Eᴘ ~ Wᴀʟʟs (🆃🅴🆁🅼🅸🅽🅰🅳🅰)

Mírame

Narrador omnipresente

Los dos chicos reían como locos mientras el auto avanzaba y el aire les volaba el cabello hacia atrás.

El rubio la miraba con cariño, había sido su novia desde hacía 1 año, desde aquella vez que bailó con ella y supo que era la que quería para siempre.

Ella lo miraba con amor, porque jamás había querido a alguien tanto como lo quería a él. Y cada vez que sus miradas conectaban ellos simplemente se unían en un beso para decirse lo que pensaban.

La gente siempre decían que eran una pareja muy linda, porque se entendían mucho, y siempre estaban riendo.

— te quiero —dijo ella, Ginés escondió la sonrisa que iba a salir, le tomó la mano y la besó.
— yo también —dijo dándole un apretoncito a la dulce mano de su novia que acaba de besar.

Estacionó el coche, sacó su teléfono y la apuntó a ella, la castaña sonrió, luego hizo unos bizcos mientras un morrito salía casi por naturaleza.

Ambos soltaron una risa y se unieron en un beso, como siempre hacían.

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Mientras veían su serie favorita, ambos acostados en el sillón con un tazón de palomitas en las piernas y recargados el uno en el otro.

Él la miró, admirando cada milímetro de ella, sin creer lo perfecta que era en todos los sentidos. Ella comenzó a reír, sacando en él una sonrisa enorme.

Para él, no había mejor sonido que la risa de ella, lo llenaba al máximo y lo hacia sentir feliz. La apretó más contra él y le besó la cabeza.

Ella lo miró desde abajo, sonrió un poco.

Sus ojos se conectaron mientras ambos tenían en el rostro un sonrisa. Era increíble.

La conexión entre ellos se podía sentir, eran como pequeños rayos de luz que viajaban a través de la habitación inundándola por completo con amor.

Si algo se podía decir de estos dos, era que se amaban. Porque habían hecho de todo el uno por el otro.

Él había conseguido mudarse a un apartamento solo para poder invitarla a vivir con él. Y ella había abandonado Madrid para ir con él a Murcia.

Había algo que todas las personas decían de ellos, y era que jamás habían visto una relación tan sana, que fuese tan bien. En la que ambos se quisieran tanto... Les costaba trabajo pensar en algo que pudiera separarlos.

Y no era que lo dijeran por compromiso, porque no se trataba de una mentira cuando hablabas de que en la mirada de ella, él era un príncipe perfecto de un cuento de hadas.

Y en la de él... Ella no tenía un solo defecto. Podías sentir la admiración, el orgullo, el cariño que había en los ojos de estos cuando miraban al otro.

Y cuando ambos se miraban... Todos decían que cuando ellos se miraban daban ganas de estar enamorado.

Nadie podía creer que una noche de discoteca había unido dos almas de esa manera, que un baile los había hecho conectar las almas. Ese era el destino actuando sobre dos personas.

El hilo rojo de esos dos era evidente, era tan grueso que podías verlo a distancia.

— te amo —murmuró él, ella sonrió nuevamente y le dió un beso corto.
— yo también —le respondió.

Y como era habitual en ambos, se unieron en un beso.

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Los final del bachiller habían llegado a España, ambos estaban estresados, muy concentrados en lo que tenían que hacer.

Pocas veces se les había visto así de distantes, aunque no estaban peleados.

A él le costaba más trabajo concentrarse, porque tenía muchas cosas en mente.

Cuando escribió la última palabra finalmente había terminado, y podía decirse libre. Miró al frente y respiró hondo, la presión se estaba yendo.

Sintió los brazos de su novia abrazarlo por la espalda, cerró sus ojos y sonrió. Le acarició despacio tratando de agradecerle sin palabras.

Ella le besó la mejilla, se recargó sobre su brazo recargando la cabeza junto a la de su novio.

— te amo demasiado —susurró, Ginés se levantó de la silla, la abrazó como se debe y suspiró.
— yo también —pudo escuchar la respiración tranquila de ella, y se sintió en paz.

Se quedaron un rato así, disfrutando de la compañía del otro, disfrutando de los brazos del que tenían en frente.

Y entonces se miraron, como siempre, con amor y uniendose en un beso.