Sabor a agua salada

1.8K 156 182
                                    

23 de Diciembre - Seis años después de conocerse

22:30

—Ya estamos aterrizando, pollito.

La voz de su novio, acompañada de los pequeños toques que estaba dejando en su hombro, hizo que se despertase. Se estiró en el asiento y le dedicó una sonrisita a Agoney, que seguía mirándole.

—Qué ganas de pasar aquí las fiestas.

—¿De verdad?

—Claro, amor. Ya te lo he dicho mil veces, no me importa pasar una Navidad sin mi familia.

—Si te sirve, la mía es bastante más navideña que yo.

—Me serviría hasta celebrarla en chándal tirado en el suelo, lo que me hace ilusión es hacerlo contigo y con tu familia.

—Eres el mejor —respondió besándole en la mejilla—. Y ese va a ser mi cumplido del mes.

—Eres tontísimo.

Agoney se rio, justo antes de que el avión llegase a tierra y tuviesen que prepararse para bajar en el aeropuerto de Tenerife, donde cogerían un taxi para llegar a su casa.

23:02

—Tendríamos que venir más a menudo —aseguró el catalán una vez entraron por la puerta y dejaron las maletas.

—Planta un árbol de dinero y nos permitimos venir una vez al mes.

—Bueno, tendremos que aprovechar lo que podamos. Ahora, ¿estás muy cansado?

—Depende de para que —le respondió con sorna acercándose a él y rodeándole el cuello con los brazos.

—Pues para cenar, gilipollas.

—Pues depende de qué.

—La madre que te parió.

Después de soltar una risa, Agoney juntó sus bocas en un beso rápido, que no por ello fugaz, e intenso.

Dejando el equipaje olvidado en la puerta, hizo que caminasen hasta el sofá del salón sin despegar los labios y se dejaron caer en él. Raoul suspiró acariciando su espalda de arriba a abajo para luego meter las manos por dentro del jersey que llevaba y repetir la acción, esta vez por la parte del pecho.

Enredaron sus piernas y giraron como pudieron, Agoney jadeó cuando los besos del catalán bajaron por su cuello y se decidió a colar sus manos por dentro de su pantalón, acarició su cadera con los pulgares y les pegó un poco más para frotar sus entrepiernas.

—Me gustas tanto —se le escapó a Raoul mientras le lamía la clavícula, sacándole una sonrisa al contrario.

23:08

Comenzaron a desvestirse, primero los zapatos, las prendas superiores, luego los pantalones. Llevaban casi seis años justos descubriéndose en la cama, conociéndose y jugando a complacerse; algunas veces, puro sexo; otras eran más corazón que piel, pero siempre intentaban dedicabar tiempo al cuerpo del otro, a dejar caricias por cada hueco y besar todos los tramos. Si no había tiempo, ya se encargaban de hacerlo después.

Sus manos se movían hábiles, sabiendo ya dónde debían tocar para excitarse cada vez más. Llegaron a un punto en el que les ponía tocar al otro casi tanto como que este les tocase, o quizá al revés. Y mientras Raoul movía su pelvis para crear fricción con la de Agoney, este pellizcaba sus pezones con los dientes, humedeciéndolos con la lengua como si fuesen caramelos.

No se preocupaban por ocultar los gemidos, y el invierno quedó muy atrás cuando comenzaron a sudar.

—¿Por qué no vamos a la cama? —comentó Agoney mientras bajaba a mordiscos por la tripa de su chico, que se deshacía entre suspiros.

La Última Estación {Ragoestaciones Final}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora