🌊 S E I S 🎴

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La noche ya estaba cayendo y claramente como cazador de demonios que era, estaba más alerta de mis alrededores. Últimamente mis días eran bastantes agitados. Me encontraba con bastantes demonios en mi camino.

El número de batallas que tenía por día no era normal. Oyakata-sama y los demás pilares sospechábamos que los recientes ataques de demonios eran dirigidos hacia mí y no teníamos dudas de cuales eran las razones.

Seguí corriendo, quería llegar pronto a casa de Urokodaki-san. Necesitaba un respiro y estar en esa casita me traería bueno recuerdos. Oh, ahora que lo pensaba, en casa de Urokodaki-san están los diarios que escribí para Nezuko...

¡Ah! ¡Que vergüenza!

Rezaba para que Urokodaki-san no los leyera... aunque con los años que ha estado ahí no me sorprendería que ya les haya echado una ojeada, si es que no los ha botado. Recuerdo que en algunas partes había descrito a mi maestro como un demonio... no es como si estuviera tan alejado de la realidad.

Urokodaki-san era realmente fuerte...

—¡Alguien, por favor, ayuda! —El grito desesperado de una chica me detuvo.

El olor a sangre apenas era perceptible, no era muy fuerte pero si podía saber de que dirección provenía ese aroma metálico. Giré enseguida a mi derecha sin detener mi correr. Tenía que apresurarme. Si me detenía un solo segundo... la vida de alguien podría acabar.

Tenía experiencia con situaciones como esta. Un solo deje de duda y alguien terminaría muerto.

—¡Ayuda! —Vi la silueta de una pequeña niña— ¡Mi familia! ¡Mi familia, alguien que los ayude! —La pequeña gritaba mientras corría con la respiración acelerada. 

Su figura estaba más cerca. 

—¡¿Dónde están!? —Aun no llegaba a su lado pero no podía detenerme a preguntarle, tenía que ser rápido— ¡¿En qué dirección están!?

—¡Derecho, sigue derecho! —Pareció entenderme, pues contestó enseguida sin titubear— ¡Ayúdales!

Pasé por su lado corriendo, escuché su cuerpo caer al suelo cansada. De lo poco que llegué a observar, solo tenía heridas leves. Lo sabía por el débil olor a sangre de su cuerpo.

—¡Salvalos, por favor! 

Los salvaría.

Definitivamente lo haría.

Llegué a una casa alejada y solitaria, envuelta en llamas, el olor del humo y la sangre inundaba mis fosas nasales. Rogaba por no haber llegado tarde.

Y ahí fue que lo vi, un demonio acorralando a tres personas. Una mujer, un hombre y un niño pequeño. La mujer abrazaba con fuerza al niño entre sus brazos. Los tres estaban muy heridos, sobretodo el hombre que hacia una barrera con su cuerpo.

Poder amar |SabiTan/GiyuTanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora