Nuestra alma es como una semilla que se planta profundamente en la tierra y crece hasta convertirse en un árbol fuerte. Como los grandes espíritus de ayer, que aumentaron en el silencio, lejos de las voces de los incrédulos. Los milagros del cambio suceden cuando crees que no pasará nada. Por lo tanto, nunca te rindas, porque solo con perseverancia se puede despertar nuestro verdadero potencial. Dios no creó la semilla para ser la mejor semilla, sino para crecer como un gran árbol que beneficie a todos los que estén a su alcance.