Una noche, quedé mirando mis puertas, del otro lado el temor abusaba de la realidad. El pánico y desesperación se puede apoderar tan fácil de la mente humana, que a veces sorprende.
El terror y el miedo, esparcidos como llamas por los techos de las chozas del pueblo, por los campos de trigo, y por los corrales; nos obligaba a escapar de algo que muy pocos pudieron ver y sobrevivir.Mi padre decía que los monstruos sólo existían porque nosotros creíamos en ellos, porque el poder de nuestra creencia les forjaba un aspecto y vida. Ahora mismo él tapaba las ventanas con los muebles pesados que había en la casa, para que ninguno de ellos entre, mientras que mi madre mantenía con su cuerpo la puerta cerrada, la estaban por tirar abajo.
Mis dos hermanos gemelos, los mayores, le hicieron caso a mi padre. Me tomaron de las manos para salir corriendo de nuestro hogar por la puerta trasera, después de unos metros corriendo nos íbamos adentrando cada vez más en un enorme bosque. La neblina hizo que uno de mis hermanos se cayera al suelo, se tropezó como yo lo hice después.
Pero era tarde cuando lo ayudamos a levantarse, un monstruo bajó de la copa de un árbol, como si de su vida dependiera de ello. Entonces, en menos de dos minutos tenía mi cara manchada con sangre.Mi madre, ya anciana, nunca terminó de contarme la historia de aquella niña, siempre contaba partes distintas, como si la fuera recordando poco a poco. Mientras fumaba su pipa o tocaba su armónica, sentada frente a viejas pinturas de arte que mencionaba como invaluables por lo antiguas que eran. Más que nada eran invaluables sentimentalmente para ella, ya que, antes ellas pertenecían a la pared de otra persona especial.
Un día, me habló sobre cómo la jovencita vivía en las tierras que su familia dejó. Siempre le pregunté cómo pudo sobrevivir al ataque del monstruo que asesinó a sus hermanos frente a ella, pero sin embargo, contestaba que alguien la salvó. Alguien suficientemente fuerte para luchar contra la marcha de sombras enormes que asesinaba y comía.
El punto era que, la pequeña vivió décadas en el mismo pueblo, el único cambio era que, vivía sola. En todos lados, donde mires, había sangre y cuerpos que fueron desapareciendo con el tiempo. ¿El lado bueno?, los monstruos nunca volvieron.
Pero algo había cambiado en ella, seguía bombeando la misma sangre en sus venas, pero el resto, no lo sentía como propio.
Todos los días, era un nuevo personaje de cuentos fantásticos, novelas, poemas, mitos, leyendas y canciones. Mi madre decía con aberración que, todos los días, esa niña usaba agujas y cuchillos para adornar su piel, también pelucas y variadas telas. Pero su personaje favorito, era uno propio de ella, que apodaba como "el espantapájaros".Supuestamente, era por culpa de la locura, que su personaje favorito era un espantapájaros, porque el monstruo que mató a sus hermanos era similar a uno. Pero todo acerca de aquel punto, eran rumores.
Cualquier noche, puedes ir hasta los árboles más cercanos a su casa, puedes acercarte a la gran piedra azul que hay en medio del bosque (tapando los hoyos de las tumbas de sus hermanos), y podrás escucharla recitar a Julieta.
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❁ 50 Cantares De Una Misma Noche ❁
Random❀ ¡Bienvenido a mi universo! ❀ En la segunda entrega de "50 Sombras de Mierda", intento promulgar nuevas ideas con la ayuda de nuevos elementos que me hacen estar seguros de mis ideas y de lo que quiero transmitir. En este libro, los primeros cuento...