capitulo:2

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Lily Rose

Ese día me levanté de muy buen humor. A pesar de todos los contratiempos y dificultades que habíamos tenido en las últimas semanas, la fundación pudo salir a tiempo para presentar su estado de resultados y proyecto anual a los inversionistas.
  Tengo la suerte de trabajar en Beautysoul, una fundación que se dedica a atender y brindar hogar y sustento a niños abandonados en las calles. Pasar las tardes visitado nuestra casa hogar me hace profundamente feliz. Hace un par de semanas pensé que mi vida no podía marcha mejor, hasta que Joanna, la directora, me dió la noticia de que me promovía a coordinadora del departamento de relaciones públicas. Aunque mis responsabilidades aumentaban considerablemente, al ascenso me caía de maravilla: una mejora de sueldo me venía perfecto para poder seguir pagando mis estudios.
  He trabajado desde que he podido, haciendo una y otra cosa. Ahora mi desempeño en la fundación me haces sentir completamente realizada y, a pesar de que son muchas obligaciones para alguien tan joven como yo, me siento orgullosa,de haber aprendido poco a poco y que me den esa encomienda. Si no fuera por la confianza depositada en mí, que me he ganado durante este tiempo, sería muy difícil pagar la escuela en la que estudió, cubrir mis gastos, asumidos económicamente cuanto tiene que ver conmigo.
  Como todo en esta vida, mi nuevo puesto también tiene su lado amargo. El solo hecho de pensar que ahora tendré que lidiar con cierto tipo de personas que suelen frecuentar nuestro eventos no me hace mucha gracia. Por obvias razones, nuestros recursos dependen principalmente de la benevolencia pero también, en algunos casos, de la arrogancia y la pretensión de empresarios encumbrados con mucho efectivo de sobra. En toda Europa hay compañías que destinan gran parte de sus ganancias a obras de caridad, pero a veces es es difícil trabajar con las personas, pues tienen poder y dinero, pero les falta la sensibilidad. No hay nada que me moleste más en este mundo que tratar con gente que se cree superior a los demás sólo porque nació en una familia adinerada o porque sus parientes lejanos o abuelos pertenecen a una de las familias reales de este país y el apellido les recuerda esos títulos nobiliarios. Por eso, cuando Joanna me comunicó la noticia de mi ascenso, no fui directo a descorchar una botella de champaña. De echo, tengo que admitir que no acepté inmediatamente, quería meditarlo lo suficiente. Joanna, que me conoce muy bien, estuvo de acuerdo en otorgarme un par de días para que yo tomara la decisión. De no haber aceptado, me habría permitido quedarme en mi antiguo puesto, así que la presión no fue un factor decisivo.
 
   Aquella tarde pronto se tornó en caos justo a unas horas de dar por iniciado el evento. No importa cuanto planees algo o cuantas veces lo ensayes, siempre habrá un detalle que sale mal y que amenaza con arruinar por completo cualquier acontecimiento importante. Esta vez fue la lista de asignación de mesas. Dos horas antes, el apoderado de uno de los empresarios había llamado para perdinos que lo cambiáramos de mesa, pues el señor ya no quería sentarse a un lado de su ahora exsocio. Esos detalles, como los problemas entre grupos de empresarios que importan o exportan mercancías a los mismo países del mundo y compiten por ello, eran asuntos que debíamos considerar a la hora de organizar un evento de caridad. Luego fue el menú lo que nos causó taquicardia, pues uno de nuestro benefactores pidió que le preparan u platillo vegano para la cena. Al parecer acababa de iniciar su régimen y no podía exponerse a la tentación de comer un filete miñon, ni los deliciosos quesos y jamones que conseguimos para consentirlos.
 
  Por fin llegó el momento y las puertas del salón Virrey del Hotel Contemporáneo se abrieron para dar inicio a las noche. Por algún motivo, a mis compañeros les causaba emoción saber que ahí se encontraban al menos tres de los diez hombre y mujeres más ricos del país, unas cuantas damas de sociedad amigas de los príncipes de turno, y personabilidad de dos países vecinos. Con inversiones en nuestra ciudad. Había lucespoe todos lados, como el faro que le comisionado Gordon utiliza para llamar a Batman en Ciudad  Gótica, y una alfombra roja, alrededor de la cual se disponían fotógrafos de todos los medios y redes sociales apuntando sus lentes hacia el desfile de participantes. Cualquiera pensaría que aquella noche se celebraba la premier de alguna cinta de Hollywood o el desfile de modas de algún  diseñador famoso. Yo solo podía pensar en la ironía de ver a todos estos hombres y mujeres ilustres presumiendo sus mejores atuendos (que seguramente costaron una millonada) reunidos para recolectar dinero para los más necesitados.
   Después de presentar los resultados del año anterior, que provocaron una larga y emotiva sesión de aplausos ante nuestro benefactores como el primer vínculo con la fundación. Recuerdo que sufrí cada paso hacia el estrado como si trajera dos piedras amarradas en cada tobillo, cual pirata caminando hacia la plancha. Me ponía nerviosa imaginar las caras de todos ellos al ver a alguien nuevo en el área, a una chica como yo, joven y seguramente asustada. Al final no me fue tan mal: sólo me presenté, y enseguida comencé el pequeño discurso que había pensado tanto para esa ocasión.
  –Estimados amigos. Queremos agradecerles de corazón que haya decidido acompañarnos está noche. Se dice que la mayoría de las personas pasan por la vida desape-rcibidos. Que la mayoría de los seres humanos caminan por las arenas de la historia sin dejar huella a su paso. Pero eso no puede decirse de nada de los aquí presentes. Su generosidad deja una marca trascendente que cambia vidas, no sólo la de aquellos niños a los que ayudan con sus dona-ciones, estoy segura que también las de ustedes.
   Mencioné algunos nombres para personal-izar más mi intervención y un par de casos de niños beneficiados gracias a las donaciones, para que supieran la importancia de su generosidad. Al final agradecí nuevamente y les prometí que aprovecharía su voto de confianza para provocar un cambio positivo en la sociedad.
   Al terminar, comencé a dar las rondas por las mesas para presentarme personalmente con nuestros benefactores. Estoy convencida de que, con cada personaje que uno conoce en esas cenas, cuenta con un nuevo perfil psicológico digno de estudio.
  No puedo decir que absolutamente todos los presentes eran fantoches y presuntuosos; en realidad, si había unos cuantos participantes que estaban allí con la firme intención de aportar algo a la sociedad.

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