Un Chico Enigmático

6.

Hola gente hermosa!!
Espero tengan una excelente semana!! Vamos que se puede!!...

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Lee Taemin abrió la llave de la ducha del hotel y se metió debajo. Se apoyó contra la pared y dejó que el agua caliente cayera por su cuerpo. 

—Esto es tan absurdo —murmuró. 

Había tenido al bebé hacía tres días. ¿Cómo era posible que siguiera tan cansado? ¿Y qué habría hecho sin Choi Minho? Sin su reconfortante consuelo al decirle que su cuñada había tenido los dolores en la espalda, sin su ayuda durante la cesárea, sin su voz profunda apoyándolo a cada minuto, ¿qué habría sido de él? Y después, cuando todo había pasado y apenas tenía fuerzas para nada…

Taemin se duchaba con sumo cuidado para no mojar tanto el parche de la herida y muy lentamente ya que el dolor aún lo aquejaba. Agradecía enormemente haber recibido la inyección para el dolor, porque le dolía sin ella. Él se volvió para que el agua le cayera sobre la cabeza mientras recordaba. 

3 días después del parto:

Minho había vuelto a la habitación entonces y le había ordenado que dejara de morderse el labio. Después prácticamente le había exigido al doctor que los llevara al hotel de la ciudad, había llamado por teléfono a la farmacia de la ciudad y había pedido, a pesar de ser domingo por la noche, que le llevaran todos los artículos de la lista del doctor Ravi a la habitación. Y por último, al llegar al único hotel tres estrellas de la ciudad, había continuado dando órdenes como si todo el mundo formará parte de su ejército. Había exigido una cuna para el bebé y más almohadas, comida y pañales, hasta un pijama una talla más grande para él. 
Aquello era, verdaderamente, una demostración del antiguo poder masculino en acción. Sin embargo en aquel momento, el peor de los momentos, era exactamente lo que Lee necesitaba. 

Al protestar Taemin diciendo que no quería resultar una molestia, Choi había musitado algo sobre su papel como marido, algo sobre que el engaño debía continuar. Taemin parpadeó y trató de contener las lágrimas. Timoteo había sido un novio perfecto, el chico ideal para intercambiar anillos y cartas de amor pero, ¿había sido un buen marido, un marido en el que confiar? No, pensó sacudiendo la cabeza con tristeza. 

Choi Minho, en cambio, podría dar lecciones. Aquel primer día lo había ayudado a salir y a meterse en la cama con tanta delicadeza como si fuera un objeto frágil. Le había llevado la comida del buffet del hotel y había recogido todas sus pertenencias del refugio. Incluso lo había ayudado con el bebé, recordó. Un bebé al que Timoteo ni siquiera había deseado. Las lágrimas volvieron a inundar sus ojos.
Taemin recordó la primera vez en que Choi insistió en cambiarle el pañal. Sus grandes manos habían arrancado la tira adhesiva de golpe. Al segundo intento el pañal se había escurrido de la cinturita del niño al levantarlo para enseñar su hazaña. Su marido se habría dado por vencido entonces, reflexionó Taemin. Habría sido incapaz de volver a intentarlo. Choi, sin embargo, había sonreído, había comentado algo de que la tercera era la vencida y había buscado otro pañal. Segundos más tarde, con una sonrisa triunfal, le había tendido al bebé con el pañal limpio y bien puesto.

Taemin suspiró. Todos los niños debían de tener sus dos padres. Aunque uno de ellos no supiera poner pañales. El suyo, sin embargo, sólo tendría a uno de sus padres que lo amaría por sobre todas las cosas, a un padre en el que siempre se podría apoyar. 

—Tampoco está tan mal, ¿no, Minhyuk? —susurró bajo el agua. 

Lee Minhyuk. Era un buen nombre para un bebé, para un niño sano y fuerte. Para el hombre que llegaría a ser, si es que hacía bien su trabajo.