Navidad es tiempo de amar

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22 de Diciembre. - Dos años después de conocerse.

11:02

La pareja descansaba entre las sábanas, se habían despertado apenas unos minutos atrás, en los cuales su única dedicación había sido darse mimos.

La calefacción se agradecía sobretodo al mirar por la ventana y ver la cantidad de viento que parecía hacer, entonces, y aunque no lo dijesen en voz alta, porque aún les costaba un poco acostumbrarse a estar realmente juntos y mostrar al otro lo que sentían, su corazón botaba de alegría por tener el calor humano de otro cuerpo mezclándose con el propio.

—¿Cuándo vienen tus padres?

Agoney se removió para acercarle más a su cuerpo y acariciar mejor su costado.

—Esta noche.

—¿Entonces hasta cuando te tengo para mí?

—Me gustaría recoger un poco la casa antes de que lleguen, pero no te voy a echar, a ver si vas a llorar.

—Imbécil que eres, Agoney.

—Claro que si —hundió la cara en su cuello, dejando un mordisco—, casi tanto como tú.

—Hazme el desayuno.

—Si, claro.

—Venga, no seas vago. Que es Navidad.

—Todavía no.

—Desde, mínimo, el día seis de diciembre, ya es Navidad. Si no, mira tu árbol.

—Sigo sin saber porqué accedí a ponerlo.

—Ah, ¿no? —preguntó con sorna y cambiando posiciones para quedar por encima— Pues yo si lo sé.

Dejó un río de besos por su pecho, mordió la piel de al lado de su ombligo y lamió un trozo de su tripa. Ascendió hasta el cuello, que mimó con los labios sintiendo como Agoney le rodeaba la cintura con los brazos y le giraba hasta quedar tumbado de lado en un semi-abrazo.

11:13

—Aquí —susurró Agoney, moviendo la cabeza para poder tenerle frente a frente y sacando los labios.

Raoul sonrió concediéndole el beso que le pedía, enredando sus lenguas al igual que lo estaban sus extremidades. Notarse piel con piel era algo que a ambos les causaba un sentimiento de placer tranquilizante, poder acariciarse debajo de una sábana y pasar así horas muertas.

—Quiero desayunar comida de verdad —fanfarroneó el rubio cuando las manos de Agoney llegaron a su culo—, no intentes entretenerme.

—Cállate un rato, anda.

—Mmm... cállame tú o te hago una lista de lo que deberías hacerme de comer.

Bufó sobre su boca y mordisqueó sus labios mientras amasaba sus nalgas y sentía como movía las piernas, creando fricción con las suyas.

—Qué pesado eres.

—Te estás aprovechando de mí.

—Tú te quieres aprovechar de mis artes culinarias.

La carcajada de Raoul distendió el momento, subió una de sus piernas hasta rodearle la cintura y con la mano le acarició el pecho justo antes de unir sus miradas.

—¿Tus qué, perdona?

—Te fascina lo bien que cocino.

—No... me fascina lo bien que comes —rio socarrón, jugando a pasear los dedos por su bajo vientre— y lo bien que me tratas cuando me complaces los caprichos.

La Última Estación {Ragoestaciones Final}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora