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Su mirada lo decía todo, los rasgos en los ojos describían satisfacción en tanto con movimientos delicados bebía un vaso del líquido y curvaba los labios.

Estábamos solo en la habitación, el hombre grande que lo acompañaba siempre se retiro por sus ordenes para tener privacidad. La única iluminación del lugar era proporcionada por una sencilla lámpara de papel en un rincón y el resto solo era sombras entre nosotros. Existía una ventana grande que daba vista al exterior, mostrando la entreda del lugar y las diversas casas bajo el estrellado cielo con la poca luz lunar que se filtraba tan blanca.

—Despues de tanto tiempo me encuentro aquí contigo —deja el vaso en el tatami—. No sé cómo podría considerarse esto ya que es aquí en Ikedaya dentro este alojamiento.

Por sus palabras conocía que algo sucedería aquí, su tono y forma de decirlo buscaba que reaccionara en donde delataria cualquier emoción.
No podía más que bajar la vista sin perder la compostura. Sin embargo no podía marcharme aún, no al menos por el momento.

—Debes querer respuestas a la razón del por qué esta sucediendote todas estas cosas. Lo que te han ocultado durante toda tu vida...

Sus palabras navegaban en mí mente.
Los brazos en el regazo se mantienen firme y mis ojos no podían evitar suavisarse viendo los cuadros de tatami.

—Hinata, miembro perteneciente del gran Clan Hyuga.

Mí nombre en sus labios me estremecía en el interior.

No lo conocía en lo absoluto, nada a excepción de su nombre que él mismo dijo para presentarse, en cambio él sabía mucho más de lo que creía saber acerca de mi.

«¿Q-Que sucede?»

Realmente necesitaba saberlo sin importar el riesgo que hubiera.
Podía suponer que si estaba aquí era por un trabajo, uno que causaría gran revuelo en el lugar y por su tranquilidad, el tomarse está libertad no interfería en lo que hacia. Aunque tal vez lo mejor era irse. No comprendía nada.

Velozmente se mueve y está frente a mí alzando mí barbilla para que lo vea.
Su cuerpo está separado por centímetros al mío, sus dedos siguen inmóviles, he olvidado respirar por un instante. Tal velocidad era sorprendente.

—Tus orbes blanco malva son muestra física de quien eres. Y tus rasgos muy parecidos a los de una mujer...

Sus orbes rojos son semejante a la sangre misma. Tan brillante y oscura contrarrestando la mirada en la tenue oscuridad. Sentía la calidez quemando en mis mejillas sonrojadas, retrocedo mi cuerpo para marcar distancia y desviar el rostro.

Los dedos son retirados y percibo que mueve su cabeza en dirección al exterior de la ventana. Pasos firmes como apresurados, ruidos sonoros de objetos siendo destrozados, gritos feroces en aumento mezclándose con metales chocando entre sí.

«Ha comenzado»trato de imaginar lo que ocurre debajo del suelo.

—Hay una gran vista desde aquí —replica igual a una invitación.

Esta sentado en el borde del marco a contemplar las diversas batallas de los oponentes. La luz de la lámpara se ha apagado y su extrema calma me inquieta. Hay pisadas subiendo a las escaleras, sin más la puerta es deslizada con gran sigilo y cautela.

Al instante dos personas se introducen mostrándo las katanas en sus manos, uno es joven de cabello castaño rojizo y el otro es un chico da largo cabello castaño atado en una cola de caballo. Ambos están portando un haori y hakama sobre el kimono, además de un tasuki cruzado sobre el pecho y atado en la parte posterior.

—Lamento la demora —aparece el mismo hombre que se había ido en la puerta.

«Ellos...»levantan sus armas en advertencia con rostros determinados, espalda contra espalda, el mayor de los dos a nosotros y el menor al gran hombre que sigue de pie en el umbral.
«No retrocederan»distingo sus acciones reconociendo lo que sucede.

Destino Entrelazado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora