Capítulo dos.

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A los 20 años me empecé a interesar en política, recuerdo tomar a Perón como un referente. Mi padre, como la mayoría de los textiles apoyaba a Perón. Recuerdo lucidamente aquel día de octubre de 1945 cuando obligaron al general a renunciar a todos sus puestos y se lo llevaron a una isla. Fui junto a mi padre a Plaza de Mayo, junto a miles de personas a pedir por él. Ese año, Juan Domingo Perón, se lanzó a la presidencia para ganar luego las elecciones del próximo año.

Estábamos todos muy contentos porque Perón había nacionalizado los servicios públicos y junto a su esposa Evita hacían grandes cosas por el pueblo. Mi madre no podía querer más a Evita, ¡Se había incorporado el voto de la mujer! ¡Por fin la mujer tenía voz en el pueblo!

Volví de un golpe al presente, el timbre de mi casa estaba sonando. Entré y llegué a ojear el reloj que colgaba de la pared, eran las 9 de la mañana. Fruncí el ceño, pero éste inmediatamente se relajó cuando visualicé a Francisco del otro lado de la puerta.

—¿No tendrías que estar en el colegio?— Le pregunté una vez que ya había abierto la puerta.

Mi nieto me dedicó una de sus picaras sonrisas y me contestó:

—Digamos que se me olvidó.

Negué con la cabeza, sonriendo. ¿Olvidarlo? ¡Pero si tenía puesto el uniforme!

Pensé en la adolescencia que estaba llevando Francisco y no pude evitar sonreír. Me hubiese gustado llevar una adolescencia dónde tuviese que sufrir únicamente por asistir al colegio y escaparme los días de exámenes. Los chicos de antes teníamos otras preocupaciones.

—Estoy pensando que tus padres no saben que estás acá.

—Pensaste bien, abuelo— Me contestó— ¿Por qué no me contás la historia esa de cuándo cumpliste veintiuno? Del tipo ese, Perón.

—Te la conté muchas veces, Fran— Le dije, era evidente el hecho de que buscaba distraerme para no mandarlo a su casa.

—Sí, pero nunca te escuché. Ahora quiero hacerlo— Me dijo riendo.

—Bien— Acepté, sin rechistar.

En 1946, a los veintiún años de edad, tuve que hacer el servicio militar obligatorio que duró un poco más de un año. Allí nos enseñaron entrenamientos y tácticas de defensa nacional, la doctrina militar e instrucciones militares de combate. Terminé en octubre del 1947. 

Si mal no recuerdo, cuatro años después, en 1951, hubo en levantamiento armado a Perón, el cuál falló y en ese mismo año, hubo elecciones nacionales, dónde las mujeres votaron por primera vez. Esas elecciones las ganó Perón, superando a Frondizi. Lo recuerdo bien, porque ese año, también tuve mi primer trabajo formal. Tu bisabuelo, es decir mi padre, pudo conseguirme un puesto en la misma fábrica textil dónde él se había establecido años atrás.

Al año siguiente, para angustia del pueblo, nos enteramos de la terrible noticia de que Eva Perón había pasado a la inmortalidad, a los treinta y tres años de edad. 

Una multitud despidió a Evita y su muerte debilitó al gobierno. Se acentuaron la suba de precios y el desabastecimiento local. Recuerdo estar en Plaza de Mayo en una manifestación de apoyo al gobierno cuándo los opositores a Perón hicieron estallar bombas y se desató una ola de violencia. Era el 15 de abril de 1953. Recuerdo que luego de el estallido de la bomba, Perón intentó continuar con su discurso. Ese día murieron cinco personas y hubo más de cien heridos, por suerte, mis amigos y yo salimos ilesos.

Dos años después, otra vez hubo disturbios. Hubo una marcha de la oposición de Perón y se expulsaron muchos obispos del país, teniendo en cuenta que Perón el año anterior se había distanciado de la iglesia por criticar a la Acción Católica, también hubo mucha quema de iglesias por parte de los nuestros. Aunque finalmente, se dio lo que se llamó Revolución Libertadora, derrocando a Perón.

Durante ese mismo año, un hecho nos conmocionó notablemente: El desaparecimiento del cadáver de Eva Perón.

Pero el año 1955, no dejó de ser especial para mi. Ese año conocí a tu abuela Elisa. 

La conocí gracias a que Omar, uno de mis mejores amigos, me la presentó. Omar, era como el primo de tu abuela. Siempre estaré agradecido con él, por cruzar en mi camino a esa maravillosa mujer. Nos enamoramos de tal manera, que al año siguiente nos casamos, obviamente Omar nos salió de testigo.

Tu abuela era radical, había apoyado en su momento a Yrigoyen y justo en el año de nuestra boda, Frondizi era candidato a presidente. Finalmente dos años después asumió haciendo un pacto con Perón, quién prometía devolver la legalidad del peronismo y devolver los sindicatos, cumpliendo solo con esto último. Al principio, recuerdo que Frondizi fue aclamado, pero los que habían votado por él terminaron por abandonarlo y las fuerzas armadas acabaron por derrocarlo. 

En el año 1963 las cosas mejoraron cuando Illia accedió al poder, con él recuperamos la libertad de expresión y no había más censura: ¡Podíamos salir a la calle y gritar Viva Perón! 

Mientras tanto yo seguía trabajando en la fábrica. Con tu abuela habíamos comprado el terreno y construimos la casa dónde hoy estás, Francisco. La construimos con nuestras propias manos, con un poco de ayuda de los vecinos y de mis padres, quién desgraciadamente murieron ese año en un accidente automovilístico, a los 68 años de edad. Me costó recuperarme bastante de ese golpe, consideraba que eran demasiado jóvenes para morir, me consoló el hecho de que lo hayan hecho juntos. Después de todo, sabía que su amor era demasiado puro como para soportar la muerte del otro.

¿Te acordás que te conté de mi hermano Miguel, Francisco? Bueno, en ese tiempo se nos era difícil comunicarnos. No es como ahora, que con ese telefonito podés hacer de todo. Antes pasabamos mucho tiempo sin saber de nuestros seres queridos si no los teníamos cerca. Volví a tener noticias de Miguel en 1969, el muy loco todavía seguía amando meterse en problemas a pesar de tener cincuenta y cinco años. Resulta que Miguel había terminado en el hospital por formar parte del famoso Cordobazo ese. Qué se yo, ese año, con tu abuela tuvimos nuestras primeras vacaciones, en condiciones no muy normales, después de todo, había viajado para ver a mi hermano moribundo. Miguel terminó por recuperarse.

En ese viaje visitamos con tu abuela el Parque Nacional Quebrada del Condorito y el Parque Sarmiento que terminó por encantarnos, en esa oportunidad también conocí a todos mis sobrinos. Ese año también pudimos comprar nuestra primera televisión, fue todo un logro para nosotros. Al año siguiente, me pasó lo más maravilloso: Al año siguiente nació tu padre.

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