•Parte 7: Compromiso•

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El barco había divisado tierra firme, la familia real de París había llegado a Japón. El rey Gabriel junto a su soberana esposa Emilie Agreste esperaban con gran entusiasmo la contracción de nupcias de su hijo, el príncipe Adrien, con la princesa de ese país

En cuanto el barco real quedó frente a la escalinata del palacio en cuya cumbre desembocaban las grandes puertas del palacio, el rubio oji-verde como todo un caballero ayudó a la joven azabache a descender del barco y a subir las elegantes escaleras de mármol de ese otro palacio hasta las puertas, mientras que el soberano Gabriel hacía lo mismo con su esposa

Una vez que todos estuvieron en la cima de las escaleras y frente a las puertas del palacio éstas se abrieron a un paso lento a medida que todos se iban introduciendo en aquella gran sala del trono

-Los saludo, mis queridos visitantes- Anunció con gran alegría el rey de japón tomando de la mano a su soberana y esposa, la reina Tomoe, incitandola a que se levantasen al unísono para saludar con una reverencia a los recién llegados

-Es un gran honor para nosotros que nos hayan considerado como sus humildes huéspedes para celebrar un acontecimiento tan glorioso como este- Habló Gabriel una vez que estuvo frente al trono de ambos reyes tomando la mano de su esposa para hacer una reverencia de cortesía

No podría ser de otra manera- Habló el soberano de Japón- Con esta celebración no solo unificaremos estos reinos, sino también nuestras familias

-No podría estar mas de acuerdo- Habló el soberano de París

- ¿Quién es esa hermosa doncella que sostiene el brazo de tu hijo, Emilie?- Habló esta vez la reina Tomoe

Adrien avanzó con marinette con pasos firmes y decididos hasta el trono de sus anfitriones

-Majestades, permítanme que tenga el honor de presentarles a Marinette Dupaing-Cheng, mi querida y adorada hermana- Habló el joven de tez blanca a los soberanos haciendo una reverencia obligando a Marinette a imitar su acción

-No sabía que tenías una hermana, mi estimado Adrien- Habló la mujer de rasgos asiáticos dirigiéndose al príncipe

-La realidad es que no comparte mi sangre, pero la amo como la hermana que nunca pude tener- Dijo el de hebras doradas mirando con cariño a la de ojos celestes mientras acariciaba el dorso de su mano- A ella la encontré hace un par de meses al pie de mi escalinata de mármol que daba al mar, inconsciente. Desde ese momento no dudé en cuidarla y acogerla como mi hermana menor

-Esa fue una acción muy noble de tu parte, mi querido Adrien- Dijo la reina sonriendo

-Le agradezco su generoso cumplido, majestad- Anunció el joven agachando la cabeza en señal de respeto

De pronto, el sonido de las trompetas resonó en la sala

-Mi amada hija ha llegado- Anunció el rey con entusiasmo

Las puertas del otro lado de la sala del trono se abrieron con lentitud, dejando ver a una joven dama cuyo rostro era cubierto por un fino velo de seda blanca que era llevada de la mano por su dama de compañía como una niña pequeña mientras mantenía la cabeza baja, todos se voltearon para mirarla

-Hija mía- Habló la reina Tomoe a la princesa Kagami- Levanta el rostro para recibir al príncipe

Obedeciendo al mandato de su madre, la joven dama retiró el velo que cubría su rostro,  comenzando a herguir su fino y blanco cuello para empezar a hacer contacto visual con el príncipe

-Bienvenido a Japón, su alteza- Dijo ella sin aún levantar la mirada totalmente

Él la miró

-¡Eres tu!- Exclamó Adrien al reconocer a la mujer que supuestamente le había salvado la vida de aquel naufragio esa noche mientras un gran gozo inundaba su corazón

-¡Eres tu!- Exclamó la joven azabache de cabello corto al levantar la mirada completamente y reconocer al hombre que tiempo atrás, ella había encontrado inconsciente en la orilla del mar

-Mi princesa- Dijo el oji-verde con su corazón acelerado de felicidad tomando las manos de Kagami entre las suyas- No puedo creer que te haya encontrado, pensé que jamás volvería a verte, esta es la mayor de las bendiciones

Kagami estaba al borde de las lágrimas

Sin esperar más, Adrien se fundió en un tierno pero apasionado beso con su prometida ganándose el aplauso y las felicitaciones de parte de todos los presentes, excepto de Marinette. La pobre chica sintió su mundo caer y su corazón destrozarse al ver a su príncipe besando a la que ahora sería su nueva esposa, pues tristemente solo significaba una cosa: Habían sido vanos todos los esfuerzos y sacrificios que ella había realizado, de nada servía ahora a todo lo que había renunciado y su muerte se aproximaba

-Se que con esas lagrimas que derramas ahora reflejas la dicha que sientes por mi felicidad, pues tu me amas más que nadie- Dijo Adrien mirando a la azabache muda después de que su momento romántico con su prometida terminara para después estrechar a la que consideraba su hermana entre sus brazos

A Marinette no le quedaba más que esperar entre dolor y el sufrimiento de ver a su amado con otra, su venidera y próxima muerte

>> Aunque tu corazón no corresponda mis sinceros sentimientos, solo deseo verte feliz, amor. Así eso signifique que deba quitarme yo de de el medio<< Pensó con tristeza la azabache mientras se mantenía aferrada a él entre lágrimas

𝐿𝒶 𝓅𝑒𝓉𝒾𝓉𝑒 𝓈𝒾𝓇𝑒̀𝓃𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora