Hannah
Como todas las mañanas desde que llegué aquí, me levanté de la cama y tomé mi prolongado baño que para entonces se había vuelto, más que un acto de higiene, un pequeño rito de belleza. Salí treinta minutos después envuelta en una hermosa toalla blanca con bordados en las orillas, sentandomé frente al tocador, como siempre sequé y alisé mi cabello, me pusé crema en el cuerpo y las manos, para terminar colocando una esencia de vainilla que mi padre había mandado a pedir directamente de París.
Caminé entonces hacía mi perfectamente ordenado closet, en el cual había al menos diez uniformes idénticos, planchados y colgados uno al lado del otro, Tome mi tiempo para vestirme intentando no arrugar nada, para luego levantar mi bolsa de la silla y y bajar al primer piso de la mansión a desayunar.
-Buenos días, padre, hermana, primo- saludé educadamente, los años en Japón habían surgido efecto en mí.
Los Hackman son conocidos por su educación y elegancia, mi padre era muy estricto y siempre le ha avergonzado mi carácter. Como primogénita mi deber era heredar los negocios de la família y un líder nunca debía ser vulnerable, según mi padre.
El desayuno transcurrió de forma normal, como todos los días mi padre me preguntó cómo había estado el colegio el día anterior.
No le iba a decir como me trataba mi primo, tampoco iba a contarle de que semanas antes le había dirigido la palabra al chico Shackson, a lo cual le respondo con lo mismo que respondo cada vez que me pregunta lo mismo.
-Estoy intentado aprender todo lo que puedo, padre. Daré mi máximo esfuerzo para terminar en el cuadro de honor, tal como Chris lo hace.
Miró como Christopher se tensa y toma el tenedor con más fuerza de la necesaria, levanta su mirada y me mira con resentimiento, no logro soportarla y encorvo mis hombros mirando mi plato.
-No espero nada menos de ti- dice papá sin despegar los ojos del informe financiero.
Termino de desayunar y la mucama me trae mi almuerzo, lo tomó con cuidado poniéndolo dentro de mi bolso, camino junto a mi hermana y primo despidiéndome de mi padre para esperar el auto que nos llevaría a clases.
Había pasado un mes desde que acababa de iniciar las clases en el ciclo escolar en el instituto. Las cosas se ponían de boca arriba para mí que siempre lograba ser una de las mejores de mi generación, como siempre, pero al parecer cierta persona me ponía los pelos de puntas... Kartan Shackson. El muy insolente lograba quedar con mayor puntuación en las asignaturas, pero eso no era lo peor; el muy vago entraba a las clases de educación física solo para ligarse a las chicas suspiraran al verlo entrar a la clase, solo entraba cuando quería a las clases de matemáticas y siempre sabía responderle los problemas al el profesor por más que este intentase reprimirlo. Es como si fuera un genio, como si supiera todas las respuestas sin siquiera estudiar y eso para mi era prácticamente imposible.
La mayor de mi tiempo había decidido estudiar el doble cuando llegaba a casa me ponía a estudiar hasta caer rendida y en la escuela aprovechaba las horas de almuerzo para estudiar un poco en la biblioteca donde lo encontraba dormido delante de mi mesa.
Bajé de la limosina para ingresar al colegio privado entonces, observando que faltaban cinco minutos aun para que tocarán el timbre que daba inició al día escolar.
Caminé hasta los casilleros donde se encontraba peleando con su casillero por no quererse abrir. Lo miré por un momento, se que estaba mal, pero desde que me habló por primera vez mi corazón latió desesperadamente, ya esa era una clara señal de que me estaba gustando ese chico.
Tonta.
No obstante cuando vi pasar al pelimarrón de Kartan, me escondí detrás de un casillero dejando que pasara de largo.
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Entre Vecinos
Teen FictionDesde pequeños, papá nos inculcó odiar a nuestros vecinos del frente. Y se me hacía fácil. Nuestras empresas se odiaban Al igual que nuestras familias y amigos. Apuesto a que hasta nuestras mascotas lo hacían. Hasta que llego ella. En algún mome...