Final.

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En 1989, las cosas parecían mejorar, cuando el presidente Alfonsín fue sucedido por Carlos Saúl Menem.

Menem sancionó una Ley de Convertibilidad del Austral en 1991. La relación un peso, un dolar, redució la inflación y recompuso la confianza en la moneda. Durante ese tiempo vivimos bastante bien, ya que podíamos obtener el dólar barato.

A mi me gustaba bastante, Menem, ¿Sabés? Apoyaba eso del dólar uno a uno, lo que él hizo fue lograr una estabilidad económica sin inflación.

No te voy a mentir, con tu abuela no nos hicimos millonarios, todo lo que tenemos ahora lo conseguimos un poco después. En ese tiempo no había mucha plata, se estaba mejor nada más. Con tu abuela nos pudimos hacer un par de viajes hasta la costa argentina y me permití por última vez visitar a Miguel antes de que fallezca a los 79 años. Ese año tus viejos se casaron. Con tu abuela y tus otros abuelos, los ayudamos a hacerse la casa dónde vivís vos, nene. Se esforzaron mucho por llegar a dónde están hoy, tu mamá vendió hasta almanaques en el semáforo.

El problema con Menem fue que privatizó demasiadas empresas como aporte de llegada de capitales extranjeros al país: Aerolineas Argentinas, YPF, entre otras.

Menem se juntó con Alfonsín en Olivos, para sellar un pacto para reformar la Constitución e influir un cláusula que permitía la reelección de un presidente. Ese fue el Pacto de Olivos y se dio lo de las reelecciones, ya que en 1995 Menem volvió a ser elegido presidente. El año que naciste vos.

Después de eso, empezó el festín. El tipo se tuvo que enfrentar a la CGT, la central sindical esa que ahora está Moyano, ¿viste? Bueno, en ese tiempo la CGT se le puso en contra y empezaron las huelgas y paros. Hubo cortes de rutas y marchas de desocupados, un kilombo la verdad. 

Para 1997, ya todos sus errores se hicieron evidentes y se supo que la Ley de Convertibilidad había terminado por devastar la economía nacional.

Los que teníamos trabajo, no la pasamos tan mal, pero había gente que cayó estrictamente en la pobreza. Barrios que eran territorios fábriles, quedaron arrasados por la desocupación. Fue complicadisímo.

¿Te soy sincero? Yo no quería que terminara el uno a uno. 

En 1997, asumió De La Rua y pasaron cosas importantes también, como el corralito del 2001, pero, ¿sabés qué, Francisco? Ya hablé demasiado.

Como si fuera a propósito, el timbre volvió a sonar y Francisco huyó despavorido a esconderse en el baño, cuando me acerqué a la puerta supe la razón.

Gustavo, mi hijo, estaba con cara de pocos amigos del otro lado de la puerta.

—¿Dónde está?— Preguntó una vez que le abrí la puerta.

—Escondido en el baño, ¿Dónde más?

—Me llamaron del colegio, es la tercera vez en la semana que se escapa para venir acá.

—Bueno, pero te aseguro que está vez, por lo menos aprendió algo.

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