Toto miraba desde la otra habitación, desde el ojo de la cerradura. Sabía que ese momento iba a llegar.
Tranquilo, se decía. Todavía no. Y seguía espiando.
Sino le hacen nada, es un buen escarmiento. Si veo que va en serio, salto.
Y así, mientras los segundos se hacían eternos, Toto, con toda su paciencia, aguardaba. Observar la escena desde el ojo de la cerradura era como entrar en un caleidoscopio, como mirar algo en pantalla grande, como la del cine. Era un espectáculo impresionante. Tal vez, por sentirse ajeno al hecho, o por ser un espía, o simplemente por observar la realidad sin intervenir. Estaba en un estado de paz muy grande, hasta demasiado grande para él. Una paz que muchos envidiarían.
Pero al ver que estaban por gatillar, habló, con una voz susurrante pero a la vez tenebrosa. Como en las películas, una voz de ultratumba.- Te pido que se vayan- susurró a un tal Pimienta desde atrás de la puerta
- Viejo, dejate de joder que para vos también hay - contestó y gatilló.Fueron varias veces gatillar y que no pase nada. Otro, al que le decían el Suela, también lo hizo y nada pasó. Todo era un sinsentido, ninguna arma estaba funcionando, todas se atascaron a la vez.
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Lauchita
Historia CortaUn barrio carenciado. Un adolescente de 12 años sobreviviendo en la marginalidad. Un hombre mayor como su refugio. La muerte acechando.