3. PLÁTICA

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En cuanto los tres presentes en la sala tomamos asiento en en los sofás, dialogamos.

Yo ni siquiera esperaba ser el centro de atención, por lo que volví a clavarme en cualquier cosa que pudiera pensar.

Pasaron unos muy buenos y largos minutos, en los cuales, mi prima y mi padre, entablaron conversación.

Como todo tiene un inicio y un final, se quedaron en silencio... lastimosamente, fue muy pronto.

Fue fácil percatarme de las pocas ganas que mi prima tenía de hablar con él. Y más que nada, la comprendí, porque mi padre: al ser un hombre de bastante edad, no suele hablar de nada que pueda interesarle a los adolescentes. Solo menciona cosas que hasta a mí me provocan dormir. Además, mi prima es naturalmente muy altiva: si debe hacer uso de monosílabos, lo hace sin chistar y sin importar la persona. 

Entonces, era de esperarse que todo un callado ambiente se pronunciara, tan profundo como la nada misma.

Y... cuando menos lo esperaba, ella dirigió su mirada hacia mí.

Yo tenía los ojos en el suelo y, aun así, tuve clara esa sensación de alguien viéndome directamente. Fue así como escuché sus primeras palabras dirigidas hacia mí:─¿Y tú, prima?, ¿qué tal?, ¿qué haces?

«Me dice prima porque no recuerda mi nombre, ¿verdad?» , pienso ahora que... me doy cuenta de hasta esos pequeños detalles, que pasé por alto esa noche.

─Bueno, de todo un poco... —contesté alzando la mirada y entrelazando mis manos, como señal clara de lo ligeramente tensa que me hallaba en ese momento.

Empezó la charla interesante, no nos callamos en horas; el único mudo fue mi padre, no encontraba forma de adentrarse en temas tan juveniles y sueltos.

Tema tras tema, variable y tan distinto uno de otro. Nuestras palabras eran imparables, cuales cotorras. La comodidad se dio por sentada durante otro buen tramo de tiempo. Fue agradable para ambas, sin duda. Haber escapado de aquel silencio se sintió como un alivio, más para ella que suspiró.

Comencé hablando de mis más recientes logros y actividades, proseguí hablándole de mis futuras metas y... añadí una incertidumbre que tenía. Necesitaba un consejo y, por lo tanto, aproveché el momento. Claro que le había estado haciendo la misma pregunta a muchísimas personas más. Sin embargo, nadie me había dado una respuesta como la de ella. Fue tan original que ni la vi venir, y si no quiero entrar en detalles es por privacidad. Pero sí, su idea me gustó tanto que todavía pienso acatarla. 

En fin, volviendo al punto. Llegó el momento en el cual, mi tío, se acercó a la sala para resaltar lo evidente:─Vaya, vaya, cómo están estas generaciones... le callan la boca a uno.

─Así parece, porque me han dejado sin entrada para aportar algo ─reclamó sutilmente mi padre.

Entonces, mi primo también se acercó a la sala. Continuamos hablando de más cosas con tal de empezar a meter al resto en la conversación.

Poco a poco y sin darnos cuenta: faltaban quince minutos para las doce.

Todos nos preparamos. Paramos la conversación, nos acercamos al comedor, servimos copas de vino y, para cuando acabamos, ya estaban reventando los pirotécnicos en el exterior del edificio.

Todos nos abrazamos, nos deseamos la mejor de las suertes y, finalmente, felicitamos a mi tía por su cumpleaños... porque sí, ese día era su cumpleaños.

Por último, luego del brindis, quisimos pasar a la sala una vez más, pero ahora era para lo que en verdad me interesaba: los regalos. La única razón y el único motivo de mi llegada, todas las navidades.

[BILOGÍA] SOLO PARA ELLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora