El comienzo

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La mejor respuesta a todos mis inútiles intentos de éxito, era sin duda, lo que dentro de poco comenzaría, el "Campamento de Navidad". Las clases en el instituto eran realmente pésimas, por lo que me alegraba terminarlas antes que los demás, pero nunca me libro de los exámenes, tuve que hacerlos antes de irme. El campamento parte el catorce de noviembre y acaba el catorce de enero, ya tenía mi maleta preparada, pasaría todo el invierno allí, exceptuando el veinticinco de diciembre, que Santa Claus vendría, como no, regalando calcetines y estúpidos artilugios a los que algún día terminaría olvidando. Llevaba el pelo de alguna forma, peinado. Pasé toda la tarde anterior creando rizos a mi casi rizado pelo ondulado, el cual solía estar teñido de un ligero color castaño. Miré mi reloj analógico de mano, sus números estaban desgastados, pero me lo sabía de memoria, las diez y cuarto de la mañana.

-¡ALEX!

-Como no.. -Murmuré.

-¡VOY!

Mi madre parecía estar más emocionada que yo, "Este año ganarás", "Tus trucos serán los mejores". Recordé lo que me decía cada año antes de volver al campamento, no solía ser muy útil una vez allí, aunque estando en casa, en ocasiones, animaba. Me miré por última vez en el espejo de mi cuarto, mi ropa de invierno solía completarse con botas y bufanda, nunca fallaba. Cogí la maleta y bajé las escaleras, pisando con cuidado la moqueta y dirigiéndome a la cocina, una vez allí suspiré con desánimo.

-¡Este año ganarás! ¡Te lo prometo!

No soportaba que mi madre se pusiera sentimental y cariñosa conmigo, aunque solía serlo.

-¿Dónde está mi maletín?

-¡Aquí! -Respondió ella con una sonrisa.

En el maletín guardaba parte de mis cartas y monedas falsas, hilos y pañuelos manipulados, así como extrañas flores que me hacían parecer un payaso. Estaba repleto de pegatinas del campamento con frases como "La magia es una realidad" o "Eres magia", me deprimía solo con leerlas, pero ya no se podían despegar, eran viejas y el quitarlas solo dejaría pegamento y trozos de papel sin nada dibujado, algo que no luce demasiado.

Lo agarré con cuidado y me encaminé a la puerta que estaba junto a las escaleras que anteriormente había bajado, mientras mi madre abría la puerta ya delante de mi, arrastrando mi maleta de ruedas, la cual me había arrebatado de las manos. Pasaron solo tres minutos en el trayecto que nos llevaba al coche, era un poco viejo, pero mi madre igualmente lo adoraba. Dejé el maletín y la maleta en los asientos de atrás y me senté delante, junto a mi madre.

-Tu padre volverá de su viaje de trabajo la semana que viene, le diré que te mande una carta o SMS. -Dijo mi madre a la vez que giraba su desgastado volante en una no muy fácil curva.

-De acuerdo.

-Cariño, tienes dieciséis años. ¿Sabes lo que eso significa?-

-Que éste año habrá baile.. -Una pequeña sonrisa nació tras mi respuesta.

Pasamos todo el camino hablando de lo divertido que sería y los nuevos trucos que aprendería. Allí me esperaban Eddy y Amber, amigos desde mi primer campamento, no los veía desde el anterior. Ellos pueden verse, viven los dos en la misma ciudad, excepto yo, que vivo en Carolina del Norte.

El campamentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora