Capítulo 5.

98 7 0
                                    

Tenía un problema, uno bien gordo... ¿Cómo pensaba llegar al infierno? Creo que no hay taxis que te lleven a él... En ese caso mi hermano no me servía de escondite, pues el mismo iba a la causa de mi huida. La situación era mala, Magnus pocas veces se preocupaba y, cuando hablé con él... No es que pareciera muy convencido con la decisión de esos locos nephilims a los cuales rige mi hermano Jonathan.
En todo caso... Tenía que salir de Alacante, el simple echo de estar allí era doloroso físicamente para mi. El aire de las calles era asfixiante para alguien como yo y tantos angelitos me ponían enferma. Creedme, no soy de los malos, pero no pensaba lamer el culo a la Clave y mucho menos seguirlos y asentir a cada cosa que digeran...
Si se tiran de un puente yo no voy detrás, incluso les daría un empujoncito... Algunas veces la Clave era el enemigo, pero en esa situación no era el enemigo más peligroso.
Sebastian Morgestern era el antagonista principal...
¡Enhorabuena Sebas! Has ascendido de categoría e incluso superas en ser un cabrón a tu padre... Y mira que dejó el listón alto.
En mi caso, temía a Sebastian por tres razones:
1. Lo que puede hacerle al mundo.
2. Lo que me puede hacer a mí.
3. Lo que quiero que me haga.
Antes...
Antes no era malvado...
Recuerdo todo.
Las carreras por el campo.
Las canciones que cantábamos.
Nuestras primeras batallas con espadas.
Y los inocentes y dulces besos que compartíamos.
Todo él era yo.
No nos separábamos para nada.
Lo... Lo quería.
Lo quiero.
Quiero a mi Sebastian.
El que me prometió una amistad infinita.
Dudo que se acuerde si quiera de esos momentos.
No quiero negro en sus ojos.
Deseo ver en su mirada un resplandor verdoso.
Amaba a ese niño.
Quiero amar a este hombre.

Agnes Herondale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora