contención, los mimos.


El hombre no se metía con nadie y, lo más importante, nadie quería meterse con él.


Había historias sobre su pasado, demasiadas historias que ninguno quería averiguar si eran ciertas.


No tenía familia, nunca la había tenido, pero era un tipo positivo, porque la calle le había enseñado que de la vida siempre hay que esperar lo mejor. Y para él, lo mejor era Lauchita, a quien quería como un hijo.


-Qué haría yo sin vos, se repetían una y otra vez, mientras sonreían cómplices.


Lástima que el hombre ya se estaba haciendo viejo, no tenía la agilidad de antes, los achaques propios de la edad, la tos que empeoraba cada día...En fin, digamos que la parca le estaba rondando.


LauchitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora