Capítulo 1.

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La oscuridad me envolvió como un manto y el frío de la noche invernal se apoderó de mis articulaciones haciendo mis movimientos más pesados y lentos. Speker's Bar no estaba muy alejado de mi piso, pero aún así no estaba mal abrigarse en exceso. Las calles estaban vacías y los únicos sonidos eran el de los coches al pasar y el del viento. El pelo se me arremolinaba a ambos lados de la cabeza creando así una danza a ritmo de una música inexistente.

Rolland, en este mismo momento te odio, tú, tecnicamente, prometiste que me recogerías.

Cuando llegué a mi destino las luces que anunciaban en neón al bar me dieron la bienvenida.

Sí Ag, bienvenida a tu mierda de trabajo: camarera.

Entré al lugar, me quité toda la ropa de abrigo y la deposité sobre una silla detrás de la barra.

-Ag, hola- me saludó Rolland caminando con provocación hacia mi.

-Rolland- dije sin el más mínimo rastro de humor.

-¿Qué le pasa a mi pequeña "hojita"?- ya estamos otra vez con lo de "hojita".

Le dediqué una mirada de puro fastidio y él me cogió de la mano para conducirme escaleras arriba a, lo que él llama, su despacho.

Allí cerró con llave y se sentó en su mesa arrastrandome tras de si hacia una silla de madera muy ajada.

-¿Qué te perturba?- me preguntó Rolland con una sonrisa traviesa en sus labios...

Sus labios...

Tantas ganas tenía de besarlos y de acariciarlos con mi lengua.

-Tú- contesté intentando controlar mis emociones.

-¿Mmm? Cierto... No te he recogido- adivinó pensativo.

Yo me dispuse a salir de la estancia pero él, sin previo aviso, me aprisionó las muñecas contra la pared y me besó apasionadamente.

Suave al principio y doloroso al final.

Abrí mi boca a la suya y nuestras lenguas se unieron provocando en los cuerpos de ambos dulces escalofríos.

-Te amo- me susurró él pasando su nariz por mi cuello.

-No, Rolland, por favor, no- dije intentando apartarme de su jaula formada por su anchos y largos brazos.

-No... ¿Qué?- preguntó el chico dibujando chupetones a lo largo de mi cuello.

-Ya sabes... no me muerdas...

-Oh, pero si lo disfrutas... reconócelo... te gusta- me dijo el entre jadeos.

Accedí y me fundí otra vez en Rolland con otro beso. Este me desabrochó la camisa dejando al descubierto mi sujetador de lazitos rosas y soltó un gruñido animal...

Hundió sus caninos en mi piel y un gemido de placer se escapó como un suspiro de mis labios.

Pocas veces me mordía y cuando lo hacía me sentía como si me hubiera bebido unos chupitos, no lo suficientemente borracha pero sí muy... alegre y torpe, muy torpe.

Vampiros...

Nunca cambiarían...

Lujuriosos depredadores que volvían loca a cualquier mujer tanto mundana como nephilim...

Yo, por supuesto, era una excepción.

Agnes Herondale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora