2. Ojos azules

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Me pongo la chaqueta y salgo de casa dando un portazo mayor de lo que me esperaba. No estoy muy lejos del Champanillo, en diez minutos podría estar allí sin mayor complicación, pero ahora algo me empuja a correr, quizá la frustración, o quizá la rabia contenida que no quiero descargar contra alguien a quien no conozco de nada.

En cuanto llego paro unos segundos a coger aire, miro a mi alrededor y no veo a nadie sospechoso. Siempre puede ser que me haya tomado el pelo, aunque por lo menos así habré hecho algo de ejercicio. Entonces me doy cuenta de que alguien me mira con una sonrisa divertida, como si yo fuera su mayor entretenimiento. Le veo dirigirse a la parte trasera del bar y no puedo evitar seguirle. Es un chico extraño. Para de golpe y me mira fijamente como si me estuviera analizando a fondo, yo tambien le observó. Tiene unas pintas raras, es bastante paliducho, me saca casi una cabeza, parece estar en forma aunque la ropa no me da muchas pistas, es bastante ancha. Tipico pandillero con dos ojazos azules incrustados bajo el pelo negro de una modelo obsesionada en sus cuidados capilares:

-Tú debes de ser Jason, supongo...

-¡Devuélveme mi movil!- Le espeto sin contenerme un solo instante.

-Te dije que me lo iba a quedar y no te mentí, pero tengo tus tarjetas si todavía las quieres.- Siento como mi rabia va en augmento, que de un momento a otro explotaré creando mayores desastres que una bomba nuclear.

- ¡Me la suda! Quiero mi móvil ¡Ya! ¡Eres un ladrón asqueroso!

-Eh cálmate un poco, soy más alto y seguramente mayor que tú, así que no te pases.- Aprieta los puños y me mira con mala cara- Ten las tarjetas y pírate antes de que me arrepienta, medio metro.-Me pone una bolsita con las tarjetas en la mano, la verdad es que si parece ser mayor que yo y no sólo eso, también más fuerte. Pero a estas alturas ya me da todo lo mismo.

- ¿Me estas amenazando?

- ¿Quieres que deje de ser una amenaza, niñato?- Me coje de la camisa y se acerca a mi con una posición amenazadora que no parece estar muy habituado a poner. La verdad es que con esos ojos no intimida demasiado, aunque resultan algo fríos e inquietantes.

-No, solo digo que no me pegarías.

-¿Y cómo puedes estar tan seguro, eh?- Sonrío levemente antes de pronunciar lo que obviamente a él se le parece escapar cuando finge ser un tipo duro.

-Porque me has llamado para devolverme las tarjetas...- Se hace un silencio tenso entre los dos. Por un momento parece sorprendido, luego su expresión se vuelve más bien una mueca frustrada. Me suelta la camisa de un empujón y da media vuelta guardando sus puños cerrados en los bolsillos de la chaqueta mientras murmura algo por lo bajo.- ¡Eh, pero espera! ¡Todavía tienes mi móvil!- Coje una bici cercana y se va sin decirme nada. Quizá eso también lo haya robado...- Mierda.

Me voy hacia casa maldiciendo mi existencia y la de ese capullo de ojos azules. Esto ha sido tan subrealista. Espero sinceramente no volverlo a ver en mi vida o todas las patadas que le voy dando a cada trasto que se me cruza en el camino iran dirigidas a él.

Así, después de casi veinte minutos de paso lento y muchas patadas a cosas que no se pueden quejar por el dolor, llego frente a la puerta de mi casa y cuando pienso que ya nada me puede ir peor, el universo se empeña en demostrarme que si. Alguna fuerza misteriosa hace que la puerta no se abra, es más, ni siquiera consigo que la llave gire. Al principio golpeo la puerta por si mi hermano está dentro y ha entrecruzado su llave, porque claro, él ya tiene llave propia, en cambio yo, se la he de pedir a mi padre. Pero es inútil, por más que llamo y repito su nombre a gritos, no obtengo respuesta. En algún lugar, Dios debe de estar divirtiendose mucho a mi costa.

FracturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora