XV: La fiesta.

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   23:00 horas:

Gabriel se da cuenta de que ha juzgado mal. Cuando llegó a casa de Lucía y vio a unas treinta personas pensó que aquello sería un intento de la típica fiesta americana.

Pero no, lo que ve le pega más a la Lucía que él conoce: una reunión de amigos, cerveza para todos y la música de su IPod conectada a un altavoz, sonando bajito.

La gente está dividida en grupos, algunos sentados en el sofá o en los pufs que hay por el suelo y otros de pie.

Hay gente hablando, bebiendo y riendo. Incluso hay un chico tocando la guitarra, aunque ya haya música.

De repente, un olor familiar llega hasta Gabriel, que está tomando una cerveza junto a Javi, al lado de la ventana abierta.

Se gira y ve a Lucía llevando un porro a sus labios.

La punta del tubo de papel luce roja cuando la chica aspira.

Lucía cierra los ojos, aguanta el embriagador humo dentro de su pequeño cuerpo y vuelve a dar otra calada.

Hace un comentario acerca de «lo fuerte que pega» y se lo pasa a Emma.

Gabriel intenta tranquilizarse.

—No pasa nada —se dice a si mismo.

Empieza a hiperventilar.

—Tranquilo —ya no sabe si se lo dice él mismo o Javi.

Javi lo sabe, sabe todo. Y le intenta tranquilizar.

«No pasa nada.»

Sí pasa. Lucía ya lleva seis caladas y tiene los ojos tan rojos como su pelo.

Se ríe. Pero no es esa risa que vuelve loco a Gabriel. Esta le hace enloquecer, porque es una risa artificial... Lucía está colocada y Gabriel no puede más.

Si sigue ahí sabe que hará algo de lo que después se arrepentirá.

Se delatará a si mismo, Lucía verá lo mal que está por dentro y le dejará.

«No te puede dejar porque no estáis juntos»

Se pone más nervioso. No puede más. Atraviesa el salón, cruza el pasillo y sale al portal.

Se va.

Javi se da cuenta, y le sigue.

Lucía también se da cuenta. Pero está colocada. Y le da igual.

  01:15 horas.

Gabriel sigue andando por la misma calle: la de Lucía.

No quiere subir a esa casa pero tampoco quiere alejarse.

Javi no ha podido convencerle. «Tío, no pasa nada. Está fumando en su casa, con gente que conoce... »

Pero no. Las palabras de su amigo no le calman.

La ha dejado ahí arriba, colocada, con su casa llena de adolescentes pajilleros que darían cualquier cosa por... «NO. Gabriel, ya basta. Tranquílizate.»

Son sus propias palabras las que surgen efecto.

Pero entonces otro pensamiento le asalta: es demasiado. Lucía es demasiado para él.

Ella es una dulce e impresionante pelirroja de diecisiete años y ojos claros y él es nadie.

Un poeta aburrido, como ella le llama cariñosamente.

Un amargado de veintiún años que volvió a encontrar la felicidad en ella.

Y piensa que lo mejor sería alejarse.

Y dejar que ella siga con su vida loca.

Pero una vez más se da asco a sí mismo: sabe que no puede.

Es demasiado egoísta.

Demasiado débil para irse.





Hola, hola. Me da pereza releer todo eso así que espero que no haya ninguna falta.
Bueno... Que, ¿cómo os habéis quedado? No todo iba a ser color de rosa jajaja.
¿Hago que Gabriel suba a casa o os dejo sufrir un poquitín más?
¿Estáis sufriendo? Espero que si, porque si no es que la novela no os llega a la patata.

Bueno... Buen finde, que os encontréis un poeta (menos chalado y más alegre que Gabriel) por ahí.

Petoooons.

Lucía y el poeta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora