Dos días después Ursula despertó. Había estado en una clase de coma. Cuando se despertó, sintió un dolor agudo en el bajo de la pierna. Se las arreglaron como pudieron para hacerle unas muletas. Utilizaron las patas de varias mesas, cinta aislante y algunos tenedores. Se sintieron muy orgullosos de su trabajo y rieron algo. La tensión que había el primer día que se reunieron todos fue decreciendo, pero aún se podía notar. Eran extraños y aún no podían confiar plenamente en ellos. Y el miedo a los que atacaron no ayudaba a coger confianza. Cinco de las personas con las que estaban habían pertenecido al grupo liderado por aquel maniático que quería la muerte de otras personas para quedarse sus pertenencias. Les dijeron el nombre del 'lider, el cual se quedó grabado en sus mentes: Carlos.
Gonzalo, Eduardo y Ryan se reunieron en una mesa apartada de los demás. Ryan extendió un mapa de la ciudad y calvó varias chinchetas. Una estaba clavada en el restaurante donde estaban, otra estaba sobre el centro cultural, y otra más lejana sobre el ayuntamiento de la ciudad, que estaba al lado de una parada de metro.
— Ahí es donde está asentado Carlos. No el ayuntamiento en sí. Si no al lado, en el centro comercial —les dijo Ryan, señalando la chincheta lejana.
— Es bueno saberlo. ¿Cual es vuestro plan? ¿Adónde pensáis iros? —le preguntó Gonzalo sin apartar la mirada del mapa.
— Pensábamos en ir a esta parada de Renfe —señaló una seña de Renfe que estaba en diagonal, muy cerca de aquel restaurante—, y desde allí seguir las vías del tren hasta llegar a la capital. ¿Vosotros que teníais pensado hacer?
— De momento íbamos a quedarnos en ese centro cultural. Parecía seguro. Pero ahora no tenemos a donde ir. Supongo que nos alejaremos de El Nido todo lo posible. —contestó Eduardo.
— Yo, podría ir con vosotros. Antes de encontrarme con Eduardo y los demás tenía planeado ir a la capital —le dijo directamente a Ryan—. Eduardo —se giró hacia él—, lo siento, pero creo que me iré con ellos.
— ¿Qué? —Eduardo no podia creer lo que le estaba diciendo. Es verdad que no le había caído muy bien al principio, pero ahora era como de la familia que había creado Marcos al encontrárselos a ellos—. ¿Nos disculpas un momento, Ryan?
— Claro —Ryan se fue y les dejó para que hablaran ellos solos.
Eduardo se giró y miró a Gonzalo.
— No puedes dejarnos.
— Venir conmigo. La capital es lo mejor que suena por el momento. Imagínate por un momento que el gobierno no ha caído y está esperando a que la gente vaya y se reagrupe.
— Imagina por un momento que hay grupos peores que los de El Nido —le espetó—. Gonzalo, te necesitamos. Le das equilibrio al grupo. Yo solo no puedo protegerlos.
— Estoy harto de hablar de esto. Me voy a ir a la capital y no vais a poder retenerme —Gonzalo se levantó y se fue a buscar a Ursula, dejando a Eduardo en la silla, con el ceño fruncido.
Gonzalo encontró a Ursula sentada en una silla cerca de una esquina, hablando con Emma e Isabel, con Javi jugando en el suelo. Gonzalo se aclaró la garganta.
— Necesito hablar un momento a solas con Ursula.
Las mujeres se levantaron y se fueron a otra parte. Gonzalo tomó asiento al lado de ella. Los dos se estuvieron en silencio durante largo rato, mientras Ursula se ponía rojísima y Gonzalo meditaba las palabras correctas.
— Te quiero —soltó sin más Gonzalo. Le había costado poner en orden sus sentimientos. La mujer que amaba se había ido hace casi dos meses y el dolor no lo había dejado avanzar. A Gonzalo le agradaba hablar con Ursula cuando estaba de guardia y estar con ella mucho más. Desde que ella le besó, estuvo pensando que hacer.
Ursula se inclinó hacia él y apoyó su cabeza en el hombro de Gonzalo. Él se acercó a ella y la abrazó. Ursula estaba a brotar felicidad en su interior. Por fin lo había conseguido. desde su última relación habían pasado siete meses. Pero estaba segura de que Gonzalo era el correcto.
Cerca del mediodía, Eduardo, Mónica y Sergio salieron a reconocer el terreno, buscar algún indicio de peligro y, si había suerte, algo de comida. Los demás se quedaron a vigilar y seguir trazando planes.
Cerca de una hora después, Sergio apareció cogeando mientras corría hacia el restaurante. Emma, que estaba de guardia, dio la alarma y salió junto con Gonzalo y Ryan. Cuando le alcanzaron, unos hombres armados aparecieron detrás de ellos y a los lados, apuntándoles. Un hombre con una capa negra, guantes del mismo color y con una cicatriz en la mejilla derecha se adelantó. Dios dos palmadas y dos hombres avanzaron con Eduardo y Mónica inmovilizados y con una pistola en la cabeza cada uno.
— Ahora, vais a venir conmigo y sin ningún tipo de resistencia, ¿entendido? Nos espera un camino un poco largo hacia El Nido, y no quiero que haya problemas.
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New World
ActionTodo lo que conocía Gonzalo ha desaparecido. Aquellos buenos días de verano en la playa, los días de frío esperando la entrada a clases de su hija, o los viajes en carretera al pueblo. Pero la guerra es cruel, y la felicidad de muchas personas fue a...