9. La culpa es de la empanada

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La tarde en casa de la familia Paredes Rojas se presentaba escandalosa y jadeante

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La tarde en casa de la familia Paredes Rojas se presentaba escandalosa y jadeante. Estaban cerca... solo una extracción más y...

—¡Sí... sííí! —gritó Raia, extasiada—. ¿Creíste que podrías conmigo, cable desgraciado? —Raia sostuvo en el aire el juego desenredado de luces navideñas, en pose de triunfo—. Practicar con los audífonos sirvió de algo —sonrió, orgullosa de su hazaña.

Por otro lado, la frustración se evidenciaba en el rostro de Eduardo. Por cada parte que lograba desenredar, otras, por arte de magia, se hacían nudos.

—Qué pasa, Edu, ¿las luces te están haciendo bullying? —rio Raia.

—Te informo que a mí me tocó un juego de quinientas luces, mientras que el tuyo era de doscientas, así cualquiera —objetó él.

—Nada, nada. Y ahora... —Pulsó la cámara del celular, riendo maliciosa—, una foto para la posteridad.

El dispositivo captó a Eduardo sentado en el suelo, rodeado de un cable, críticamente enredado.

—¡Demonios! Es más fácil encontrar una pulga en Carbón que desenredar este cable infernal.

Carbón, el perro, ladró en respuesta, mientras se rascaba la oreja.

—Deja de quejarte —recriminó la madre—. Desenredar cables es un arte, hijos míos.

Eduardo resopló. Cinco minutos después, logró lo imposible.

—¡Al fin! Madre, aquí está vuestro cable. —La escena fue muy emotiva.

—Gracias. Qué maravilla que ambos juegos no hayan estado quemados —comentó, feliz—. Todos los años me toca comprar luces nuevas...

—¿Quemados? —murmuró Raia—. ¿Quieres decir que...?

—¿Probaron las luces antes de desenredarlas? —Concha, levantó una ceja.

Los hermanos intercambiaron una mirada de sorpresa. Agarraron las luces y las conectaron a una toma de corriente.

El resultado los sobrecogió.

¡Las luces no prendían!

—Debí imaginarlo. —Concha movió la cabeza—. Primero se verifica que las luces prendan, antes de desenredarlas. Ahorra trabajo.

—No se me ocurrió, la verdad. —Eduardo rio nervioso.

—Qué raro, mi juego sí prendía —aseguró Raia para no quedar en evidencia—. Además, con las luces que trae el árbol incorporadas, debería ser suficiente

—Pero no es así, no alumbran mucho. Ya, olvídenlo. —Concha agarró su cartera—. Voy al centro a comprar otros juegos, ustedes terminen de armar el árbol. Y ojalá a mi regreso los del municipio hayan terminado de arreglar esa tubería rota, ¡llevamos horas sin agua!

La empanada de la discordia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora