10

9 2 2
                                    

Capítulo diez.

—¿Seguro que no tienes hambre?—pregunta Tadd por décimo cuarta vez.

Lo fulmino con la mirada. Es terriblemente infantil, inmaduro y pesado, muy pesado.

—¿Ya no hablas?— sigue insistiendo, saboreando él su pizza intentando provocarme envidia.

Tenso mi mano en un puño que envuelven un par de esposas. Estas me mantienen unida a la pata de la mesa baja, en el comedor, por lo que estoy sentada en el suelo.

—Cállate— murmuro entre dientes, las palabras goteando puro cólera.

—Por primera vez ella tiene razón— admite Deacon, con el que menos palabras he intercambiado durante mi estancia.

—Oh, vamos, no digáis que no es divertido— Eleva una ceja a la par que degusta los bordes de la masa.

—Divertidísimo— Admito sarcástica, dejando de lado su presencia y fijándome en la de los demás.

Ellos comen en silencio, aunque pareciera que hablan por telepatía. Por un momento lo único que se oye en la sala es el masticar de Tadd. Se forma un silencio incómodo.

Trago saliva que hace escocer mi garganta seca.

—Ve a dormir, tenemos que pensar qué hacer contigo.— Suena la voz ronca de Calvin. Me hace estremecer la forma en la que sus palabras salen tan seguras, casi de forma certera diría que parecen parte de un guión. Uno muy bien estudiado.

—No tengo sueño— admito en voz alta. El resto del grupo nos mira espectantes, aunque aseguraría que no les importa como podría acabar.

—¿Acaso era una pregunta?— Le lanza la llave de mis esposas a Griffin, que libera mis muñecas al instante. —Más te vale no hacer bobadas, no te creas imprescindible— añade antes de que el rubio y yo salgamos hacia lo que sería mi habitación.

—Ya le has oído— dice, saliendo por la puerta.

Cuando estoy completamente sola me permito soltar un gran suspiro. Así, en la total oscuridad, me siento agusto.

Sentada en el colchón empiezo a pensar qué hacer. ¿Intento huir? ¿Me quedo y llevo a cabo lo acordado? ¿Ambas? Un temblor inunda mis manos. Antes estaba entretenida pero ahora que estoy sola me empiezan a recorrer pensamientos oscuros.

¿Y si los demás se olvidan de mí? Anne lo hubiera hecho mejor. Los Omega no me matarán, pero puede que la muerte no sea lo peor de todo lo que hacen.

En un intento de aclarar mi irregular respiración una sombra pasa delante de la ventana. La cristalera se sitúa un poco más arriba de lo normal. No sería difícil alcanzarla.

De nuevo una mancha negra intenta colarse por la ventana y me destenso al ver una cabellera rubia brillar. La luna la hace ver más blanquecina y sus ojos marrones lucen verdosos.

—Chad, idiota, ¿qué haces?— Muevo con cuidado una mesita de noche para que baje apoyándose en ella.

—¿Cómo estás?— inspecciona mi cara cuando consigue bajar.

—Sh—tapo su boca con mi mano y elevo las cejas por la obviedad de mis palabras. —Esta habitación no está lejos del comedor, nos pueden oír—.

Él asiente y se separa de mí, dirigiéndose a la puerta. Ya sé lo que busca.

—No hay pestillo, ¿crees que ellos son tontos?—

—Ni privacidad se puede tener—

Esbozo una sonrisa y se sienta junto a mí en el suelo. Sus piernas llegan un poco más lejos que las mías, casi rozando un pequeño armario.

—¿Cómo has sabido que estaba aquí?— Pregunto, desabrochado la cremallera de la cazadora.

—La pulsera del tobillo, ¿recuerdas? Y por la habitación... supuse que harían una reunión así que he ido mirando de sala en sala— Niego levemente con la cabeza aunque me maravilla la idea de que me hayan estado buscando. Al menos no se habían olvidado de mí.

—¿Y si no hubiera sido así?— cuestiono su instinto.

—El caso es que estoy aquí— echa hacia atrás la cabeza, apoyando la nuca en el colchón.

Su menton marcado y su nariz perfilada salen a relucir. También distingo que tiene una sonrisa en la cara.

Frunzo las cejas y mato mi curiosidad.

—¿Qué hay de Conall y Bruce?

—Ah, ellos...— su voz queda en el aire— Ellos me dijeron que no viniera, que estarías bien—

Permanezco en silencio, mirándolo. Él mira hacia la pared, que parece más interesante. Ensimismada, agito la cabeza y miro mis pies. ¿Eso es bueno o malo? Significa que confían en mí, ¿no?

Para cuando quiero darme cuenta, Chad tiene un cigarro entre los labios.

—Apaga eso. Ya— me abalanzó sobre él, que a su vez se tira hacia el suelo como acto de reflejo.

Acabo encima de él, peleando con mis manos las suyas para apagar el maldito cigarro.

De repente, un molesto y constante pitido suena por toda la casa como un altavoz.

Ruedo los ojos y el rubio se da cuenta del error.

El sonido es tan ensordecedor que dudo que me oiga.

—La alarma de incendios—

Matando A CalvinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora