Pedirle a mi padre que me cambiaran de habitación fue lo mas costoso que pude hacer. Constó de seis llamadas, las primeras 5 perdidas, y la última de 47 minutos, en la que prácticamente tuve que presentar una tesis de las razones por las que quería estar en otra habitación. Finalmente papá aceptó a regañadientes, pero aceptó.
Er estuvo todo ese tiempo en silencio y riendo levemente cada vez algo de lo que decía le parecía gracioso, como tener que explicar por qué de repente tenía tanto interés en compartir habitación cin alguien más, o quien era ese chico y que era lo que tenía con él.
Intentar empacar cinco años en un par de maletas fue sin duda extraño y nostálgico, todos años preparaba sólo un bolso de mano para pasar las festividades y vacaciones en casa, pero nunca me preparé para abandonar por completo la habitación.
Por esa razón aún habían esparcidas por el suelo mil y una cosas, esperando pacientes por ser guardadas o devueltas a su sitio.
Todavía esperabamos la confirmación del director Colón, su rostro había sido un poema en el momento en el que comunicamos nuestro pedido y llegaba la llamada de mi padre. Probablemente reproducía en su cabeza el primer día que nos dijeron que compartiríamos y, enojado, hice mi pequeño acto.
Ya habían pasado meses desde el primer día, lo veía tan lejano pero tan claro aún en mi mente. Era cómica la manera en la que decidí por completo odiar al ojiverde y luego se convirtió en mi mejor amigo.
Ahora conocía a Er, de muchas maneras, nuestras charlas nocturnas me hicieron darme cuenta del apoyo que recibe por parte de su familia, sé que su padre lo adora, sé que está en esta escuela con una beca y que su padre lo ayudó en cada parte para tenerlo cerca. Sé que casi todos los días pasa por su oficina y se queda para pasar tiempo con él, y eso me parece, sinceramente, magnífico.
Sé que todo ese apoyo y cariño que Er tiene viene de un lugar más profundo, de un lugar donde él tiene que ser protegido para poder sanar el dolor que la perdida de su madre provocó. Sé que le dolió su partida, lo noto en su voz cuando intenta hablar de ello o en cada cambio de tema cuando surge esa conversación.
Siempre dice que era muy pequeño, pero sé que aún le duele, y siempre lo va a hacer. Desearía entenderlo, pero a diferencia de Er, yo si tengo una madre, sólo que nunca me quiso lo suficiente para estar presente. La vi cada dia en mi infancia, pero nunca estuvo ahí.
— ¿En qué piensas? —me pregunta Erick, dejando sus libros de texto de lado. Aún está poniéndose al día con cada clase a la que no pudo ir.
--- En ti --- dije divertido provocando que bajara la cabeza y sonriera, ¿él se sentía así?--- ¿Y tú?
--- En que si no aprendo a derivar funciones hoy, probablemente el señor Higgins me coma vivo--- dice preocupado, aunque claro, a él le va bien en matemáticas, probablemente sólo está siendo amable.
--- ¿Derivar? --- pregunto con una sonrisa provocando que negara dulcemente con desaprobación.
Cuando empieza a levantarse para estirarse noto un pedazo de tela celeste con figuras que no había visto nunca en mi vida.
--- ¿Y eso? --- intento acercarme pero sus brazos me lo impiden. Rapido toma la tela y trata, fallando por completo, de esconderla detrás de sí mismo.
--- ¿Que cosa? Yo no vi nada— responde atropellando cada palabra, e intentando escabullirse.
--- ¿Es una mantita? --- pregunto acorralándolo contra el escritorio.
--- ¿Una mantita? pff obvio que no. Por que razón tendría yo una mantita. --- Su voz sale en un hilo y rápidamente causande una carcajada.
— No puedo creer que el gran Erick Brian Colón, después de todo este tiempo burlandose de mi caballo, tenga una mantita. — digo riendo, formando en su rostro una expresión de burla. — Totalmente inaceptable— murmullo fingiendo estar ofendido.
--- Aw Blue, no te enojes --- intentó decirme sin reírse.
--- Te odio --- dije volviendo a mi cama.
--- Nunca podrías odiar a esta cara--- dice acercándose.
--- ¿Y por qué no podría, querido? --- digo sentándome en la cama.
--- Porque estás profundamente enamorado de mi--- dice burlesco quedando frente a mi --- muak --- balbucea cuando no obtiene una respuesta de mi parte. Sus ojos están clavados en los míos y pienso mil maneras en que esto podría terminar.
Lo veo acercarse lentamente y cuando al fin lo siento lo suficientemente cerca de mi, hace un movimiento brusco robando mi muñeco.
--- En serio te odio tanto--- lo enfrento tratando de arrebatarle el peluche. — Ya dámelo.
--- ¡Nunca! --- exclama tratando de escapar por encima de la cama y dando vueltas por la habitación.
En algún momento hice que cayera sobre la cama y jadea cansado con su bica entreabierta y las mejillas rojas. Vuelvo a perderme en la imágen frente a mi y en el momento en el que me acerco para abrazarlo, un golpeteo en la puerta me detiene.
En cuando abro recibo un poco sorprendido al director de la escuela, con su mirada seria y el traje con el escudo oficial intimidándome.
--- Buenas tardes, señor --- me aclaro la garganta incómoda --- ¿En que puedo ayudarle? --- pregunto bastante nervioso y, puedo jurar que Erick se está aguantando la risa detrás de mi.
— Me gustaría hablar con el señor Colón —dice formalmente. Me muevo a un costado cuando Erick, aclarando su garganta y arreglando su uniforme, pasa por mi lado.
Hablan detenidamente en el pasillo, la puerta no me deja escuchar, e intento descifrar de que hablan, aunque la expresión en el rostro de Er cuando entra me alerta de que, de hecho, no fue la conversación más cálida que el ojiverde ha tenido con su padre.
Él sólo me mira y me dedica una mueca un tanto extraña para luego comenzar a ordenar sus libros y las demás cosas que todavía no guardaba en su bolso.
—¿Está todo bien? — tanteo cuidadoso. —¿Qué quería tu papá?
— Sólo vino a avisarme que mi nueva habitación espera a por mi, y a darme mi llave claro — murmura suavemente. No hay emoción en su voz pero sus ojos se ven decaídos.
— Oh, bien — digo levantándome y empezando a meter cosas varias en otra caja —si me esperas un minuto llegaremos juntos, ¿te dijo cual era? quiero tener buena vista al jardín.
— No, Joey — dice lentamente y deteniendo mis manos — Es sólo mi habitación, Franklin tiene mucho poder, o al menos su padre sí. — murmuró con la voz apagada.
Entonces él se iba, asentí. Intenté decir algo pero mi voz no salió, tampoco sabía que decir así que sólo rodeé sus hombros con mis brazos.
— Dios, no estoy muriendo, me seguirás viendo, obviamente. — Soltó procurando que su voz saliera animada. — ¿Cierto?
— Claro que sí, no podría pasar ni un día si escuchar tu dulce voz quejándose por todo — bromeé.
— Me vas a extrañar tanto, idiota.
Asentí con una sonrisa.
— Prometo buscarte cada día, capitan, oh mi capitan. — digo solemnemente y riendo ante su expresión.
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El Internado ||joerick|| Terminada
RomanceErick llega al internado de Joel, se supone que se llevan mal, o eso debería de susceder. El drama se mete en la vida de estos chicos. cliché. joerick.