14:00
Raoul y Agoney llevan un poco más de siete años juntos, y hace exactamente ocho fue cuando se rindieron a lo que habían empezado a sentir, en unos meses haría nueve que se conocieron. Poco a poco aprendieron a llevar al otro, a jugar con contraataques y saber cuando parar, a mezclar el sarcasmo y los cumplidos, a entenderse sólo con miradas.
Es sábado, acaban de comer, y parece que el mundo está un poquito más feliz, o quizá solo lo siente así ese grupo de personas que empiezan a prepararse para la ceremonia que tendrá lugar aquella tarde.
14:47
Le ve, y está guapísimo. Es entonces cuando tiene que aguantar la emoción, él no es un llorón, aunque su novio sí lo sea. Pero le cuesta, Dios sabe lo que le cuesta, porque está sonriendo de la forma más bonita que ha visto jamás, brilla en el traje azul claro, casi blanco, que le adorna el cuerpo. Porque eso es lo que hace la ropa en el cuerpo de Raoul, adornarle como si fuese un escultura.
Él, traje impoluto del color de los folios, se recoloca las solapas de la chaqueta, es feliz. Y quiere avanzar, estrecharle entre sus brazos y no dejarle ir jamás, pero tienen una boda que celebrar. Aún así, no se resiste a acercarse.
Susana, la madre de su chico, es la primera que lo ve, y sonríe con ternura justo antes de que su hijo se gire y se miren.
—Estás muy guapo.
—Tú también, enano.
—¿Te parece un buen día para meterte con mi altura?
Agoney ríe y se termina de juntar a él, le acuna la cara con la manos con toda la delicadeza que puede reunir y besa sus labios como si fueran su mayor tesoro.
No lo son, pero sí forman parte de él.
Es un beso muy ligero, apenas perceptible, pero parece eterno cuando al abrir los ojos encuentra con otra figura más en la habitación.—Hola, papá —Saluda el rubio mordiéndose el labio, sabe que está feliz, se lo ve en la cara.
14:52
Es otoño, las hojas caen decorando el suelo de diversos colores, la plaza que han elegido para la ceremonia, de ese modo, tiene un toque especial, además de los pétalos de rosa que marcan el pasillo que recorrerán más tarde, al final de este, un arco adornado con hojas que varían entre el amarillo, naranja y marrón, y en el medio una mesa, frente a la que se prometerán amor eterno y unirán definitivamente sus vidas.
A los lados del pasillo se extienden las sillas de los invitados, de un color beige claro, sobre ellas un pequeño recuerdo de la ceremonia. Y todo lo rodean un conjunto de árboles que envuelve el lugar, tardaron mucho en decidir dónde sería el enlace, pero tras ver aquel lugar no hubo duda.
Todo lo armado se puede ver desde una de las cristaleras de la planta superior del hotel que han reservado para un total de tres días, la pre boda del día anterior, el día de la boda, y la mañana siguiente, para que pudiesen disfrutar de la fiesta a gusto. En ese momento continuaban ahí, ultimando los detalles y esperando al fotógrafo que les haría las fotos familiares.
Tienen suerte y el día está despejado, quizás es una buena señal, quizás sólo decidieron bien la fecha.
La pareja va a dar un paso más, para algunos un simple papel firmado, para otros una promesa de por vida, ellos sólo sentían que era una muestra más de toda la cantidad de amor que se profesaban, algo con lo que unirse más de alguna forma, un detalle más en su historia, una promesa de eternidad.
Raoul estaba nervioso. Él era nervioso, pero es que además lo estaba. Nerviosamente feliz o felizmente nervioso, sólo quería que llegase el momento ya, poder decirle a Agoney todo lo que había preparado, ponerle el anillo en el dedo y besarle como si no hubiese un mañana.
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La Última Estación {Ragoestaciones Final}
FanfictionOs conocéis en invierno, os encontrais en primavera, os la jugais en verano y os sincerais en otoño. La Navidad siempre será una fecha importante... ¿pero cuánto puede llegar a serlo? ¿Y la estación de las hojas caidas? [Especial Navidad (y algo más...