Capítulo 3: El Campamento Roses. Parte II

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Todos se mantuvieron en silencio aunque Adler hizo una pregunta, la cabaña permanecía con un atmósfera sepulcral, la tensión podía palparse con facilidad. Entonces, y tras unos cuantos segundos, Erick salió a dar la cara por el equipo de varones, con la intención de que la chica no hiciera algo extremo ante su presencia.

- Charlotte, no vayas a gritar...

Fue en ese momento que la mujer soltó un grito frenético y lleno de temor, en el que solicitaba ayuda; cada uno de los chicos maldijo en su idioma natal, aquel sonido seguramente lo escucharon todos en el lugar, seguridad debía estar yendo a la cabaña, si no querían ser descubiertos, era momento de correr. El grupo de chicos se fue de prisa, saliendo por la ventana que tenían detrás de ellos, llevándose sus cosas para dejar las menores pruebas de su presencia, Charlotte se asomó por la ventana, mirando la dirección en que corrían.
Era de noche, altas horas de la madrugada, la luna reluciendo en el firmamento, algo vino a la mente del hijo de Nyx, podía usar una de sus habilidades para escapar del lugar.

Armin usó un camuflaje activo en él y sus compañeros, lo cual les permitió pasar desapercibidos ante tantas personas que de pronto salieron de todos lados; cuando saltaron las cercas que delimitaban el campamento, llegando a los frondosos árboles del bosque próximo, su camuflaje cayó. Los chicos se aseguraron de no haber sido seguidos, luego pudieron descansar.

- ¡¿Siempre tuviste ese camuflaje, Armin?! - exclamó Adler, susurrando a un nivel que expresaba ese reclamo, pero sin subir demasiado la voz - ¡Pudo haber sido de utilidad cuando un monstruo gigante intentaba matarnos!

- ¡Estaba asustado, se me olvidó que podía hacer eso, lo siento! - el hijo de la noche estaba consciente de que aquello era un despiste de lo más terrible, y que su compañero tenía la razón.

Aunque los reclamos contra el semidios eran justificados, el momento no era apropiado para pelearse entre ellos, aún debían buscar su destino verdadero, pero era muy tarde para ellos; juntos tomaron la decisión de trepar árboles aptos para dormir en ellos, era rudimentario, pero eficaz a primera instancia.

Mientras tanto, en la cabaña de Charlotte, todos los miembros de seguridad acudieron al sitio donde se produjo el grito. La directora del Campamento Roses se abrió paso entre los guardias y el tumulto que se formó fuera de la puerta, otras chicas que husmeaban para saber lo sucedido.

- Señorita Charlotte, ¿está usted bien? - dijo la directora, una mujer que pasaba los cuarenta años.

En la mente de la afectada se cruzaron cientos de ideas, era una chica de familia acomodada, con influencia, a la que se reconocía por dar la apariencia de una niña mimada. Si ella hablaba sobre la intromisión de los varones, seguro se metía en serios problemas, de inmediato llamarían a su madre para notificarle sobre ello, cosa que provocaría en Alissa, la progenitora, una reacción exagerada, estaba segura que después de eso ya no la iba a dejar salir de casa sin una escolta de, por lo menos, tres hombres. Su cabeza estaba maquinando una idea para escaparse de eso, no quería perder la poca libertad que tenía, de inmediato dijo lo primero que le vino a la mente.

- No... no fue nada, señora Bells, solo... me pareció haber visto un animal salvaje fuera de mi ventana, escuché rasguños y creo que fue un oso negro, sí, un oso estaba fuera de mi ventana. - Charlotte se enredaba en sus dedos aquel cabello gris que la distinguía.

Los guardias del campamento, y algunas chicas del gentío se rieron ante la declaración de la joven.

- Oh, señorita Charlotte, en Oregon no hay osos negros, además nos aseguramos de que este campamento esté libre de osos, para que ustedes puedan caminar tranquilamente por el bosque, pero no se preocupe, nuestros guardias se encargarán de revisar fuera, vuelva a dormir.

Crónicas Divinas: Rosas y Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora