one-shot 3 cuento de Navidad

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“AMOR Y VIDA EN NAVIDAD”

Como hacía tres años, y desde que estábamos juntos, siempre festejábamos la Navidad en algún lugar del mundo.
El primer año, él, como caballero que es, me dejó elegir el destino, el cual fue Londres. Ya para el año siguiente, le tocó a Darién la selección de la ciudad navideña y esa vez fue Berlín, siendo este otro de los puntos repartidos en el planeta que más amaba, donde más cómodo se había sentido durante sus estudios.

Este año, el sitio en cuestión sería en el hemisferio sur, al sur del ecuador, en una ciudad emplazada en el trópico.
Si bien yo no era americana, en estos años a su lado, me había adaptado bastante a las tradiciones de Darién; acostarme a dormir temprano en la Nochebuena y, a la mañana siguiente, despertar para abrir los obsequios dejados por Santa cloos. Un hábito que había comenzado a disfrutar mucho; tenía mucha magia y me recordaba a ese video en el que está junto a sus amigos, desenvolviendo cada regalo y riendo al ver lo que escondían eso metalizados papeles con enormes moños multicolores. 
Esta vez, sería distinto, me había propuesto hacerle sentir la Navidad como yo la había disfrutado desde muy pequeña y en un lugar donde el clima fuera entre cálido y templado.
De alguna manera le haría conocer esa sensación de estar a pocos minutos -interminables por cierto- de la medianoche y estallar en sonrisas, algunas veces en llanto por las remembranzas danzando en nuestros interiores, para después ir -de inmediato- a buscar debajo del árbol navideño, lo que la esperanza nos había dejado en premiación a todo el año.
A él, le fascinó la idea, estaba muy entusiasmado, quería conocer mi estilo en esa fecha tan particular de diciembre, donde todos los sentimientos son depurados y manifestados en forma espontánea.
El clima elegido, esta vez sin nieve, lo había pensado por la calidez y el calor que emanaba Michael, no sólo en se persona o por su apasionada manera de amar, sino que le quería hacer vivir, lo que viví aquella vez, perdida en el tiempo, cuando yo tenía apenas 12 años y lo vi por primera vez en “la escuela”.
¡¡Qué hermosa sensación, el sólo recordarla, me estremece el alma!! Por eso, siempre había tenido ese sentimiento, de que Darién era una fuente de calor, una fogata convocante de seres en derredor suyo, buscando esa candidez que lo hace único, un prodigio de la creación.
Claro que después de haberlo conocido en persona, de habernos enamorado a primera vista –suya-, yo ya estaba enamorada de él desde hacía décadas, me daría con la verdad… Darién, no era una fuente de calor, me había equivocado… él, es una marea de fuego y amor y es implacable con su ardor, quemándome en sus valientes brazos o en la hondura de sus preciosos ojos.
Habíamos alquilado el último piso en uno de los edificios más altos de la ciudad, el cual, contaba con todas las instalaciones de lo más confortables: buena iluminación, tanto de día -con la luz solar- como de noche, con las luminarias decorativas del apartamento. Solamente estaríamos allí durante algunos días, luego, volveríamos a California el día 27 por la noche, porque Darién tenía algunos compromisos importantes antes de Fin de Año.
Esa mañana, ambos, despertamos temprano y nosotros mismos  prepararíamos todo para nuestra gran noche. En el lugar, sólo estábamos los dos, no había empleados; si sus guardias, apostados en los alrededores del gran lobby del piso arrendado, con vista a la inmensa playa que, esa misma noche, se iluminaria con un show de fuegos de artificiales.
Darién, continuó con lo que habíamos dejado inconcluso durante la noche anterior, el armado del gran árbol que gobernaría la sala durante nuestra estadía. Un hermoso abeto natural, adornado con muchas esferas con forma de manzanas y en tres colores, cada cual con su significado y encerrando una intención en cada uno: dorado, simbolizando la luz del sol, el oro, las alabanzas al Supremo Hacedor por todo lo dado durante el año y esperando a que los meses venideros fueran mejores aún; plata, semejando a la luminosidad de la luna, la fortaleza y la nobleza; y desde luego, el rojo, con todos sus atributos y sus contundentes significado: amor y pasión… precisamente, al colgar la primera de estas manzanitas ornamentales, nuestro primer deseo se cumplió, por eso debimos abandonar ambos anoche la tarea…
Mientras mi dulce señor seguía con los menesteres festivos, yo, preparaba lo que sería la cena; algo liviano y regado con un finísimo champagne escogido por Darién.

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