4. La mala "reche"

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La reina de Isla Peseta tomaba un Bloody Mary con su portátil rosa frente a ella. Abrazada a su chaquetón de pelo sintético, daba sorbos intentando poner en orden los últimos acontecimientos de su vida. La llegada al poder, la incorporación de Eilan a su plantilla y la bronca de su madre por un comportamiento de su asistente que ella no había notado. A su correo llegó el esperado vídeo de la rueda de prensa. Puso en bucle el momento en que bajaba de los archivadores y Natalia la perseguía muy pegada a ella. Alba abrió los ojos incrédula mientras sus mejillas tomaban el color de su bebida. Vaya bochorno.

—Majestad, me han ordenado que venga a verla—asomó Natalia en uno de los patios más pequeños del palacio. Alba asintió con la cabeza, cerrando el ordenador rápidamente y pidiéndole que tomara asiento.

—¿Quiere uno? —preguntó amablemente levantando su vaso.

—No me va el zumo de tomate, pero gracias.

—¿Zumo de tomate? Es Bloody Mary, Eilan—la asistente soltó una carcajada que no pudo reprimir—. ¿De qué se ríe?

—El Bloody Mary es zumo de tomate, majestad—explicó, tratando de mantener el respeto para que no se sintiese ofendida. La reina rio junto a ella mientras en su cabeza se procesaba la información: Ah claro, ya decía yo que me recordaba al gazpacho de Peseta Sur.

¡Bruno! —gritó con un tono muy agudo—. Prepárale a mi asistente lo que quiera.

—Una peseta-cola está bien—sonrió. El camarero, de anchas dimensiones y ojos enterrados, tardó menos de dos minutos en traerle la bebida burbujeante. Natalia le dio un buen trago, dejando el vaso a la mitad.

—¿A qué sabe esa cosa tan vulgar? —se interesó la reina al ver que bebía con tanto ímpetu. La asistente le acercó el refresco, y esta aceptó con una mueca de asco. Giró el vaso hasta dar con una parte del cristal que no hubiera entrado en contacto con la boca de Nat. Dio un sorbo y sintió un borboteo en su lengua que no sabía si le gustaba o le desagradaba, solo sabía que quería más. Dio otro buche.

—Parece que le ha gustado, majestad—picó Natalia. Alba le devolvió el vaso apresuradamente y levantó la mano.

—¡Bruno! —el sirviente corrió nervioso hacia ella—. Otra peseta-cola—el camarero marchó a cumplir sus órdenes mientras la monarca se giraba de nuevo a su asistente—. Quería comentarle una cosa... —dijo no muy segura. Miraba a Eilan con claros signos de confianza, como si aquella mujer fuese su conciencia, su mano derecha. Alguien capaz de arriesgar su vida por ella. Es lo que había notado desde que se encontraron por primera vez. Su lealtad, respeto y mirada la llenaban de familiaridad, de seguridad. ¿Cómo iba a echarle la bronca? Lo ridícula que se sintió viendo el vídeo le pareció de repente lo más estúpido del mundo. Un mar de dudas con olas en todas las direcciones ahogaron las palabras que estuvieron a punto de salir de su boca.

—¿Majestad?

—Sí, sí—carraspeó—. En primer lugar, quería pedirle disculpas—suavizó—. Esta mañana he estado un poco... suspicaz con usted—sonrió falsamente. Odiaba tener que pedir perdón—. Es mi primer día en el cargo y bueno... que no apareciese a su hora me desquició. No soporto la impuntualidad. Y luego estaba la rueda de prensa... —volteó los ojos—. Creo que ha entendido lo que quiero decirle.

—Acepto sus disculpas—sonrió confusa Natalia. No podía creer que la mega princesa super reina de Isla Peseta estuviera disculpándose ante ella. Ni en sus mejores sueños. Twelve points goes to República de Isla Peseta, idealizó en su cabeza.

—Y otra cosa más—desvió su mirada. Eso no le gustaba. La reina siempre mantenía firme sus ojos en ella. Había sido adiestrada prácticamente para ello—. No queremos que se pegue tanto a mí. Tiene que haber un espacio prudente entre nosotras, ¿sabe? Es cuestión de protocolo. No podemos permitir que interactúe conmigo como si estuviese con gente de su clase media, ¿entiende?

LEGADO - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora