Ya sé porque eres la mujer de mi vida.

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James estaba en el cielo. En su paraíso pelirrojo personal.

Hacía exactamente veinte horas y treinta minutos que Lily era suya, la misma cantidad de horas y minutos que Lily era mujer. Aunque, pensó, Lily era mujer desde mucho antes, con su sensualidad innata, con esa seductora inocencia que lo había enloquecido desde antes de si quiera sentirse hombre.

Y sus manos ya le ardían. Necesitaba volver a verla, sentirla real…había demasiadas cosas que necesitaba ver, tocar y hacer, cerró los ojos al contemplar el sinfín de posibilidades, podría hacer tantas cosas, pero todo parecía insulso en comparación con su recuerdo, cualquier imaginación se quedaba corta en comparación con lo que era ella, era más bella que cualquier fantasía.

—¿Te pones anciano Corni, ya quieres dormir la siesta?— la voz de Sirius lo sacó de su ensoñamiento, una palmada en la espalda y se sentó junto a él en la mesa de Gryffindor— Estas algo raro desde ayer, ¿debo preocuparme por ti, hermano?— a pesar del tono relajado, sabía que no  había una sola persona en el mundo más leal y genuina que Sirius, ese perro tenía más integridad en su meñique que muchas personas en el resto del cuerpo, y que preguntaba con un honesto interés, que pondría la oreja y el hombro para cualquier cosa que le pasara.

—Canuto, ¿serás discreto si te cuento algo?— Sirius sonrió.

—¿Cuándo no lo he sido…? Con cosas importantes— agregó con rapidez, ante la mueca de James— y salvo aquella bromita inofensiva con Quejicus.

—Casi lo matas— recordó, con cierto reproche.

—Matar suena muy exagerado, matar como matar no lo maté y dudo que estés con esa sonrisa porque Quejicus esté vivo, cuando yo diría que te alegraría todo lo contrario. Y dime que hizo la pelirroja.

—¿Cómo sabes que tiene que ver con Lily?— Sirius rió.

—Puedo leer tu mente James Potter, cuéntame, ¿fue un suceso a lo romántico o más a mi estilo? A mi no me hagas creer eso que le dijiste a Snape, sé que tú y Evans aún no tienen cama común, esa mujer es un fuego y el que se haga rogar solo la vuelve más…

—Tuvimos sexo por primera vez. Ayer— el ojigris se quedó callado, cosa que rara vez pasaba, tomado por sorpresa.

—Esperaba que dijeras que llegaste a segunda base, no que te recorriste el campo completo— se pasó las manos por el pelo negro, mientras James hacía casi el mismo movimiento para despeinarse el pelo. —Quien diría que lo conseguiste con la inalcanzable. ¿Cómo han cambiado las cosas ahora?

—¿A qué te refieres?— Ninguno de los dos se percató de la mujer parada detrás de ellos. —¿Qué habría de cambiar?

—James somos hombres, niégame que hay un antes y un después de haberte acostado con ella, no conoces a una mujer hasta que la ves entre las sábanas. Y la respeto, créeme que lo hago, por eso no intenté nunca nada con ella, pero si planeas casarte con ella y todo el cuento tiene que saber sacarle lustre a la varita.

—Lily es perfecta así como es, era virgen hasta ayer sería injusto esperar que hiciera todo como una profesional, pero estar en ella es…— suspiró— Sirius, sabes que eres mi hermano, y por lo que te quiero espero que algún día te enamores de una mujer y sepas como es estar aprisionado por ella, pero sentirte más libre que nunca.

—Lo siento Corni, pero las prisiones no son lo mío.

***

James se dejó guiar, sin poder evitar dirigir su mirada al contoneo de sus caderas, empezó a apresurársele el ritmo cardíaco cuando notó que había libros cada vez más viejos y cada vez menos alumnos, hasta el pasillo que estaba completamente vacío.

De como James y Lily tuvieron sexo por primera vez. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora