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Siempre he pensado que si conozco al amor de mi vida lo reconocería al instante. Que sería un "es él" como en las películas. Esas películas americanas románticas en las que la chica conoce al chico ideal y perfecto, y por arte de mágia él también está enamorado de ella. Son tal para cual y nada los puede separar porque "él es el elegido". La idea que intento expresar —patosamente debo confesar— es del típico amor de cine en el que el personaje principal conoce a la persona indicada, perfecta para pasar la vida juntos y felices. Pasan los obstáculos apoyándose el uno en el otro y nada los pueden separar. Y lo mejor es que lo saben con el primer cruce de miradas. Saben que es amor y que es "para siempre". Idea introducida por el cine de ciencia-ficción con sobrenombre de "románticas", que hasta las de extraterrestres son más creíbles que esas cursiladas y payasadas con bombones y lazos de color rosa. ¡Una estupidez increíble!
Me voy por las ramas. ¿Que quería decir? ¡Oh, sí! No se porqué, seguramente sea por las ideas de aquellas películas o por la mera inocencia de creer que cuando es amor lo sabes nada más ver la persona. O con el primer beso , con la primera mirada, etc.
Pues no.
Seguramente habréis escuchado mil y una vez, y otra vez ahora la leereis, la frase "No sabes lo que has tenido hasta haberlo perderlo" y debo decir que es una puta verdad como un templo y como el agua de clara y transparente.
Lo digo porque, como ya os habréis dado cuenta, mi historia no será una de cuento y ¿quién sabe el final que esto tendrá?
Una historia de amor en la que se enamoran, están juntos, saben amarse y crecen juntos. Se van a vivir juntos al cabo de unos años y cada navidad la pasan en familia, con suegros, tíos, sobrinos y más familiares de cada parte. Todos juntos y riéndose en la mesa. Que pasen los años y tengan un hijo o dos, tres o cuatro correteando por la casa. Muchos años después, los hijos mayores e independientes con un buen estatus y trabajo, con suerte casados y con sus propias familias. Los enamorados viejecitos en un columpio y maravillados de su estupenda vida y lo mucho que se quieren y se han querido, cogidos de la mano y mirando el atardecer.
Mi historia no es así.
Mi historia comienza un día de, creo recordar, cinco de septiembre cuyo año no tiene significado por ahora.
Empieza una mañana cualquiera. El despertador sonando a las 06:25 y yo pagándolo y maldiciendolo al mismo tiempo. Me doy media vuelta y me tapo con la colcha.
El toc-toc de mi padre en la puerta me despierta por segunda vez y me doy cuenta de que ya son las siete menos algo y debo apurarme si no quiero llegar tarde al primer día de clase.
Medio dormida me preparo, cojo las llaves y la mochila y salgo medio corriendo de casa.
Casi había olvidado el fresco de la madrugada y la escasa luz de la avenida.
En poco más de media hora estaba hablando con mis compañeras enfrente de la entrada del instituto.

Pensamientos en un papel.Where stories live. Discover now