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Han pasado dos semanas en las que estado en el hospital recuperándome y haciéndome amiga de mi enfermero, lo que me sorprendió un poco ya que no soy muy buena socializando con las personas, mi madre y mi hermano me han visitado cada vez que podían, hoy ya me dan el alta del hospital estoy muy nerviosa y no sé por qué, también algo feliz ya que no veré más esa comida del demonio que no sabe nada bien. En estas dos semanas me enterado de varias cosas de Sebastián como que tiene conquistadas a casi todas las enfermeras del hospital, que todavía está estudiando para ser un médico cirujano y que es mayor que yo por cinco años, por otro lado el médico me dijo que perdí la memoria pero no toda sino que algunos momentos de mi vida que fueron muy dolorosos ya que mi cerebro los bloqueo y empiezo a deducir que los momentos dolorosos empiezan cuando estoy en el instituto ya que a partir de ahí es todo negro, aunque aún siento que me están ocultando cosas, pero aún sigo tratando de rellenar los huecos que están en mi memoria, el doctor agrego que no la perdí completamente sino que va a regresar poco a poco, hasta sugirió que me contaran cosas que me gustaban hacer antes del accidente para a ver si progresaba más rápido, pero evitando las cosas que puedan afectarme, también ya me quitaron el yeso y el collarín, estoy feliz ya que ahora si me puedo mover con facilidad.

Estoy en mi cuarto el que fue por estas dos semanas esperando a mi madre ya que fue a hacer el papeleo para mi salida de este lugar, estoy tan concentrada en otras cosas que no me doy cuenta de que entro Sebastián al cuarto hasta que se aclara la garganta, como ya es costumbre me asusto y lo hago reír , para cuando acaba de reírse de mí, me mira como entre serio y triste lo cual me deja un poco desconcertada ya que no sabía la razón del por qué me miraba así, hasta que me tiende una cajita muy linda roja con un pequeño moño dorado y un pequeño ramo de rosas, al momento de que voy agarrar la cajita por accidente nuestras manos rosaron pero la verdad dese que no hubiera pasado, ya que sentí repulsión, más lo deje pasar ya que últimamente me pasaba eso con varios hombres, incluyendo a mi propio hermano.

- ¿Qué es esto? -Le pregunte un poco confundida y apenada.

- Es un regalo para que no me olvides. - Me dijo un poco triste.

- Ah gracias, pero no creo que te vaya a olvidar. - le comenté segura de mis palabras.

- Yo sé que sí, pero bueno ábrelo.

- Te lo digo bien no te voy a olvidar, es más pásame tu número de teléfono para mantenernos en contacto. - se lo dije con una sonrisa.

- Está bien. –vi cómo se emocionó por mis palabras, lo anoto en un papel que se encontró en el cuarto y me lo dio.

- Bueno, espero que sea verdad.

- Lo es.

Estuvimos hablando hasta que mi madre regreso a la habitación y en ese momento me di cuenta de que lo iba a extrañar demasiado, nuestras platicas de casi todas las tardes, que me llevara un pequeño dulce a escondidas como premio de que me terminara la comida de ese lugar, sus bromas y muchas cosas más, me despedí de él y por alguna razón sabía que no sería la última vez que lo vería.

En el camino a la casa mi madre me conto que tengo veintitrés, que voy en último semestre de universidad, además de algunas cosas que me gustaban hacer cuando aún no perdía la memoria. Pero se le veía un poco nerviosa e indecisa al contarme algunas de esas cosas, eso me hiso volver a pensar que me estaban ocultando algo o más bien varias cosas.

El trayecto hacia la casa fue algo largo, lo que provoco que me quedara dormida en el carro, de rato siento como soy levantada y dejada en algo cómodo debajo de mí, lo único que hago es acomodarme más en ese cómodo lugar.

MENTIRAS, UNA Y MAS MENTIRAS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora