1.- Lluvia

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Alessa

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Alessa.

Su cabello rubio estaba hecho un desastre. Alessa caminaba por las calles de su ciudad empapada por la lluvia, había olvidado su paraguas en casa a propósito, para poder disfrutar de aquellas gotas de agua caer de manera delicada sobre su rostro. El melodioso sonido que se generaba con el repicoteo de la lluvia, el placentero aroma a tierra mojada, todo después de un largo día de bachillerato, propiciaba una relajación y disfrute inmenso en aquella chica.

Aún a pesar del mal clima, la chica de mirada azulina no podía permitir que su sonrisa se apagase. En esos momentos ni siquiera tomaba en cuenta que tan empapada estaba, disfrutaba de una cosa simple, la lluvia le permitía sentirse en sintonía con la naturaleza.

— ¿No necesitas un paraguas? Podrías resfriarte— mencionó una voz algo temblorosa a sus espaldas.

Alessa se detuvo por unos minutos, dejando de disfrutar la lluvia y pasando a ponerse en un estado de pánico. Sabía perfectamente a quien le pertenecía esa voz.

—E-s-ste y-y-oo...— había comenzado a balbucear.

—Puedo prestarte el mío si quieres.

La fémina no contestó. De manera interna solo estaba rogando que el chico el cual le causaba tal revuelto en el estómago se esfumara.

Ella siempre solía ser muy carismática y se consideraba a sí misma una habladora de primera. Pero cuando se topaba con aquellos lindos ojos color avellana, pertenecientes a ese chico John Sanders, no podía formular oraciones coherentes. No sin tener que balbucear y parecer una torpe tartamuda.

—Si no lo quieres no— John habló por segunda vez con una mueca en su rostro.

El chico en su interior estaba nervioso, pero no lo demostraba. En su mente se estaba reprimiendo a si mismo por haber sido tan estúpido como para haberle hablado a la chica de la que en secreto estaba enamorado, se sentía como el tonto más grande del mundo por solo tan solo haber preguntado si necesitaba un paraguas.

Él se limitó a irse sin más.

Ella se quedó ahí parada con un puchero en su rostro.

Ambos estaban empapados de agua aun así.

—Adiós John— susurró Alessa cuando el chico ya se encontraba tomando una dirección contraria a la de ella.

John.

John llegó a su casa y dejó el paraguas en la entrada, arrojó la mochila al sofá y colocó con cuidado su guitarra recargada en el mismo, mientras buscaba a su mascota con la mirada sin éxito alguno. Algo se encontraba diferente en su casa, no era normal que estuviera tan limpia si su madre no estaba.

— ¿Hijo eres tú?— preguntó la voz femenina perteneciente a la madre de John.

En ese momento todo tomo sentido, la señora Sanders estaba en casa, por eso el ambiente estaba tan aromatizado y los alrededores limpios.

Alessa & JohnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora