–¿Qué fue lo que sucedió? –preguntó Sabito, al ver que su mejor amigo, Giyuu Tomioka, ya iba por la tercera botella de vino.
–Shinobu quiere que me vaya.
Acto seguido, dejó caer el envase vacío sobre la barra para pedir la cuarta botella inmediatamente.
Sabito se quedó estático.
Nunca había visto a Giyuu así de mal. De hecho, podría apostar que su amigo no tenía nada de resistencia al alcohol porque jamás lo había visto probar una gota antes.
Sabía que las cosas en su matrimonio iban mal, pero no pudo adivinar que realmente fuesen a separarse. Después de todo, no hay pareja que no discuta, y esos dos peleaban desde que eran sólo dos tontos novios de la secundaria. ¿Cómo fue que llegaron a ese extremo?–Le dije que no quería tener hijos. –contestó, como previendo la pregunta de Sabito.– Ella ha soñado con eso durante mucho tiempo, pero...
Tomioka apenas podía hablar bien. Las palabras salían entrecortadas y su boca parecía haber perdido la capacidad de modular correctamente.
–Me dio miedo...
Lo único que ese borracho quería en aquel momento, era beber hasta olvidarse de todo, especialmente de Shinobu. De ese rostro angelical, esos ojos encantadores, esa voz serena y su preciosa forma de sacarlo de quicio (en el buen y mal sentido).
Se preguntaba cuánto alcohol haría falta para olvidarlos.
Kocho no era una mujer convencional. Aunque su apariencia menudita e indefensa engañara, ella era capaz de tumbar a cualquiera que le diera el más mínimo problema. Siempre burlándose de él, con esa lengua mordaz que tanto la caracterizaba. Diciendo cosas como “por eso todos te odian” o a veces incluso coqueteándole de forma para nada inocente (provocando en más de una ocasión que Giyuu se atragantara con la comida cuando ella insinuaba de manera muy directa sus necesidades corporales)
¿Cómo iba a olvidarse de todo eso, si la amaba desde que tenía memoria?
–¡Basta! –vociferó Sabito, quitándole la botella de vino.
–¡Déjame perder la consciencia! ¡No es asunto tuyo!
–¡Lo es, porque eres mi mejor amigo!
Tomioka no recordó muy bien lo que ocurrió luego de ese dialogo. Pero cuando despertó, estaba en el sofá de la casa de Sabito.
–Al fin despiertas, borracho.
–¿Qué pasó?
–Dijiste que querías perder la consciencia, así que te dí un buen golpe.
–Gracias... –murmuró, dirigiendo su vista hacia el ventanal del departamento.
Su cabeza dolía como el mísmismo infierno, pero no iba a quejarse. Fue lo que él provocó, y consiguió lo que quería.
No obstante, allí estaba el amanecer, recordándole todos sus problemas, atacándolo con cada una de sus angustias.–¿Tienes una aspirina?
–Ten. –Sabito le entregó una caja junto con un vaso de agua–. Cuando te sientas mejor, deberías...
–¿Volver? –preguntó el contrario, después de acabarse el vaso.
–Necesitan hablar. No cometan una tontería sin pensarlo.
–No es una tontería. Yo...
La verdad, dolorosa, transparente, minúscula, que quemaba como el más ardiente fuego.
–Le partí el corazón.
–¡Pero aún estás a tiempo de arreglarlo, imbécil! –Las ganas de Sabito por golpearlo eran evidentes. Tal vez se contenía sólo porque entendía lo difícil que era la resaca, sobre todo en su primera borrachera.– Ustedes dos son novios desde la secundaria, por eso...
–Por eso no debemos perder más tiempo. –Giyuu dejó la pequeña caja de aspirinas sobre la mesa–. Esto no es sólo por los hijos. Debido al trabajo comencé a llegar tarde a casa, y también muy hastiado. Shinobu siempre ha sido una mujer difícil, y yo jamás he sido el hombre más listo. Cuando me insultaba...
–Ella siempre ha sido sarcástica, no lo hacía en afán de herirte.
–Pero se me olvidaba. Cuando peleábamos, me olvidaba de lo mucho que la amaba. Nos dijimos cosas tan crueles que perdonar es pedir demasiado.
–¿Qué pudo haber sido tan hiriente para que no quieras volver?
La mirada de Tomioka se tornó repleta de dolor.
–Me llamó un cobarde que dejó morir a su hermana.
La taza de café que cayó de las manos de Sabito y se rompió en pedazos al chocar contra el suelo, respondió por él.
–¡Esa mujer...! –rezongó, repleto de cólera.
La vida de Tomioka había estado llena de complicaciones desde que en su infancia, un asesino se metió en su casa, y su hermana mayor dio su vida para protegerlo del hombre. Como única cosa buena, no hubo más víctimas y el culpable fue arrestado al poco tiempo, pero, el complejo de inferioridad que eso provocó en Giyuu repercutió durante toda su adolescencia, hasta que poco a poco lo superó. No obstante, no dejaba de ser un tema delicado a más no poder. Sobre todo si las palabras salían de la boca de su mujer amada.
–¡Yo fuí el que la llevó a eso! –añadió–. Yo también la herí y ofendí con mis palabras, por eso no puedo enojarme.
–¿Qué le dijiste? –preguntó el chico, ahora más calmado.
–Le dije que jamás lograría llegar a ser nada más que la sombra de Kanae.
Definitivamente, ambos habían atacado el punto sensible del otro.
–Eres un idiota.
–Estaba furioso, y bajo el control de la ira se toman malas decisiones.
–¡Es por eso que debes ir y arreglarlo! –Insistió Sabito– porque todo esto es producto de la rabia.
–Pero no va a ser lo mismo. –una sonrisa penosa perfiló los labios de Tomioka–. Lamento ser un amigo tan pesado. Ya me voy, lo prometo. Le alquilaré un piso al señor Urokodaki hasta que pueda encontrar una casa.
–No es necesario. Puedes quedarte aquí.
–No, en serio.
Con la mirada de Giyuu, Sabito comprendió que su mejor amigo necesitaba estar solo un tiempo.
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Ikanaide
Short StoryEl amor de Tomioka Giyuu y Kocho Shinobu fracasó ante la prueba más grande de todas, llamada matrimonio. No obstante, los restos de ese inocente y fervoroso sentimiento que se profesaban al inicio de aquella desafortunada aventura, seguirán resonand...