Nietzsche escribió "la irracionalidad de una cosa no es un argumento en contra de su existencia, si no más bien una condición de la misma."
Llevaba días esquivo. No podía evitar sobresaltarse cada vez que su jefe se dirigía a él, pero, cómo iba a evitarlo si usaba esa voz tan... profunda. No es que fuese algo nuevo, Aaron Hochtner siempre había usado ese tono con todos; lo nuevo era él, Spencer Reid, que había descubierto que no solo no ligaba porque no quedaba con chicas, como bien le había dicho Elle, si no también porque lo que le importaba era el otro género.
Una semana antes había llegado a su puerta por error, con el correo, una revista pornográfica. Al principio la apartó sin fijarse en lo que era, pero cuando fue a desayunar al día siguiente y la vio allí, sobre la mesa, no pudo evitar echar un vistazo.
Había creído toda su vida que algo estaba mal con él, nunca había conseguido excitarse en presencia de ninguna mujer. Sin embargo, pensaba que eso se debía a su inseguridad y a su timidez, o simplemente era que no estaba hecho para las relaciones personales. Tampoco tenía tiempo ni ganas para averiguar si estaba en lo cierto. Había asumido que su vida sexual terminaría sin haber llegado a empezar, y le parecía bien.
No obstante, cuando abrió aquella revista y vio a aquellos hombres sin ropa y en posiciones sugerentes, algo saltó dentro de él. Era la segunda vez en su vida que había tenido que recurrir a la masturbación. Al hacerlo comprendió que quizá, y tan solo quizá, lo suyo eran los hombres. Tampoco es que aquello cambiase mucho las cosas; no sabía relacionarse con mujeres y no iba a hacerlo mejor con el otro género.
El problema empezó cuando, a partir de aquel momento, la presencia de su jefe comenzó a incomodarle. Durante un solo segundo se permitió divagar pensando en Aaron Hotchner como uno de los modelos de su revista, casi sin darse cuenta, y ahora su estúpida memoria eidética le impedía olvidarse de ella. En su mente no dejaba de ver al hombre sin camisa, con una de sus muchas corbatas colgando sobre su pecho desnudo, con barba de pocos días y el borde de los calzoncillos asomando bajo su pantalón desabrochado. Era duro, pero estaba haciendo todo lo posible por aparentar normalidad.
Unos días después, Gideon se acercó a su mesa para hablar con él.
-Reid, ¿está todo bien? - Su compañero parecía realmente preocupado y el joven temió estar siendo demasiado obvio.
-Sí, yo... Solo estoy un poco nervioso. Eso es todo.
-Es por tu examen de tiro, ¿cierto? - Spencer levantó la vista del papeleo que estaba hojeando y se quedó perplejo mirando al mayor. Lo había olvidado totalmente, y él nunca olvida nada. Gideon sonrió pensando que había acertado. - Habla con Hotch, él podrá ayudarte.
Justo en ese momento Aaron Hotchner apareció al final del pasillo, camino de su despacho.
-Hotch. - Gideon le llamó. Él se acercó. Spencer tragó saliva y cerró los ojos un segundo intentando apartar de su mente la imagen recurrente de los últimos días. - Alguien necesita tu ayuda con su puntería. - Hotch sonrió de medio lado y el más joven se sintió realmente incómodo. Esa sonrisa iba a quedarse grabada a fuego en su mente.
-Está bien, te veo en el campo de tiro en dos horas. - Esa voz, siempre tan profunda.
Dos horas más tarde estaban allí, practicando. O por lo menos intentándolo. Spencer se esforzaba en mantener el pulso firme mientras apuntaba con su arma al muñeco impreso sobre papel a pocos metros de él, pero era imposible. Incluso con los cascos para protegerle del sonido de los disparos era capaz de percibir la respiración controlada de Hotchner a su espalda. Disparó de nuevo y volvió a errar.
-En las fuerzas especiales abríamos fuego en tres pasos: uno, centrarse en el punto de mira, no en el objetivo; dos, control de presión en el gatillo; tres, no despistarse, después del disparo volver al objetivo. - La voz de Hotchner sonaba dura, pero no enfadada.- ¿Qué has hecho mal?
-Que me he despistado. - El menor habló con total seguridad. No podía dejar de sentirse nervioso por la presencia del mayor. Claro que se había despistado, era imposible que lograse centrarse con él allí.
-Has dejado de apuntar para ver el impacto. - Sonaba seguro de sus palabras, pero no fue aquello exactamente la causa del fallo.
-Tengo la prueba de armas de fuego mañana por la mañana. - Spencer estaba cada vez más nervioso, la situación empezaba a írsele de las manos. Estaban demasiado cerca. No le estaba mirando, estaba de espaldas a él. - La última la pasé por los pelos.
En ese momento sintió la mano del otro en su hombro. Ni siquiera había sido piel con piel, había tocado su ropa, y aún así se había vuelto un manojo de nervios. Al apartarse, miró su rostro por una milésima de segundo. Tenso y a la vez calmado. Seguro de sí mismo. Con esa barba perfectamente afeitada, las gafas protectoras apoyadas sobre el puente de su nariz, su mirada determinada apuntando al dibujo. Tragó saliva de forma nada discreta.
-Punto de mira. - Spencer fijó la mirada en los brazos de su mentor, que se preparaba para disparar. Fuertes y rectos. Perfectamente colocados.- Presión en el gatillo. - Sus dedos envolvían el arma en lo que parecía una caricia y el más joven no pudo evitar desear ese contacto también. Tomó aire por la nariz y lo expulsó lentamente por la boca, intentando serenarse. - No despistarse. - El disparo dio en la cabeza de la silueta y Spencer se recompuso inmediatamente. Hotchner guardó su arma de nuevo. - Haz esas tres cosas y acertarás siempre. - Ojalá hubiese unas normas tan sencillas para olvidarse de todo lo absurdo de la situación que estaba viviendo.
Intercambiaron posiciones de nuevo y el joven intentó imitar al mayor. Vamos, lo había hecho antes y ahora tenía consejos útiles. Podía hacerlo. Pum. Primer disparo, bajo vientre. Pum, segundo disparo, un par de centímetros más abajo. Pum, tercer disparo, directo a la entrepierna.
-¿Eso te lo ha enseñado Elle? - La voz de Hotchner sonaba burlona, estaba intentando relajar el ambiente. Sin embargo, ese deje en su voz no hizo si no alterar un poco más al chico.
-Me quitarán la pistola.
-A los criminólogos no se les exige.
-Ya, pero aún así tú llevas dos. - Aprovechó el momento para bajar la mirada por sus piernas. En seguida levantó la cabeza, avergonzado.
El mayor cogió el arma que llevaba sujeta al tobillo y disparó tres veces, directo al corazón del muñeco de papel. Spencer se resintió. ¿En qué narices estaba pensando? Hotchner era su jefe. Tenía que abandonar ya todas esas ideas absurdas que empezaban a formarse en su mente. No podía, ni debía, fijarse en su jefe de esa forma. Ni de ninguna más allá de su relación profesional. Además, Hotch era probablemente la persona más heterosexual que conocía y, de tener que fijarse en un chico, jamás le escogería a él. Ese pensamiento le dolió un poco, pero pensó que un buen jarro de agua fría le haría espabilar de una vez por todas.
-Cuando entré en la unidad, Gideon me dijo: "no hace falta un arma para matar a alguien".
-No lo entiendo.
-Lo entenderás. Buena suerte mañana. - Y con una breve palmada de apoyo en el brazo su jefe le dejó solo en la sala de práctica. Se sentía vacío. Ahora podía relajarse, pero echaba de menos su presencia en la habitación. Spencer inspiró tratando de percibir el último rastro del aroma del mayor y sonrió. Después devolvió la vista a la silueta frente a él. Había disparado en la entrepierna porque estaba pensando en la polla de su jefe, dura frente a él, rogando ser liberada. Sacudió la cabeza olvidando aquello. Quizás había esperanza para él si en la prueba de tiro pensaba en el corazón de Hotchner. A lo mejor así lograba dar en el blanco.
Cogió el arma y se preparó. Respiró hondo y disparó de nuevo. Ni siquiera dio en la figura. Genial, iba a defraudar al examinador, a todos sus compañeros y, sobre todo, a Hotch.
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Presión en el gatillo. (Hotchner/Reid) Finalizada.
FanfictionBasado en 1x06. Es difícil evitar que tus pensamientos interfieran en tu día a día. Y todavía es más difícil acertar un disparo cuando estás más pendiente de los labios de quien te enseña que de la lección en sí.