Había anochecido ya cuando Elisabeth se adentró por las estrechas y sucias calles del East End. Como siempre recorrió el camino a paso ligero pero firme, no podía permitirse mostrar debilidad. Extremadamente consciente de cada ángulo ciego, de cada posible vía de escape y de cada personaje que aparecía en escena, poco a poco fue acercándose a su destino. A penas faltaban un par de calles cuando lo notó. Alguien la seguía.
Oía el rítmico sonido de los zapatos de otra persona a sus espaldas, golpeando el pavimento, chapoteando en los charcos. A juzgar por la fuerza y el peso de sus pasos, lo más probable era que fuese un hombre, y eso eran muy malas noticias. Apretó el ritmo intentando en vano no dejar ver su incipiente inseguridad. Tenía miedo de que girarse alertase a su persecutor y este empezase a correr para alcanzarla, porque en ese caso estaría perdida. La velocidad nunca había sido su fuerte, mucho menos con una falda tan larga que rozaba sus tobillos.
El hombre también aceleró, provocando que Elisabeth entrase en pánico. Tenía que escabullirse y rápido... no. Era demasiado tarde. Iba a alcanzarla. ¡Iba a alcanzarla! Se llevó inconscientemente la mano a la cintura, donde guardaba una navaja bajo sus ropajes, pero se dio cuenta de que no lograría sacarla a tiempo.
- ¡Hey, tú!
Cuando la muchacha se giró se encontró cara a cara con un bobo de tez clara y ondas oscuras sonriéndole encantadoramente.
- ¡James!- se sorprendió, pero recuperada ya le propinó un puñetazo en pleno pecho con todas sus reducidas fuerzas- ¡Eres un imbécil!
- Wow, no conozco ni tu nombre y ya me estás apaleando como si fueses mi mujer- bromeó, acariciándose donde ella lo había golpeado, intentando mitigar el dolor.
- ¿Te crees que voy a decirle mi nombre a un acosador que me persigue cuando caminó sola por la noche?- le espetó, colérica. Ni siquiera se tomó la molestia de explicarle lo inapropiado que le había parecido su chistecito, sobretodo habiendo crecido en un barrio donde la mayoría de las mujeres se habían visto obligadas a prostituirse tras haber perdido a sus maridos o haber sido expulsadas de casa, muchas por haberse dado a la bebida para soportar el peso del hogar y de las palizas. No era la primera vez que oía ese tipo de comentarios entre los hombres pero la verdad era muy distinta, y Elisabeth lo sabía bien. ¿Quién apalea a quién? Pensó, sin darse cuenta de que la rabia la había cegado en el proceso hasta el punto de no haber oído la respuesta del joven.- ¿Qué?
- Que no pretendía hacerte nada malo- repitió él, excusándose.
- ¡¿Y cómo iba a saberlo?! Acercarse por detrás a alguien no suele venir acompañado de buenas intenciones precisamente.
- Lo siento, lo siento, mea culpa-alzó las manos, en señal de rendición.
- Pues sí, tua máxima culpa.- replicó.
- Espera, ¿sabes latín?- se sorprendió el muchacho.- Mi maestra insiste en que aprenda frases clásicas para enriquecer mis bocetos, pero la verdad es que de momento solo me han servido para presumir- río alegre.
- Fui educada para ser institutriz- respondió, digna. Y de pronto sintió como si un peso del que hasta el momento no había sido consciente desapareciese de su pecho. Hacía años que no le había contado aquello a nadie, dolía demasiado. Y sin embargo ahora se sentía liberada.
- ¡Anda ya!- se burló sin embargo él, ajeno a sus sentimientos.- No te ofendas, pero alguien del East End jamás llegará tan lejos. No sois hijos de burgueses, sois hijos de trabajadores, igual que yo. Además, por tu traje es obvio que no eres más que una sirvienta- desechó la idea con la mano.
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Remember
Mystery / ThrillerNo es fácil la vida en el Londres victoriano, aun menos para una mujer. Por eso cuando Miss Sorrow ofrece una suculenta recompensa por esclarecer la turbia muerte de su marido, Elisabeth no se lo piensa dos veces. Mucho más versatil y astuta que Sco...