| Song MinGi |

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Su estado de ánimo no era el mejor ese día, pero le urgía mejorarlo.

Sus pensamientos lo hastiaban hasta el punto de provocarle dolor de cabeza, aquél chico que había llegado a su vida le causaba muchos problemas.

El nombre de ese chico era: Song MinGi, este había llegado a su vida para revolverla en muchos sentidos. Antes de conocerse era un chico tranquilo y socializaba casi con todos pero ahora había algo que se lo prohibía.

Él chico de cabellos grises le ponía cadenas mentales que eran imposibles de romper y tenía que obedecer sus órdenes. Ambos mantenían una relación con roles de dominante y sumiso.

Cuando estaban en horarios de clases no se dirigían palabra alguna porque no deseaban llamar la atención, pero estando en una habitación todo era diferente. Al principio de la relación se había acordado no involucrarse sentimentalmente, pero ya era tarde para obedecer esa orden.

Song MinGi era indiferente a cualquier otra persona que no fuera él. Sus gestos eran despiadados y siempre parecia estar odiando a todos los que lo rodeaban.

Se sacudió de sus pensamientos cuando una cabellera color menta se asomó por la puerta del salón de clases.
—¿Jungkook?— el mayor parecía estar ignorándo su estado ausente.
—Unos chicos y yo vamos a jugar un partido de fútbol ¿quieres unirte?

—No.— se dio la vuelta para mirar hacia otro lado, no tenía los animos suficientes para convivir con Yoongi, su mejor amigo.

Desde su lugar lo oyó refunfuñar.
—Será mejor que te levantes de ese asiento o ire a patearte el trasero. Tienes que salir a disfrutar un momento, sin que él te este atormentado.

Resopló y cruzo sus brazos a la altura de su pecho, negándose a salir, tenía planeado estar ahi hasta que sonará la campana de salida.

—No, vete.

—¡Al diablo con esto!— entonces fue cuando se dio cuenta que Yoongi había entrado al salón, luego de unos segundos estaba siendo arrastrado. Sus esfuerzos por liberarse del agarre eran de envano porque la fuerza era mucha. Soltaba gruñidos como un perro rabioso pero se dejo hacer.

—¡Que demonios sucede contigo, hyung!— volvió a patalear y por fin logró liberar una pierna.
—¡Dejame ir!

—¡No!— tenía ambos manos asegurados alrededor de la pantorrila derecha de su mejor amigo.
—¡Tienes que dejar esa actitud de mierda!

Se las arreglo y con suficiente fuerza pateo la mano de Yoongi, quién había aflojado un poco el agarre para darle la oportunidad de darse vuelta sobre su estómago intentando arrastrarse de nuevo a su salón.

Pero eso había enfurecido al pelimenta, quien se lanzó sobre su cuerpo ante la vista confundida de los estudiantes que pasaban por ahí.

Se rindió sabiendo que no podia hacer nada con la fuerza bruta del mayor.

—Voy a levantarme ahora y vendrás conmigo a pasar un buen rato, tienes que dejar de pensar en él por unos momentos.

Asintió y trago saliva.
—Lo siento mucho hyung.— se disculpó.

—No te preocupes mocoso, valió la pena porque logre que salieras del salón.

Vio como la sonrisa gatuna que tanto le gustaba aparicia y él igual le sonrió agradecido.

Una sensación de incomodidad se instaló en su cuerpo al sentir una mirada filosa en su espalda.

Una sensación de incomodidad se instaló en su cuerpo al sentir una mirada filosa en su espalda

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