Chico Misterioso

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Craig presionó el botón que lo llevaría directo al último piso del edificio y espero paciente a que el ascensor se elevará, escuchando tranquilo la musiquita de fondo y mirando de reojo los botones donde se veía a que piso iba llegando. Por la clara indicación que recibió de la recepcionista, la oficina del gerente eddie williams se hallaba en esa planta, y costó con decirle que venía de parte de uno de los socios de su jefe para que lo dejara subir, claro, no sin antes darle la noticia a williams. Cuando el ascensor se detuvo la puerta se deslizó y craig dio rápidos pasos hacia delante, mirando hacia todos lados y notando que no habían muchos empleados deambulando por ahí, sólo un pasillo largo que seguramente lo guiaria hasta la oficina de gerencia, así que siguió caminando.

Hasta que se detuvo frente a una puerta de madera, arriba había una pequeña placa en donde estaba escrito el nombre del dueño y más debajo a un lado noto un timbre con voz. En el momento que quiso presionarlo la puerta se abrió, negándole la oportunidad de hacerlo. Un muchacho rubio con camisa de cuadros salió de la oficina y llevaba varias carpetas abrazadas, también seguía sin ver delante. Craig pudo llegar a oír algunas palabras no muy felices de williams mientras este salía, pero apenas quiso pedir permiso para entrar el rubio tropezó con el, por su actitud apresurada y un poco nerviosa.

Las carpetas cayeron al piso haciendo un desastre de papeleo por doquier. El otro no tardo en disculparse por su torpeza y craig sólo busco ayudarlo.

—Lo siento, lo siento, e-es que tenía prisa — hablo el blondo agachado en el suelo, recogiendo lo más rápido posible.

—No te preocupes, lo entiendo — craig terminó de recoger todo lo que estuviera a su lado y después de ordenarlos  bien se los entrego — ten.

Thomas lo vio por un momento y sujeto los papeles. Normalmente cuando cometía una torpeza así los demás empleados le gritaban y lo llamaban inútil, pero este chico sólo había sido de lo más amable.

—Gracias... — dijo apenado.

—No es problema, sólo ten más cuidado para la próxima.

Ambos se levantaron del suelo y Thomas acomodo las carpetas junto a su pecho, sujetandolas con más cuidado.

—S-Si, lo tendré ¡Pendejo! Ngh — lo insulto sin querer y lo vio más avergonzado.

Craig puso una expresión un tanto extrañada por escuchar eso, pero antes de que pudiera preguntar el rubio se volvió a disculpar.

—Perdón, n-no quise decir eso, ¡en serio!

—¿Entonces porque lo dijiste? — pregunto sin entenderlo.

Thomas agacho la cabeza por varios segundos, sin tener muchas ganas de explicar su penosa condición.

—Es que... No lo puedo controlar.

—Si es una maña claro que se puede controlar.

—¡Hijo de puta! Ngh, ¡no! En mi caso es diferente, es que tengo el síndrome de tourette — explicó viéndolo a los ojos. Odiaba hablar sobre eso, pero no tenía más opción, además no quería que la única persona que fue amable con el lo creyera un imbécil.

—¿Síndrome de tourette?... Ohh, si... Creo que ya he oído sobre eso. Es como una especie de tic ¿no?

—Exactamente. Un tic que no se puede controlar...

—Ya veo... Bueno, entonces no te preocupes, ya que me lo dijiste no voy a molestarme ni nada. Aunque es bastante genial que puedas insultar a las personas sin sufrir las consecuencias — se rie un poco el azabache.

Thomas también río pero algo nervioso.

—N-No te creas... A veces las personas no entienden mi condición y creen que los insulto a propósito. Tener esto es como una maldición...

Corazón de hierro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora